veintiuno

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Harry: ¿puedes cambiarte más rápido, por favor?

Amy: Harry, la ropa interior me hace sentir incomoda.

Harry: Eso no importará en la noche, bebé.

Amy: Ay.

Sé, y a la vez no, lo que Harry planea.

Doy una última mirada en el espejo, quedando satisfecha de cómo voy arreglada. Salgo de mi habitación y me dirigo a la planta baja, donde Harry me espera.

Me quedo mirándole la espalda una vez que estoy abajo; aún no puedo creer que se haya cortado el cabello.

— Harry... — le llamo y él de inmediato voltea, sonríe y eso me hace poner un tanto nerviosa.

Se acerca a donde yo estoy, toma mi rostro entre sus manos y deja un corto beso sobre mis labios.

—Te ves preciosa, Amy — susurra y puedo sentir cómo mis mejillas arden.

—¿Nos vamos? —hago distancia entre nosotros y le sonrio.

Él asiente.

Toma mi mano y caminamos hasta salir del apartamento; yo me aseguro de cerrar bien la puerta de éste en cuanto ambos estamos afuera. Él me guía hasta su auto y me quedo literalmente en shock en cuanto lo veo.

¿De verdad iba a viajar en esa cosa?

Mi boca está ligeramente abierta y él nota mi cara de estúpida; una pequeña risa ronca sale de sus labios.

—¿Qué pasa, Amy? —me mira divertido.

—Yo no puedo viejar en esto... —susurro sin apartar la vista del auto; es precioso —es mucho para mi trasero —lo miro; su ceja está ligeramente levantada.

—Anda, sube —besa mi frente. — Te verás hermosa dentro de él y, bueno, tu trasero merece más que estar aplastado contra un asiento lujoso —guiña un ojo y abre la puerta de copiloto.

—No sé cómo tomar lo de mi trasero —río levemente— pero igual te amo. —le sonrio y entro en aquél auto lujoso, con cuidado de no maltratar el asiento ni nada; él cierra la puerta.

«Inhala,exhala, inhala, exhala»

~*~

Después de viajar veinte minutos en el auto, llegamos.

Debo admitir que fue el viaje en auto más silencioso y tranquilo; no me miró, no sonrió, ni siquiera escuche su respiración. Y no tengo ni la maldita idea de por qué.

Harry estaciona el auto afuera de lo que al parecer es la casa de su madre, mi corazón empieza a latir como loco de inmediato. Todo es tan irreal, tan sacado de un sueño. ¿Será que sigo dormida?

Apaga el auto y, después de unos segundos, me mira.

—Llegamos —sonríe, pero su sonrisa no llega a sus ojos como normalmente lo hace.

—¿Pasa algo? —le pregunto, estoy segura de que algo tiene.

—No, nada. —Deja un beso casto en mis labios y baja del auto; yo también bajo del auto, sin dejar que abra mi puerta.

Frunce el ceño, suspira y cierra la puerta.

— Harry... —le llamo.

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