Sombras Rojas En Los Arboles

No todas las verdades deben conocerse

PRÓLOGO:

Han pasado varios meses desde que me propuse a escribir la historia que estás por leer. Empecé a escribirla ya hace mucho tiempo, hasta que un día me dije a mi misma que debía publicarla, y así fue cómo este año (2016) publiqué esta maravillosa historia.

Me he planteado expectativas de logro para esta novela. Cabe recalcar que lo estoy logrando. 

En esta historia lograrás sumergirte en un mundo tanto verosímil cómo inverosímil, en el que las maravillas se mezclan para captar un variada audiencia. Te comerás cada capítulo y sin embargo jamás dejará de sorprenderte.  Es tan adictivo cómo sutil. Haré de esta historia algo digno de leer. 

Siempre me gustó escribir. Tengo planeadas otras historias para el futuro, pero por el momento, sólo me centro en terminar esta, la cual al principio te parecerá tan ilógica cómo ridícula en toda su vasta expresión, por que es lo que planteo mostrar al lector en sus primeros capítulos. No crean que a mi no me dio risa su primer capítulo, pero pronto todo irá encajando, y espero cumplir esa expectativa de logro que tanto anhelo para esta novela. 

Si tienes ganas de leer algo tan serio cómo ridículamente irónico, haciendo referencia a la libertad de expresión en estas hojas, escrito finamente por la mano de una adolescente con una amplia imaginación para plasmar en una simple página algo tan irrisorio cual grotesco, entonces estas en el lugar indicado. 

Pásate a leer esta novela, que te dejará tanto gusto amargo cómo agridulce y empalagoso. Espero que te lleves más de una sorpresa, querido amigo lector, sagaz y habilidoso. 

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La historia no fue siempre como te la contaron tus abuelos. De hecho la verdadera, es una historia aún más cruel, pues jamás existió una sola caperuza roja, ni un solo lobo feroz, de ellos hubo cientos, pero la mayoría acabaron en el abismo de un bosque.

Sombras rojas en los árboles

Los refulgentes rayos de sol entraron por el sucio opaco vidrio de la ventana en mi dormitorio. Puse mi muñeca encima de mi, impidiendo que febo roce mi vista.

-El sol está fuerte esta mañana- Dije en un suspiro. Destapé las sábanas de algodón blanco que cubrían mi torso. Me levanté lentamente, adormilada, y acariciándome las caderas. Me negué rotundamente a volver a dormir en esa cama otra vez. Los resortes metálicos sobresalían sobre el colchón, no había una posición lo suficientemente cómoda cómo para evitar este calvario por las mañanas. El dolor en mi cintura se volvía cada vez fatal con el contar de los meses. Preferiría dormir en una cama de piedras.

Puse mis pies descalzos en el suelo de madera helado y froté mis ojos para darle la bienvenida a un nuevo día. Con una enorme sonrisa en mi rostro me acerqué trotando hacia la ventana, la cual abrí de un tirón. Me estiré lo más que pude fuera de esta, para así pescar la suave brisa que golpeaba mis cachetes colorados y con ella arrastraba las hojas marchitas que caían de los árboles. Dejé que el aire fresco bañara mis pulmones, lo contuve unos segundos y luego lo solté en un enorme suspiro. Metí mi cabeza de vuelta en mi pieza de arce colorado, para entonces verme en el largo espejo quebrado que colgaba en mi pared junto a mi ropa sucia, posé frente a el con mi camisón blanco que llegaba hasta mis rodillas, de mangas largas y grandes, que arremangué sobre mis codos para destrenzar mi pelo rubio oscuro. Sacudí mi cabeza dándole vida a este que ahora estaba echo una melena larga y brillante. Observé mis verdes ojos en el reflejo del cristal y con ellos mi rostro pálido, pero lleno de energía.

-¡Amor, el desayuno ya está!- vociferó mamá desde la planta baja de nuestra humilde morada.

-¡Ya voy!- Respondí en un grito, divertida.