Ninguna falacia es para siempre

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Sombras rojas en los Arboles

Cap 2: Ninguna falacia es para siempre

El fulgor de los rayos de Febo entró por la ventana del dormitorio en la mañana. Esa sensación de calor en mi rostro que me obligaba a entrecerrar los ojos y fregarlos con la mano. La briza se escurría rebelde por las rajaduras de la habitación. Hacía frio este día.

Con la espalda adolorida por los resortes me levanté cómo pude. Entonces, sentí una punzada muy aguda en mi abdomen, y me di cuenta que estaba desnuda. Mascullé un insulto ya que el dolor que advertí fue cómo una puñalada. Vi que mi torso vendado en gaza y tela. Asomaban algunas manchitas, secas y rojas. Entonces recordé lo que había sucedido, el recuerdo volvió a mi mente de manera súbita. Las lágrimas se resbalaron de mis ojos; Por la aflicción, por el miedo, por la ansiedad y por que estaba viva.

—Mamá...—Susurré mientras secaba mis cachetes. Parecía una fuerte jaqueca, sentía bombear mi cabeza. Ha de ser obvio, mi cuerpo estaba luchando aún.
Deslicé mi pie izquierdo por las sabanas y lentamente lo apoyé en el suelo de madera, hice lo mismo con el derecho luego de pasados segundos »Que suerte tengo« Cerré mis ojos, y con la cabeza gacha dejé que las ventiscas me pusieran la piel de gallina. »Si, aún estoy viva« Recordé, entonces, no era un sueño, era verdad y mi mente no estaba en blanco, mi cuerpo estaba luchando por sobrellevar este dolor tan intenso.

Lentamente, me puse de pie y volví a sentir ese martirio. Lo único que tenía era mi consuelo, y en un intento por no caerme, me ayudé apoyándome sobre mi velador. Y entreabriendo los ojos observé mi habitación, tan normal como siempre, tan fría cómo siempre y tan poco alegre como siempre. Desde allí ladee la mirada y observé la ventana, un ave le daba lombrices a sus polluelos que piaban inquietos. Sonreí, y cómo pude, me acerqué al espejo. Sobre el, colgaba mi camisola. Me vi reflejada, y noté las ojeras negras que colgaban de mis ojos, los labios morados y la piel blanca cual papel. Examiné mi cintura y las vendas que la ceñían. Revisé cada rincón de mi cuerpo, buscando mordidas o arañazos. Por supuesto encontré más de uno, pero la mayoría ya habían sido cubiertos y los que estaban a la vista eran sutiles. Mi cabello estaba curiosamente limpio, como si lo hubiesen lavado en seco. La uñas las tenía negras de tierra y ya no podía esperar a darme un baño.

Estiré el brazo con pesar y tomé la camisola. Logré ponérmela con esfuerzo. Con pasos débiles me acerqué a la puerta. Estaba entreabierta, así que solo la empujé un poco, con las pocas fuerzas que tenía. Esta chirrió como todos los días. Paso a paso y sujetándome con el pasamanos descendí al primer piso, cada escalón se sentía como un martirio. Ladee la cabeza en busca de mi madre, pero no la vi. La puerta de entrada estaba abierta, así que imaginé que estaba afuera haciendo trabajo de jardinería.

Sentí un aroma campestre, tierra y naturaleza se mezclaban para bailar en un conjunto de olores. Paulatinamente caminé hacia la mesa... en ella había pan y jengibre. Yo no tenía una pizca de hambre por lo mal que me sentía. Dejé caer mis brazos y mi cara contra ella... tenía la mirada perdida y una incalculable sensación de sed... sentí que podría desfallecer allí mismo. Que ese había sido mi más largo y difícil camino, desde la cama hasta la mesa. »Es que este pesar es tan abrumador«

Sentí que podría haber agotado casi todas mis fuerzas. Escuché unos pasos, y la sensación de inquilino me contemplaba firme detrás mío. Ni siquiera me molesté en voltear. Tampoco estaba en condiciones de hacerlo, o al menos así de inútil me creía. Sentí como ese alguien me acarició suavemente y articuló unas palabras, que por mi cansancio no entendí. Me levantó en brazos, con cuidado. Acto seguido, subió escaleras arriba para devolverme a la habitación. Me acostó en la cama y me arropó, cerré los ojos y se largó. Al poco tiempo escuche que volvía a subir. Sentía los pasos en las escaleras cada vez mas arriba. La puerta chirrió y acercándose, como queriendo no ser escuchada, dejó algo en el velador.

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