Cuando tenía 10 años, mi padre intercambió mi virginidad, por mi éxito.
Desde entonces he tenido que ocultar mi dolor de la peor manera.
Pero apareció Kaito y todo fue diferente. Empecé a contar los días que faltaban para mi muerte. Todo esto, en s...
Ya era de día, lo sabía porque dormía del lado de la ventana, Gumi, junto con los otros Vocaloid estaban durmiendo.
-Imbéciles-espeté al ver al idiota de cabellos azules tirado en el suelo con botellas a su alrededor.
Ya habían pasado unas horas desde que me quería bajar, estaba realmente inquieto, no soportaba estar en un lugar como éste, rodeado de personas que en el fondo siempre repudié. Pensaba una y otra vez, mientras miraba por la ventana, en cuando tiempo sería el restante para llegar a ese lugar tan "ansiado"
-Len...-escuché que alguien mencionaba mi nombre en un débil susurro, eso me desesperaba de alguna forma, aún así decidí dirigir mi mirada al lugar de dónde provenía aquel susurro que tanto me desagradaba.
-¿Qué quieres ahora? -dije algo más nervioso, se podría decir que algo enojado y harto de todas estas estupideces, éste chico de cabellos azulados ya me tenía completamente histérico.
-Me duele la cabeza... -Se quejó mientras me dirigía una vaga mirada de dolor, se notaba que lo único que sabía hacer un idiota como él era quejarse como un niño malcriado.
- ¿Crees que tengo interés en saber algo tan irrelevante como eso?-lo miré con odio, no podía darse el lujo de pedirme algo después de lo que me dijo días atrás ¿Cómo podría ser alguien tan hipócrita?
-Tienes razón, aunque odie admitirlo...-se notaba que no sabía que responder ante mi pregunta irónica, aunque se le notaba más raro de lo normal, bueno, tampoco es que lo conociera demasiado-no puedo evitar que seas un niñato rencoroso, aunque tranquilo, debe ser complicado para tu cabecita rubia-comenzó a reír, esa estúpida risa que odio, y no es eso lo único que odio de ese chico cuyos ojos azules tienen un brillo desagradable ante mis ojos.
-Cállate, lo digo en serio, puedo ser mucho peor que tú-suspiré, tratando de contenerme, realmente lo que más detestaba era que hablen de mí sin saber quien realmente soy.
-¿Y qué podría hacerme una rubia detestable y chillona como tú?-echó un pesado suspiro y se incorporó, mostrando su altura descomunal, obviamente eso también lo detestaba.
-¡deja de hablar estupideces de mí!-mordí mi labio inferior, tratando de contener el enojo que había en mi interior, no aguantaba más, no era enojo lo que sentía, era dolor.
Kaito no quiso seguir la conversación, no lo culpo, yo haría lo mismo si veo que alguien frágil e imbécil se está desmoronando frente a mis ojos. Simplemente lo observé retirarse, parecía dolido ¿Pero por qué? , yo había salido lastimado, no él.
-Pensé que serías realmente fuerte, pero no...-parecía tener un tono de voz algo mohíno, como si algo que yo le hubiera dicho le hiciera daño, aunque descarté esa idea debido a que era imposible. Probablemente sólo se sentía decepcionado de que hubiera preferido rendirme al dolor, que continuar con aquel juego cruel, que él posiblemente consideraba una discusión.
Pasaron algunas horas y los demás se despertaron, quisiera que todos ellos se quedaran dormidos, al menos hasta que yo me largue de aquí. Mientras que me lamentaba por tener que estar en un lugar como este, observaba el paisaje que parecía un infinito mar color azul, azul como el de los ojos de Shion. Poco a poco nos acercábamos más al destino que se nos deparaba, claro que yo cantaría primero pero por primera vez tenía importancia lo que alguien dijera de mí, ese alguien era Kaito Shion.
-Llegamos -escuché la voz de Tenchou decir aquello desde el asiento del conductor.
Una sonrisa se formó en mis labios al darme cuenta que el autobús comenzaba a detenerse, claro que estaba ansioso por bajarme de una vez por todas. Pero los demás parecían completamente tranquilos.
-Yo me largo -susurré y me incorporé para dirigirme a la salida del autobús, pero alguien me detuvo un instante.
-Len..¿No vas a venir de compras con nosotros?-espetó Miku Hatsune con una mirada de extrañeza, como si alguna vez hubiera ido con ellos "de compras".
-No me gustan esa clase de cosas-repudié aquella invitación, pues realmente no deseaba tener que estar con aquellas personas, lo sé, sé que puedo parecer un antisocial o un rubio aguafiestas pero yo era así y no quería cambiarlo por nada del mundo. Simplemente decidí no intercambiar palabra alguna con ellos, ya debía irme así que me bajé del autobús y tomé mi equipaje para dirigirme al interior del Hotel. Apenas ingresé en el lugar, llamé la atención de uno de los empleados.
-¡Ey! -le hice una seña para que se acercara, éste me miró extrañado, que inútil-¡SÍ, tú menso!
-el muchacho asintió algo nervioso, creo que era nuevo o algo así- ¿E...en qué lo ayudo?-fingió una sonrisa, dios mío como detesto las sonrisas falsas.
-¿Qué crees tú que necesito?-apunté a las maletas las cuales eran como seis, realmente nunca cuento cuantas maletas llevo, en fin, lo dije irónicamente, aunque no sabía si alguien tan idiota comprendería la ironía.
-Sí señor-me contestó, para luego dirigirse a las maletas y llevarlas arriba, al parecer no era tan imbécil.
-Y tú, dame las llaves de la habitación 234-le ordené al de recepción, él que me iba a reprochar mi actitud pero decidió cerrar la boca, mi mirada siempre congelaba a cualquiera que se atreviera a reprochar alguna actitud mía, más aún si eran adultos.
-Tenga-el hombre me entregó las llaves y por suerte no forzó ninguna asquerosa sonrisa hipócrita.
-Gracias-esbocé una sonrisa sarcástica, demostrando mi desprecio, me gusta ser así, además hoy me desperté de mal humor, seguido le guiño el ojo y me subo al ascensor para ir a la habitación 234.
Me coloqué los audífonos y caminé buscando la puerta con aquel número en ella, estaba muy cansado de todo, bueno, tampoco es que fuera una novedad que yo esté cansado, la verdad, es que últimamente no tengo ganas de hacer nada. Seguía caminando por los pasillos del hotel buscando aquel lugar en el que tanto quería estar, me sentía perdido, no encontraba la condenada puerta. >>¿Qué me pasa?yo no soy un estúpido<< en mis pensamientos me maldecía a mí mismo por no ser capaz de encontrar aquella puerta >>¿Karma tal vez?<< pensé por un momento en como había sido durante todo el día, pero luego sacudí mi cabeza en forma de negación, el Karma no existe...
El tiempo pasaba y ya comenzaba a creer que realmente no es que sea estúpido, simplemente es que no puedo concentrarme, algo me estaba pasando y no sabía a que se debía, y sí, tenía la enorme desventaja de no saber que ocurre ni siquiera en mi propia mente. Tal vez Kaito sí tenía la razón, tal vez yo sí era una rubia que no sabía ni donde estaba parada... tal vez, él sí sea mejor que yo.
Dirigí mi mirada al techo y sentí un dolor punzante en mi garganta y entonces salieron, todas se escaparon de mis ojos en un instante>>es sólo agua salada, no significa nada¿cierto?<< esos pensamientos invadieron mi mente en un instante, no sólo era agua salada y en el fondo yo estaba completamente consiente de aquello. Eran lágrimas, y significaban dolor, pero yo sé que nada puede herirme ¿o sí?
(N/A: el significado del nombre Kaito es Océano, espero que eso les ayude a entender el título del cap.)
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