Capítulo 3

17 3 0
                                    

-Hemos venido para evitar a gente como tú.
-No te he hecho daño alguno-se fijó en Panda-. ¿No vivías sola?
-Ya ves que no-entró Panda en la conversación-.
-¿Cuál es tu nombre?
-No se lo digas, pertenece al ejercito.
-¿Tiene algo de malo?-oí una voz ronca detrás de mí-

Me giré y vi a Zoro. Estaba, imagino, que entrenando pues se encontraba sin camiseta y sudando. Tenía una cicatriz que le cruzaba en diagonal desde el hombro derecho al costado izquierdo. Apoyado en un marco de madera me miraba esperando supongo una respuesta.

-Zoro-aparté la mirada-, no tengo problema con vuestro trabajo pero si con vuestra ética.

Noté como se acercaba lentamente, pasando algo más rápido cuando pasó a mi lado y cómo se apoyó en el hombro de Niall.

-¿Por qué? ¿Por ser malditas aspiraciones? Es nuestro trabajo-se endureció Zoro-.
-Además-objetó Niall-, yo soy una y nos llevamos bien, ¿no lo ves? Queríamos ir a por vosotras para exiliaros aquí o veniros al ejército. Aunque según el informe quedan dos de vuestro grupo.
-Exilio u obligarnos a secuestrar, que buenas opciones-contesté sarcástica y omitiendo la intención de saber dónde estaban mis amigas-. ¿Quién querría vivir aquí? Exiliados como si fuesemos una...plaga-susurré lo último-.
-Krem..-me tocó el hombro Panda-.
-Me importáis lo mismo que nosotras a vosostros, que quede claro-miré a Niall a los ojos-. Y me importa lo menos posible poder causar problemas por vuestra actitud.
-¿Y qué harás? ¿Matarnos?-se burló Zoro-

Niall le miró con cierto enfado en los ojos y yo...ni le miré. Me acerqué rápidamente a Zoro y sin que se lo viese venir le di tal puñetazo que se quedó en el suelo sorprendido.

-No hables de matar cuando sois vosotros los que tomáis la decisión de ayudar o matar a alguien, malnacido.

Me giré con la cabeza gacha aún y salí por el portón de madera, no quería ni hablar con Panda y conociéndola se habrá preocupado. Maldita sea... ¿Hace cuánto que no comía almas? ¿Un año? Maldito orgulloso... Solo fue anoche.

-Panda-dije antes de irme-, si están nos vamos esta noche con ellas, y en caso contrario cuando regrese.

No la dejé contestar y seguí mi camino; ¿a dónde? Ni idea, pero necesito pegar algo.

-Perfecto...

Había una pradera. No sé cuántos kilómetros habré caminado pero ya era mediodía. A unos diez metros, en medio de la pradera, había una cabaña bastante pequeña de madera. Me acerqué sin dudar y empecé a golpear sus paredes por fuera.

-No tiene ni idea de esto..-golpeaba de nuevo-. No te preocupes, Krem, saldrá todo bien-respiré hondo-.

Miré la anticuada puerta y me entró curiosidad por verla por dentro. ¿Qué podía salir mal? No hay nadie, los golpes los habría puesto furiosos.

Me sorprendió ver únicamente una cama familiar enfrente de mí y una mesa con dos sillas a su lado derecho; todo, incluso sabanas y pared, tenía un tono amarillento precioso.

-¿Los golpes de afuera son tuyos?

Me giré bruscamente. ¿No podría hacer algo con tu vida?

-Zoro, no quiero hablar contigo.
-Yo diría que si.
-Lo sabre mejor que tú.
-Decía lo de los golpes.

Bufé y me dispuse a salir si no fuese porque Zoro me acorraló con los brazos en el marco de la puerta.

-Tengo algo que decirte.
-Me importa poco.
-A mí no.

Su expresión era monótonamente igual, le cedí la palabra, con tal de no atenderle estaría todo bien.

-Bueno di, no tengo todo el día.
-Primero dime si has hecho tú los golpes.
-¿Te lo demuestro?
-Venga.

Al intentar volver a darle, cogió el puño y lo apresó contra mi pecho por el peso de su cuerpo.

-No eres tú-me sorprendió-; esa persona era mucho más bruta.

Con la mano libre le tiré del pelo hacia atrás dejando mi otro puño libre y a mi adversario sin oportunidades.

-Ya veo-río-.
-¿Qué era lo otro que ibas a decir?
-Eres una chica dura, me gustas-sonrió levemente-.

De la sorpresa lo solté, dejando su maniobra totalmente disponible. Me hizo un barrido con la pierna que provocó que cayese a la hierba y no sé muy bien por qué, Zoro se tropezó o algo y acabamos juntos en el cesped.

-Tu pelo casi ni se diferencia-reí mientras se acomodaba a mi lado-.
-Cállate-sentenció él como si de un niño se tratase-.
-¿De qué querías hablar, cesped?
-¿Cesped...? Bueno hablarenos eso luego, quería que supieses que lo que dije antes... Cuando te fuiste Panda nos contó lo de las almas y tu madre, no lo sabía.
-Sé que no lo sabías, no te preocupes-aparté mi mirada al claro cielo-.
-No quería hacerte sentir mal.
-Imagino-me levanté-. No le des más vueltas-volví a la parte de la casa donde había golpeado la pared y volví a la faena. Le perdono el enfado pero recordar a mi madre siempre me ponía nerviosa-.
-No te ayudará golpear.
-Lo sé-no me paré-.
-Entonces para-oí su voz susurrándole a mi oído. Cosa que logró sobresaltarme y hacer que parase-.
-¿Qué haces?
-Hacer que pares.

No pude controlarme. Le volví a dar un puñetazo y volvió a caer al suelo.

-¿Siempre harás lo mismo?
-Si haces ese tipo de cosas, si-aparté la mirada-. Me vuelvo.
-Voy contigo-aseguraba mientras se levantaba-.
-Como quieras.

Estuvimos caminando por no sé cuánto tiempo, pero todo en silencio. Ya siendo de noche, oímos algo por los arbustos.

-Quédate detrás-se ponía al frente Zoro-.
-No soy una cobarde.

De los arbustos salió un oso enorme, uno más grande del que me encontré antes.

-Zoro, es mejor no enfrentarnos sin armas...
-No pienso perder.

En ese momento, el oso corrió hacia Zoro. Yo como reflejo me puse enfrente de él plantándole cara a la bestia para mirarlo directo a los ojos, cosa que paró al oso y logró que se marchase.

-¿Cómo lo has...?

No pude oír más. Perdí la conciencia.

Generación de las AspiracionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora