Capítulo 1

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-Joder hermano-me sorprendí del local; la discoteca más grande que habíamos pisado: Dj-bor, barra electroacústica... Menudo chollo-. En fin, a trabajar-la miré, Panda asintió y nos separamos-.

Fui directa a la barra de bar, con suerte...o sin ella, la bebida sería gratis.

-¡Whisky!-llamé la atención del camarero. Este solo asintió-

Sin pensármelo ni un momento, para dentro. Dejando el vaso en la barra ya disponía a irme, no sin antes conseguir a alguien para pasar la noche.

Conseguí ver entre la multitud a un chico alto y robusto de semblante serio y tuerto del ojo izquierdo además de tener cabellos verdes, un color que ya no había apenas...era un verde esperanza si las luces no traicionaban mi vista. Me acerqué sin recordar muy bien cómo hacer esto.

-Hola-cara a cara me sacaba una cabeza y media...aunque es fácil cuando mido 1,65-.

Él dejó de hablar con sus amigos y me miró de reojo.

-Lárgate.
-Que humos-reí-.

Me miró con desprecio.

-Déjame en paz chica.
-Oye Zoro no sabes cómo tratar a una dama o de qué vas con tanta seriedad-cortó un rubio de tez pálida y ojos azules al peliverde Zoro-. No le hagas caso My lady-remarcó al final con un antiguo acento francés-.
-Ojos claros, no pasa nada, yo ya me iba. Adiós, Zoro-remarqué su nombre con cierto sarcasmo-.

Volví a la barra y pedí otro whisky. Estas noches hace unos años estaban genial pero ya habíamos madurado...y también mi forma de pensar a lo que somos.

-¿Nada?
-Nada. Espero que tú si.
-Hace mucho que no las tomas, si las tomases, estarías como yo.
-No importa-hice una seña para que me trajesen otro whisky-.
-Debería importarte más tu salud.
-Una salud... No tenemos de eso, Panda. Lo sabes de sobra.
-Demonios... Necesitas alimentarte, estúpida.

Ante eso levanté el vaso de whisky.

-Panda, ojalá me muera a gusto del consumidor-y lo tomé de un trago-.
-Lo que yo decía... Me he preocupado, haz tú ya lo que creas.

La miré y señalé la salida, no quería estar más aquí y ella captó la indirecta.

-Hay un parque allí-señaló al frente-.
-Vayamos.

Bajo las luces de las farolas, los ojos de Panda llamaban mucho más la atención; ¿verdes o azules? Mejor los dos. Tiene también media melena castaño claro y rasgos señalados, es poco más baja que yo.

-¿Estás bien así?-rompió el silencio minutos después de sentarnos-
-Claro que no.
-¿Por qué siempre estás así? Desde que empezaste a leer antiguos libros estás deprimida y ya no eres la misma.
-Hola preciosidades-nos interrumpió un...¿cuatentón? No me paré ni a mirarle-
-No te fijes en quienes podríamos ser tus hijas-Panda le echó ovarios para enfrentarse a uno que le saca tres cabezas-.
-Guapas, veniros conmigo-sacó dos navajas señalándonos-.

Noté como la mirada de Panda se posaba en mí, y lo entendía, ella no estaba preparada para armas, no era ese tipo de herramienta... Suerte que yo si.

-Tío-me puse delante de Panda-, ojalá que no te exploten demasiado los ojos cuando ponga fin a tu miserable existencia.

Sin dejarle ni siquiera reflexionar sobre mis palabras, un cohete llamado pie y un objetivo llamado feo estrellaron. En el suelo ya, le puse boca arriba y me senté en su abdomen.

-A esto me refería-apreté sus ojos hasta que explotaron y dejaban toda su cara llena de un líquido raro. Ante sus gritos, Panda le metió pañuelos en la boca-. Toca lo mejor-tomé mis dedos y los mordí hasta crearme una pequeña herida que al segundo se posaba en un lugar donde hace segundos a penas habían estado sus ojos y...devoré su alma-.

Quedamos en silencio viendo como un intento de violador, secuestrador o simplemente ladrón se había transformado de por vida en vegetal.

-¿Estás bien?
-¿Nos vamos o le matamos?-omití su pregunta-
-Yo...
-Da igual. Vámonos.

Ella solo me siguió con la mirada mientras me separaba de ese hombre y volvimos a nuestro piso.

Pese que el camino a casa no eran más de cinco minutos, el silencio hacía aumentar la duración del tiempo.

-¿Luna? ¿Sinal?-preguntó Panda abriendo la puerta-

La casa estaba en un silencio sepulcral. Viviamos en una pequeña azotea con cuatro camas, una mesa con iguales sillas y una cocina completa además de un espejo al lado de la puerta principal. Nosotras no necesitamos más.

-Han dejado una nota-interrumpió Panda mis pensamientos mientras se dirigía al frigorífico-.
-¿Pone algo de provecho?-me apoyé en la nevera-
-Demasiadas...

Ese tono me sonaba demasiado desolador como para que fuesen buenas noticias.

-¿Qué pasa, Panda?
-Las han pillado...han tenido que huir hacia el bosque, siguiendo el rumor del campamento libre para nosotros. Saben también que no andan lejos del edificio, debemos salir cuanto antes para que no nos pase lo mismo-me miró tras terminar de creerse la noticia-.
-¿Pone la dirección del campamento o nos lleva a un bosque que ni está cerca y es enorme?
-Segunda opción.
-Mierda...

Ambas oímos como demasiadas pisadas como para ser vecinos se oían desde la escalera comunitaria. Guardamos silencio hasta que llamaron a nuestra puerta.

-Panda, escóndete por la ventana-la susurré-.
-No pienso dejarte sola contra unos capullos-se enderezó-.
-No tienes demasiado entrenamiento en combate, no deberías.
-Tú abre, yo por si acaso estaré detrás de la puerta, ¿de acuerdo?

Con una mirada incrédula y su confianza siguiéndola, se posicionó donde dijo. Suspiré y me acerqué a la puerta.

-¿Quién es?
-¿Podemos hablar? Somos del ejército.
-¿No son horas para la autoridad tampoco?
-Abra por favor, no nos obligue a tirar la puerta.

A base de señas ordené a Panda que se pusiese en la cornisa de nuestra ventana escondida. A base de mala gana, por parte de ambas, conseguí que me hiciese caso.

-Un momento, teniente.

Giré el pomo de la puerta para esperarme a un hombre mayor, un veterano del ejército contra el que enfrentarme... En vez de eso conseguí distinguir un tuerto de pelo verde y unos ojos claros en una tez pálida.

Generación de las AspiracionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora