El pasado de Sagitario

227 12 1
                                    

¡Ah! ¡Hola! Soy Santiago, o Sagitaro. ¡Pero me dicen Sagi!

Mi historia comienza un 21 de Noviembre... en un ascensor. Efectivamente, nací en un ascensor, camino a la sala de parto. Aparentemente, no quería esperar más.

Me crié en una casa pequeña frente a un muelle, donde constantemente desembarcaban y zarpaban barcos de todos los portes. Grandes y pequeños, caros y baratos. Mi padre era un marinero, por lo que estaba varios días fuera de casa, pero él intentaba llegar a casa lo antes que pudiese para venir a visitarnos a mí, a mi madre y a mis abuelos, quienes vivían con nosotros.

Tengo muy buenos recuerdos de mi padre. Era un hombre de grandes músculos, amigable y generoso. Infantil, se podría hasta decir, pero no en un mal sentido. Alguien que se enorgullecía mucho por todo lo que hiciera o ayudara a hacer. Bueno en la cocina, anque solo por el lado de los mariscos, en el resto apestaba como los peores, pero aún así intentaba tragarme toda su carne cruda y su puré de patatas mal machacadas para verlo sonreir, como acostrumbraba a hacer. Sacarle una sonrisa a mi padre no era complicado, y siempre me llenaba de alegría hacerlo.

Era como estar encarcelado y que un guardia dejara la llave en el cerrojo de tu celda.

Al decir eso recordé, esa frase la utilizaba él en exseso, junto con muchas otras, que no llegaría a narrar ni aunque tuviera todo el tiempo del mundo.

Con él jugaba a los piratas en el patio, con un par de ramas como espadas y árboles como barcos. Solo recordar eso me llena de nostalgia y se me genera un nudo en la garganta, recordando la hemosura de esos tiempos mosos. Siempre le insistía con que sería un gran marinero algún día, tal como él, y esas simples plabras lograban sacarle dulces lágrimas que caían en mi hombro durante un cálido abrazo padre-hijo. Yo sonreía inocente, sabía que lloraba de ternura, no por otra cosa.

Aún recuerdo cuando cumplí quince años, me llevó hasta un barco y me comentó lleno de esperanzas que me llevaría en un largo viaje. Mis ojos se iluminaron cuando estaba ya subiendo por la plancha hacia la gran borda del buque, lleno de cuerdas que colgaban de allá para acá. Conocía cada esquina de un barco, por lo que nada allí se vió desconocido a mis ojos. Acarisiaba los mástiles y los bordes del barco, analizandolo de punta a punta para comprobar que los libros no mentían. Finalmente, y luego de interminables preparaciones, zarpamos. Lo admito, entré en pánico a los no muchos metros del puerto ya que imaginaba lo peor. Falta de suministros, tormentas fuertes, fallas en el manejo, etc. Pero varios marineros allá se encargaron de calmarme, asegurandome de que todo estaría bien y adcirtiendome de que devería hacer en tales casos. Nunca pensé, que los marineros serían tan amigables. Los conocía con una personalidad típica de pirata, avaro, gruñón y pícaro. Pero no, aparentemente son solo cuentos los que narran eso.

El viaje fue fascinante, llenandome de pena y alegría a la vez al llegar a casa, finalmente. No estoy seguro de que objetivo tenía el viaje, de seguro lo olvidé, pero actualmente no me importa. Recuerdo la cena elavorada que armó mi madre, llenandome de regocijo al provar de nuevo la comida hogareña de mi adorada madre.

Desde entonces tuve una meta clara, visitaría todo el mundo, ya que el hecho de viajar me llenó de adrenalina. Y, con mi poca edad de diescisiete, emprendí mi viaje, dejando a mi familia con honorados recuerdos de mí antes de mi partida. Aparentemente mi padre tenía mucha confinza en mí, porque en otro caso no me hubiere dejado ir ni al mercado. Y así, con mochila al hombro, comenzó mi recorrido sin destino fijo. Partí de mi ciudad natal - Sidney, Australia- hacia Asia, de allí a Europa, España, para especificarme. De allí recorrí sus alrededores y salí nuevamente, rumbo Buenos Aires. Me costó la vida recorrer Argentina y Brasil por sus extensos territorios, intentando poder visitar cuanto más. Fuí subiendo y llegé México, donde cruzé la frontera a Estados Unidos. Diescinueve tenía para entonces, por lo que no ví mal empezar mis estudios universitarios - no me valería la vida enterá como resepcionista. Busqué una buena escuela y un buen hogar para confortarme. ¿Una casa compartida? Perfecto para mis gustos.

Allí conocí a quienes serían mis mejores amigos de por vida, aunque también a mis... "enemigos". Y como olvidar, a mi preciada Ariana, mi novia. Costó lo suyo conquistar su corazón, pero nada que no pueda conseguir con algo de esfuerzo. En fin, estoy más conforme que nunca viviendo aquí.

Daría cien vueltas al mundo por ellos, ya voy una.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

No despegué mi culo de esta silla hasta terminar esto, agradescanme. (Me duele el culo D:)

¿Lectores fantasmas? ¿Están ahí?

La Casa Del ZodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora