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No vales nada.

Esa era la voz a la que Rose tanto temía. Esa vocecita interior que le recordaba todos los días lo poco valiosa que era. Volvió la mirada hacia el espejo de su baño, mientras acomodaba sus rizos castaños sobre sus hombros. Sus ojos estaban cristalinos por sus propias lágrimas, las cuales parecían incluso luchar por derramarse. Rose era consciente de que si eso sucedía, no iba a poder detenerlas.

Gorda. Nunca nadie te va a querer.

¿Por qué no desapareces? Matate, si total no le importas a nadie.

Sus muñecas estaban vendadas y las gotas de sangre que horas antes había derramado, solo eran manchas secas en el suelo. Un recordatorio de cuanto dolor se acumulaba en su interior.

—Rose, ¿estás bien? —escuchó la voz de su hermano mayor tras la puerta.

Blake creía que aquellos días de dolor habían terminado el día en que murió su madre y encontró a Rose en mitad del baño, con una tijera en mano y sangre rodeándola. Ella apenas tenía catorce años y no era la primera vez que lo hacía, pero si la más dura. Tres años después tenía tres cosas muy claras: su madre estaba muerta, su padre la odiaba y su hermano creía que su vida era normal y feliz.

Soltando un suspiro, acomodó las mangas de su camiseta de manera que las vendas desaparecieran bajo esta y abrió la puerta. Blake la observaba sin decir nada y un minuto más tarde la tomó entre sus brazos.

—Decime que no lo volviste a hacer, por favor —le suplicó su hermano levantándole la cabeza con un dedo en su barbilla—. No soportaría perderte a vos también.

Rose volvió a abrazarlo. Las pocas veces que se sentía segura, era gracias a su hermano mayor.

—Todo duele demasiado —ella suspiró hundiendo la cabeza en su cuello.

—No voy a dejarte morir —él le respondió seriamente acercándola más a su cuerpo.

—Entonces enseñame a vivir.

Su alma pedía a gritos algo de luz.

✨✨✨

Rose en multimedia.

Más Fuerte Que Las EspinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora