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Unas fuertes manos rodearon mi cintura en el instante en que mi cuerpo se impulsó hacia adelante y tiraron de mí hacia atrás, haciendo que perdiera el equilibrio. Sentí como mi espalda chocó contra algo duro, y pude sentir también el subir y bajar de una respiración acelerada detrás mio.

—Si yo no llegaba —dijo una voz entrecortada en mi oído—, ¿de verdad te hubieras tirado?

—Sí —intenté que mi voz sonara firme, pero creo que fue más como un susurro. Las piernas aún me temblaban incontrolablemente.

¿Quién me estaba sosteniendo? ¿Quién era este chico que lo había evitado todo? Su cuerpo cálido contrastaba con el mio, helado como un hielo. Y sin embargo, no tenía idea de quien se trataba. O siquiera si lo conocía. Pero lo peor de todo, era que no importaba si era un extraño quien me sostenía, me importaba que no quisiera que me soltara.

Los brazos de este chico me estrecharon con más fuerza aún, como si tampoco quisiera alejarse de mí. ¿Qué carajo estaba pasando? Al principio me tensé, pero conforme fueron pasando los segundos, me encontré relajando mi cuerpo por completo para apoyarme sobre el pecho de él. De alguna manera, el hecho de que un desconocido estuviese sosteniendome así, me descolocaba y emocionaba a la vez. Solté, dejando salir el aire que no sabía que estaba reteniendo y giré levemente el cuerpo para ocultar mi cabeza en el hueco del cuello del chico. ¿Desde cuándo hago estas cosas? Siento que pierdo cada vez más el control sobre mi cuerpo y no sé que hacer. No sé si mirarlo, seguir abrazándolo o huir como cada vez que me encuentro confundida sobre mis sentimientos. Él controló la situación. Se acercó todavía más a mi cuerpo y apoyó su barbilla en mi cabeza, ya que era algo más alto que yo.

Reprimí las lágrimas que amenazaban con derramarse —que novedad— y suspiré profundamente. Luego, con un suave movimiento, el chico me obligó a mirarlo.

—Supongo que vas a decirme tu nombre —dijo mirándome de manera intensa, pero con una cálida sonrisa—, al menos eso me debés. Te acabo de salvar la vida.

—¿Quién te pidió que lo hicieras? —respondí de forma automática bufando y obligándolo a que me soltara.

—Calma, fiera —rió—. Sólo era una simple pregunta.

—Rose —rodé mis ojos—. ¿Contento?

—Lo sería si me besaras —pronunció después de guiñarme un ojo.

Sentí un escalofrío cuando él apoyó su frente sobre la mía, para después besar con dulzura la punta de mi nariz. Y no sabría decir si fue porque me sentí incómoda o porque me gustó ver que lo hacía. ¡Dios! Estoy tan confundida que cuando me habló nuevamente no escuché ni una sola palabra.

—¿Qué? —dije confundida dando un paso hacia atrás. Su cercanía no ayudaba para nada.

—Adam Hale —respondió y volví a observarlo, todavía confusa—. Ese es mi nombre.

Definitivamente debe pensar que soy una idiota. Si, es eso. Y lo más probable es que tenga razón. No es como si lo hubiese dicho en voz alta pero es todo en lo que puedo pensar en este momento y... Sí, mejor paro.

Genial, sos simplemente tan genial. Con razón estás sola, todos saben lo estúpida que sos.

Ignoré aquella voz y me centré en Adam. Era perfecto por donde lo miraras. Sus ojos eran profundos y transparentes, uno podía saber exactamente lo que sentía. E insisto, se estaba riendo de mí. Pero no burlándose, era como si realmente yo fuera graciosa para él. Ni explicar sé. Su nariz era algo pequeña pero no importaba, su rostro era proporcionado. Y sus labios... no podía creer que detuviera mí vista justo ahí, sobre los carnosos labios del chico que no dejaba de observarme con una sonrisa. Y Adam también observaba detenidamente los míos, los cuales eran algo finos y frágiles, como yo misma lo era.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2018 ⏰

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