Capitulo 5.

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Justin.


¡TRES DÍAS! Ese es el tiempo que había pasado desde mi última brutamente larga hora de tormento. Mi vida era asombrosa fuera de estas pendejadas de sesiones de una hora cada semana... ¡dos veces a la semana! Y cómo una mujer, aunque extrañamente atractiva, podía meterse bajo mi piel como esta lo hacía estaba lejos de mi entendimiento. Entrelacé mis dedos, haciendo estallar mis nudillos, luego incliné mi cuello de un lado al otro, haciéndolo crujir también mientras esperaba. —Qué mierda —dije en un murmuro. Yo podía acostarme con cualquier maldita mujer que quisiera a cualquier hora del día. Si hubiera conocido a la Doc en algún bar un fin de semana, no tenia duda de que habría sido mía para ahora. Pero ella tenía algún estúpido código de ética donde esconderse para mantenerme a raya. Así que, me senté, pensando en mi siguiente movimiento. Cómo hacerla enfadar. Cómo meterme debajo de su piel también. Y mientras me sentaba en ese maldito vestíbulo... otra vez... dejé escapar un exasperado y fuerte suspiro esperando que ella lo oyera. Esperar no era mi especialidad. Cuarenta malditos minutos más tarde, ella voló a través de la puerta, y mi sangre estaba más que hirviendo, mi labio se tiró en un gruñido, listo para atacarla por faltarle el respeto a mi tiempo. Al menos hasta que noté su apariencia desaliñada. Su cabello estaba amoldado sobre un lado de la cabeza y por alguna razón se veía aturdida.

Un chichón del tamaño de una pelota de golf estaba cerca de su sien derecha, donde el sudor corría. —Lo siento, Sr. Bieber, por favor venga conmigo.

—¿Te gustaría reprogramar? —pregunté, tratando de cuidar mi tono. Una carpeta de archivos se cayó de sus manos y los papeles se dispersaron. Me agaché, la ayudé a recogerlos y miré el balanceo de su escote cuando ella se movió. Mi enojo se escabulló y por la razón que sea, la tensión dejó mi cuerpo. —Lo siento, Sr. Bieber.

Si usted puede quedar, yo también. —Deja de decir que lo sientes. ¿Qué paso? ¿Por qué llegaste tarde? —Lo siento. —Hizo una mueca de dolor—. Por favor, Sr. Bieber.

Cuando le pasé los papeles, sostuve su mano un poco más de tiempo de lo necesario, forzando sus ojos a encontrar lo míos. —Por favor Doc, dices Sr. Bieber y yo busco a mi padre.

Y sabes lo que le pasó a mi padre. Sus ojos parpadearon lejos. —Bien... Justin.

Lamento llegar tarde. Realmente lo siento. Tú tienes una obligación de estar aquí y no quiero que pienses que no me estoy tomando esto con seriedad. Si no te presentas se dicta una orden. Si yo no me presento... bueno, lo siento —se disculpó ella silenciosamente. Había una tristeza en sus ojos redondeados, y la molestia se apoderó de mí que ni siquiera me importo un poco. —No te preocupes. Pongamos este espectáculo en camino. Ella solo ofreció un simple asentimiento y se dio la vuelta. La seguí a sus espaldas, lo cual tenía que decir era la mejor parte de este trato. Mirarla caminar. Ella tenía el trasero más sexi. Por el momento, estaba escondido debajo de su falda. Pero las pantorrillas y muslos desnudos dirigiéndose hacia él... yum. Algún día. Después de cerrar la puerta, se sentó con su carpeta y papeles, y el profesionalismo la había poseído de nuevo. La máscara estaba en su lugar. —Ahora. ¿Cómo estás? —Bueno estoy un infiero mucho mejor que tú en este momento.

¿Qué anda mal? Instantáneamente, ella sacudió la cabeza. —Sr. Bie... Bieber.

No estamos aquí para hablar de mí. —¿Qué tal si hacemos un pequeño trato, Doc? Yo hablo. Tú hablas. ¿Hecho? La observé mientras ella hacia una comida de su labio inferior. —Mi auto se averió. Salté sobre la línea amarilla y se hizo tarde debido a todas las paradas. Es así de simple. Me gustaría abordar algo de la última vez. ¿La línea amarilla? ¿De dónde demonios venía ella? —De acuerdo. —Reposé mi tobillo derecho sobre mi rodilla izquierda. —No estaba tratando de ser presuntuosa acerca de tu vida o tus padres. No sé mucho de ti fuera de un par de cosas que me contaron. No he leído un archivo. Pero ¿te gustaría hablar sobre tus padres? —No. ¿Necesitas un aventón a casa? —Sr. Bieber —me regañó ella, luego cerró sus ojos, viéndose como si estuviera adolorida—.

Por favor responda mis preguntas. —Ya respondí a tu pregunta. No quiero hablar sobre mis padres. Finalmente poniendo su bloc de notas a un lado, ella me miró con esos ligeros ojos grises. —¿De qué quieres hablar? —Quiero saber si necesitas que te lleven a casa. ¿Y qué le pasó a tu cabeza? No entendía por qué seguía cerrando los ojos. La pregunta no era difícil. Un simple sí o no. —Justin.

—Ella casi lloró y tiró de mi corazón un poco—. Te necesito... Esas palabras me sacudieron... me golpearon como una bala en el pecho. Inhalé bruscamente. Mi pie comenzó a girar, arriba y abajo, mientras peleaba con la urgencia de salir corriendo de la habitación, pero algo mantuvo mi trasero pegado a ese sofá de dos plazas. Me desplacé en mi asiento cuando temí que ella viera mi madera deportiva.

Qué demonios... No sabía si estaba más preocupado por ella necesitándome sexualmente o... lo que sea... ¡Mierda!

—Te necesito como mi cliente y necesito este trabajo. Pero si debes saberlo, mi auto se averió y vivo en una pocilga. Ahora por favor habla conmigo. Tengo que darle reportes a la corte y ahora mismo, no tengo nada. Miré hacia abajo para ver si mi pecho estaba en realidad derrumbándose. La desesperación en su voz causo estragos en mí simplemente porque parecía que su bienestar dependía de mí. Normalmente eso me mandaría corriendo en la dirección contraria tan lejos como una mujer esté involucrada, pero en su lugar había un abrumador deseo de... ayudar. —¿Qué quieres saber, Doc.? Soy un libro abierto —dije inclinándome hacia ella, exhibiendo una sonrisa que hacía que la mayoría de la chicas se desvanecieran. —¿A qué te dedicas? —preguntó ella con una semi-sonrisa. —Soy un gorila.

Sus cejas rojo oscuro bajaron y tres líneas se plegaron a través de su frente. Por primera vez, me sentí juzgado por ser un gorila. La habitación estuvo incómodamente silenciosa por un par de minutos. —¿Por qué estás involucrado en la corte? —No soy un criminal. —Eso no fue lo que pregunté. Tomó todo lo que tenía para no ser un cretino. Así que me senté, permitiendo otra pausa silenciosa, pensando mis palabras de paso. Finalmente, dije:—No voy a tolerar a un hombre golpeando a una mujer.

Sus ojos se ampliaron un poco pero no podía leerla todavía, así que no estaba seguro de lo que significaba.

Esta vez, ella estaba callada.

—¿Y... tú... siempre tratas a las mujeres con el mayor respeto? Le disparé una sonrisa vulgar. —Cuando se lo ganan o se lo merecen. Las esquinas de su boca se elevaron también. Me gustaba eso. Mi interior sonrió. —¿Haces pesas? —Sí. Trabajo mucho. ¿Tienes novio? —pregunté, ansiosamente esperando una respuesta. Sus manos se encontraron en su regazo cuando la lapicera se cayó de su mano. —Sr. Bieber.

—Justin—la corregí, cuando ella inspiró.

—Justin. Esa no es una pregunta apropiada.

—No estaba destinada a serlo. Después de girar en su silla y mirar el reloj, dijo: —Oh wow. Yo no estaba solo atrasada sino que te mantuve incluso hasta más tarde. Se acabó nuestro tiempo por hoy. Por supuesto que sí. No había forma de que fuera a descartarme de nuevo. Aceché hacia ella y giré su silla de vuelta alrededor hasta que me estaba enfrentando. Ella examinó sus torpes dedos. —Te voy a llevar a casa. Su boca perfectamente redondeada cayó abierta, y luego ella se disparó de la silla. —¡Sr. Bieber! No puedo ir a casa con usted.

No sé lo que cree de mí o lo que hace con otras mujeres pero yo no voy... no puedo... ir a casa con usted. ¡Soy su terapista! Una lenta sonrisa se extendió por mi rostro.

Y alcancé hacia ella para remover un solitario cabello que parecía pegado en el ligero lustre de su brillo de labios. Ella se congeló. —No estaba hablando de que vinieras a casa conmigo, Doc. —Mi diabólica sonrisa se amplió—. Te voy a llevar a tu lugar. A tu casa, para dejarte allí. A menos que quieras que me quede. —Le guiñé, lentamente quitando el cabello de su labio. La cosa que encontré más fascinante fue que hubo una fracción de segundo donde ella se volteó hacia mi toque. —No te puedes quedar —susurró—. Tampoco puede llevarme a casa, Sr. —pausó—. Justin.

—¿Por qué? Ella se paró, agarrando su bolso del escritorio donde lo había lanzado cuando entramos. —Es inapropiado. Por eso —dijo, apurándose a alejarse de mí y abriendo la puerta. Yo la empujé hasta cerrarla y me pregunté si pasaríamos por esto de abrir y cerrar la puerta en cada sesión. —A la mierda lo inapropiado. Tú necesitas un aventón y yo estoy aquí. Es práctico. —Dije que no. Abrió la puerta de nuevo. Esta vez la cerré de un golpe. —¿Por qué? —¡Porque yo lo digo! —escupió ella. —Eso solo funcionaba viniendo de mi madre, Doc. ¿Por qué? —¡Porque no quiero que veas adonde vivo, ¿bien?! —gritó ella, luego arrojó la puerta abierta y se precipitó afuera.


Sessions Interrupted➳jb.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora