Capitulo 7 Shana

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Corría por todos lados cuando tenía 7 años, mi instinto animal controlaba gran parte de mis acciones, corría de un lado a otro asustando a otras niñas, me escondía en los arbustos y acechaba a las chicas por lo general mitad ratón, ellas se molestaron por eso y un día llamaron a una niña más grande que era mitad cobaya, su cabello era muy bonito de color café con negro, pero no pude apreciarlo bien porque pronto comenzaron a pegarme entre todas... Solo recuerdo que vi la sombra de un gran murciélago, ellas corrieron asustadas, cuando me di la vuelta vi como se alejaba, tenía el cabello negro y le llegaba a la cadera, trate de buscarla pero nunca la encontré, después supe que ella había sido llevada para conocer a su pareja.

Ese día me tiraron un diente y me dejaron el ojo morado, corrí a la fuente para lavarme la cara porque la sangre me escurría, sin saber que me las encontraría otra vez ahí, cuando las vi corrí de regreso a mi casa, desde ese día siempre me pegaban, la verdad era muy delgada y no podía defenderme de ellas... Poco a poco comencé a sentir odio, en especial hacia las chicas ¡Mitad Rata!

En un libro en la escuela encontré que antes las mujeres hacían ejercicio y practicaban defensa personal, así que comencé a hacerlo, desde ese día se me hizo un hábito ir al gimnasio cerca de la I.P.F.P.

Para cuando tenía los 15 años ya había sufrido suficiente, y estaba cansada de huir, así que cuando las vi acercarse en vez de correr camine hacia ellas, ahora era más alta y tenia muchísima más fuerza, me pare frente a la chica mitad cobaya y la mire a los ojos, sentía mucha furia contra ella.

Ella me lanzo un puñetazo, el cual detuve con la mano, sus manos eran demasiado delicadas, trato de golpear mi estomago pero igualmente lo detuve, quiso soltarse pero no tenía fuerza, era como si estuviera peleando con una niña pequeña.

El ejercicio dio sus frutos, después de todo no volvieron a molestarme.

Cuando tenía los 18 años fui a clases de cocina decidida a aprender, el robot que nos enseñaba era muy estricto, y aunque muchas veces me corte los dedos al final aprendí. Desde niña escuchaba que las demás hablaban de cómo serian los hombres, y no pude evitar imaginar que pasaría cuando yo tuviera una pareja.

Pensaba que podría ser un mitad oso, o tal vez un mitad águila, siempre había pensado en que si fuera mitad águila me llevaría a volar y quizás podríamos escaparnos, ir lejos a donde nadie pudiera alcanzarnos.

Vi a muchas chicas mitad aves que volaban de un lugar a otro y aunque muchas veces quise hablarles, ellas no se acercaban a mí tal vez por el instinto de sobrevivir.

No es como si me importara mucho estar sola, después de todo siempre había sido así.

Muchas veces y por instinto sentía la necesidad de acechar a algunas chicas, una chica venado solía ser mi presa favorita, cada vez que podía corría detrás de ella, jamás logre alcanzarla, ella tenía unos cuernos largos sobre su cabeza, enredaba su cabello en ellos haciendo algo así como una telaraña y se veía muy bonita, el ultimo día que la vi fue en la I.P.F.P. estaba formada con todas, ella me miro y antes de ir hacia la habitación que le designaron me sonrió.

Yo debía entrar también a la habitación, donde me esperaba quien seria pareja, solo me apresure a escribir mi nombre en la tarjeta y entre al cuarto.

Estaba muy nerviosa así que entre muy despacio, lo primero que percibí al entrar era algo que jamás había olfateado en mi vida, su olor me hizo sentir extraña, incluso sentí un leve mareo, pero no era desagradable mas bien era como hipnótico.

Algo que olvide al ver sus orejas, las típicas orejas de un chico mitad rata, inevitablemente recordé a esas chicas que me hicieron sentir tan mal de niña... No podía creerlo, era una rata quien me había tocado por pareja.

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