Capítulo ·7· Una Muñeca

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Los chicos iniciaron su travesía a las 12 a.m., cruzaron el jardín hasta llegar a las puertas del sótano, intentaron abrir las dos pero sola una estaba desbloqueada, alumbraron con la linterna del celular por lo que Noel pudo reconocer la silla de la que Victoria hablaba, era de madera oscura y con respaldar y asiento color rojo. Al ser él más alto que ella, entró primero, introduciendo sus piernas hasta tocar la silla; mientras tanto, Victoria se aseguraba de que no hubiese nadie viéndolos.
    Acto seguido, él se preparó para recibirla, al igual que él introdujo sus piernas primero y él la tomó por la cintura.
Intentaron observar el lugar, pudieron notar como estaban las otras partes aquel comedor rojo; otras sillas y la mesa grande. La mayoria de esas sillas estaban quebradas y tapadas con un plástico.
    Era un lugar bastante frío, construido con concreto el cual no fue pintado ni lijado, estaba muy lleno de polvo, debajo de escaleras solo habían pedazos de madera, sacos de cemento y otros materiales de construcción.
—Aquí no hay nada —decía él en susurros.
—Vamos a tener que optar por el plan B —dijo ella señalando las gradas que alumbraba luz muy tenue se metía por la puertecita.
Afortunadamente, la puerta no hizo ningún ruido al abrirla, así que Noel se asomó por una pequeña rendija para mirar en que parte de la casa se encontraban, notaron que estaban justamente en la sala de estar, la luz era bastante limitada ya que la única  iluminación que entraba era la del alumbrado publico que se colaba por la ventanas que no tenían las cortinas cerradas.
Noel observó por un momento las condiciones, frente a él se encontraba un sofá de tres plazas de tela y una mesita de café frente al sillón, conforme se sintió más cómodo sacó un poco más la cabeza, a su derecha se encontraba un altar que le habían construido a su hija iluminado por muchas velas con una enrome foto de la niña en el centro, justo a la par de la foto dos muñecas de porcelana y arreglos florales. A su izquierda se encontraba un enorme comedor de más de 10 plazas.
Los chicos salieron poco a poco al notar que no había nadie y todo parecía en su lugar, de entrada su primera impresión fue notar que todo estaba perfectamente limpio y organizado, la sala de estar, a pesar de ser muy grande, tenía una decoración algo antigua, las paredes estaban forradas de papel tapiz, las cortinas tenían patrones florales y los muebles eran algo antiguos también. Tenían una colección de vajillas y platos, junto con pequeños adornos de cristal de animales en un gran trastero de madera y vidrio. Las alfombras tampoco ayudaban, tenían alfombras persas, las lámparas eran de tela y cuadros de paisajes decoraban las paredes.
Victoria también noto como la puerta del sótano estaba oculta en la decoración de la casa, desde allí no se notaba que había una puerta.
—Parece que aquí no vive nadie —susurró él.
—Y estas horribles muñecas me están asustando —comentó ella.
Los chicos notaron que las muñecas no solo estaban en el altar sino por toda la casa, en el sofá, en las mesillas, en los libreros. Alguien realmente estaba obsesionado con estos objetos.
Victoria se detuvo a observar las fotos familiares de los Richardson que estaban colocadas en la pared principal, parecía un museo antiguo lleno de fotos de su árbol genealógico. Victoria observó a sus abuelos, primos y tíos para finalizar en la sección más grande: la de su pequeña princesa. Intrigada, observaba con detenimiento todas las fotos.
—¿Has notado la cantidad de fotos de Annelisse? —dijo Noel mientras tomaba un recuadro de la mesita de café que estaba en medio de los sillones.
—Es aterrante —dijo ella con un gesto de desprecio en su cara.
—Es por aquí —señaló las gradas.
Las escaleras eran de madera, en lo que intentaron poner un pie en el primer escalón un rechino sonó por la silenciosa casa, Victoria intentó saltarse ese escalón y poner el pie en el segundo, ese ya no sonó, Noel le siguió los pasos e intentaron caminar de puntillas y juntos, aunque era casi imposible evitar el sonido, pudieron subir con éxito sin causar mayor problema.
Ese segundo piso mantenía la misma vibra del primero, era un solo pasillo grande adornado con una estrecha y larga alfombra con 5 puertas, dos al lado derecho y tres al lado izquierdo.
Los chicos empezaron a caminar y tan pronto cuando llegaron a la primera puerta una suave música para dormir y una tenue luz salía por la rendija inferior, al ser la única habitación con una señal de vida, entendieron que estaban frente a la habitación de los Richardson.
Decidieron apurar el paso para alejarse lo más posible de esa primera puerta. Entre cada habitación habían unas pequeñas lamparitas con luz suave, al momento de caminar notaron cómo eran sensibles al movimiento, de inmediato empezaron a alumbrar con más fuerza todos sus pasos.
Victoria asustada, miró a Noel esperando alguna dirección pero él le hizo un gesto que siguiera adelante esperando lo mejor. Ella siguió caminando hasta que de inmediato supo cuál era la habitación de Annelisse, ya que la puerta tenía una A de madera pintada de rosa y unas pegatinas de flores. Los chicos no lo dudaron en ingresar de inmediato con todo sigilo.
La habitación de Annelisse era toda rosada, tenían una cama individual de metal, la cual estaba perfectamente hecha con su colcha de florecitas y un conejo de peluche sentado en el centro. Cada pared estaba rodeada de estantes que contenían miles de muñecas y una decoración muy infantil. Tenía un espejo grande y una mesita de madera blanca donde estaban sus perfumes y cepillos, daba la impresión de que era la habitación de una niña, no la de una joven de 17 años.
Victoria no dejaba de observar lo que estaba allí; aquella pesada oscuridad no los dejaba ver a detalle. Ella abrió el closet y estaba perfectamente organizado, pero curiosamente solo tenía vestidos de tul, muy parecidos a todas las muñecas que la acompañaban en su habitación. No había forma de que solo esa fuera su ropa.
—¿Qué buscamos exactamente? –dijo él susurrando.
—No lo sé, algo que nos dé una pista.
Los chicos encendieron la linterna de sus celulares y empezaron a buscar; al principio parecía inútil, no tenían claro qué buscaban ni sabían dónde buscar.
—Vi. —La llamó él señalando un pequeño trofeo de un concurso de belleza de 1997. —Exactamente la fecha marcada en el calendario.
Victoria se asomó para revisarlo, pudo confirmar como decía: 1997. Los chicos emocionados tomaron el objeto, al momento que lo introdujeron al bolso el rechinar de una puerta interrumpió su felicidad.

AnnelisseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora