False Reality |Louis Tomlinson|

Prólogo

“Una mirada vale más que mil palabras” y era cierto, o al menos eso pensaba la joven Cam que dormía al lado de aquel muchacho.

El día que le conoció durante aquella clase de Dirección Financiera se prometió mirarle una vez. Una sola vez. Sus ojos eran tan azules como el propio mar y brillaban en total plenitud, igual que lo hicieron los días siguientes. Ambos se sonrieron y ella se dio la vuelta, con una nueva obsesión: él. 

Entonces supo que aquel chico se convertiría en alguien importante en su vida. Y así fue. Aquel muchacho se convirtió en su obsesión diaria, todos los días de todos los meses. Ella amaba lo imposible y le excitaba lo prohibido, y él era ambas cosas. Cayó en su fortaleza y en el azul turquesa de sus ojos, y no pudo volver a salir. Tampoco pudo pedir ayuda para hacerlo. Simplemente cayó y se quedó inmersa en ese bonito color porque era el único que podía cobijarla del mal que le rodeaba.

Cayó en Louis Tomlinson.

La joven le miraba embelesada. Paseó los dedos por su rostro, por su barba incipiente, por sus ojos cerrados, por las comisuras de sus labios y por las cicatrices de sus dedos. Louis era tan fuerte que a veces no era capaz ni de creérselo ella misma. Mirar a Louis era como despertar. Sonrió débilmente, depositó un beso en sus labios y salió de la cama con una de sus camisetas de tirantes puesta.

Cam bajó a la cocina. Tenía suerte de que su padre hubiera salido a pasar fuera el fin de semana y su hermano fuera a pasar la noche con una «amiga». Louis y ella tenían la casa para ellos solos. La joven Camyl Black abrió la nevera y vertió un poco de agua fría en un vaso de cristal, se apoyó en la encimera y respiró hondo cuando de repente escuchó unos gritos provenientes de... su dormitorio.

Tuvo dos segundos para unir todas las piezas. Tan solo dos segundos.

—¡Louis!— gritó finalmente, tirando el vaso de agua al suelo que se hizo pedazos y subió las escaleras hacia el piso de arriba de tres en tres.

Cuando entró en su dormitorio, Louis estaba en medio de un lío de sábanas, luchando contra ellas y gritando a todo pulmón. Sin embargo no era capaz de despertarse. La joven se lanzó sobre él, apoyando sus piernas a ambos lados de sus caderas y comenzó a zarandearle por los hombros.

—¡Louis! ¡Despierta!— gritó ella con voz ahogada por culpa de las lágrimas que le oprimían la garganta—. ¡Despierta! ¡Louis, por favor!— suplicó. 

Finalmente Louis abrió los ojos de par en par y clavó su mirada en la de la ella, que le miraba aterrada y con los ojos impregnados en lágrimas.

—Era él— susurró el muchacho con la frente bañada en sudor y la respiración entrecortada—. Era él. Venía a por mí. Quería matarme.

—Shh, por favor— afirmó ella—. Él no está, Louis. Él se ha ido para siempre— murmuró la chica, sujetándole el rostro entre sus pequeñas manos y paseando los dedos por sus mejillas—. Está bien. Tú estás bien. Los dos estamos bien— musitó—. Por favor, basta.

—Lo siento— dijo él en bajo y le apartó las lágrimas con los pulgares.

Respiraba con dificultad. Louis agarró a Cam y la obligó a tumbarse sobre su cuerpo. La joven apoyó la cabeza en su pecho, justo encima de su corazón, sintiendo sus latidos rítmicos y veloces contra su mejilla. El fino vello de su torso y la humedad del sudor le acariciaban el rostro. Él simplemente la abrazó, buscando su cuerpo como una vía de escape a todas sus pesadillas. Ella descendió las manos por sus costados con fuerza, intentando hacerle ver que no estaba solo.

—No me dejes, Cam— susurró él y hundió su rostro en el hombro de la muchacha—. No podría soportar perderte a ti también. Por favor, te necesito.

—No lo haré, Louis— contestó la chica con voz ahogada—. Jamás lo haré.

—Júralo— rogó él, abrazándola con mucha más fuerza, casi cortándole la respiración. A ella se le encogió el corazón—. Por favor, Cam, júramelo.

—Te lo juro— susurró ella.

Al cabo de unos minutos se durmió sobre Louis, sabiendo que él la necesitaba para superar todo eso. Y ella no estaba dispuesta a dejarle solo.

Jamás.