Capítulo 1

1.5K 133 13
                                    

Cuatro meses antes

Sonó el despertador y Cam lo apagó de un manotazo, maldiciendo por lo bajo. Soltó una palabrota y se incorporó en la cama. De nuevo, un día más se iba a tener que obligar soportar la misma mierda de siempre. No, en realidad no; aquel día la mierda que le iba a caer encima era varias veces peor. La muchacha se recogió las piernas contra el pecho y clavó su mirada en la televisión de plasma que estaba perfectamente colgada en la pared frente a la cama. Una fuerte presión aumentó de tamaño dentro de su pecho y tuvo que cerrar los ojos con fuerza, obligándose a respirar. Inspiración, espiración. ¿Cuándo aquella estúpida sensación se disiparía? ¿Algún día iba a desaparecer? No quería salir de la cama. No quería salir de casa. No quería ni siquiera respirar.

Respirar era doloroso, pero dejar de hacerlo dolía aún más.

Solo quería quedarse todo el santo día en casa. A fin de cuentas, ¿de qué le servía ir a la Universidad? De nada. Cam tenía memoria fotográfica. Solo necesitaba a un idiota que estuviera dispuesto a dejarle los apuntes. Lo demás estaba tirado. No iba a clase y sus notas eran más que excelentes. ¿Cómo querían que Cam no se lo tuviera tan creído? Tenía todas las razones del mundo para ser así. Por desgracia, aquella mañana tenía que entregar un trabajo de Dirección Financiera y no le quedaba otro remedio más que sacar su culo de aquel cómodo y mullidito colchón para plantarse un puñado de ropa y salir pitando hacia la Malet St.

Salió de la cama, repasando todos los contenidos que había estudiado el día anterior en susurros apenas audibles pero más que suficientes para recordarlos. Era evidente que ser la alumna más problemática y —al mismo tiempo— brillante de la Universidad de Londres era tan complicado como respirar por la boca y tragar agua a la vez. Una completa locura.

Tras darse una ducha rápida —que consiguió despertarle lo suficiente como para saber distinguir unos vaqueros de una chaqueta— se puso unos ajustados leggings, unas Dr. Martens, una camiseta en la que se podía leer School Sucks y una cazadora de cuero. Se maquilló y bajó a la cocina, donde su hermano le había preparado el desayuno.

—No me gustan esos leggings— aseveró él, mirándola de arriba a abajo, e hizo una mueca—. ¿No tienes otra cosa para ponerte, Cam?

—Me importa una mierda que no te gusten. Te jodes— replicó sin mirarle—. Te lo digo siempre que me los pongo, imbécil.

Y aquella era la nueva y despreciable Cam. Desde que su hermano pequeño murió por aquella maldita enfermedad, Cam se había convertido en aquella chica. Fría, indiferente y totalmente ajena a lo que ocurría a su alrededor, escondiéndose bajo esa ropa oscura y todo aquel maquillaje. Alguien totalmente diferente a la chica que se sentaba con él a ver la Super Bowl o la NBA con sus camisetas holgadas y el cuenco de palomitas sobre el regazo con el pelo recogido y sus ojos brillando en total plenitud. Josh se preguntaba si algún día volvería a ser la joven Cam despreocupada, divertida y alegre que había sido antes de la muerte su hermano que había terminado por destrozar a la familia.

Sus padres se divorciaron algo después del fallecimiento de Connor y perdieron el rastro de su madre, que desapareció del país y de sus vidas de la noche a la mañana en un intento por alejarse de todo aquel insoportable dolor. Su padre decidió empezar a salir con una arpía cazafortunas que tanto Cam como él detestaban, y estaba más centrado en su jodido trabajo que en el estado de sus hijos. Tal vez esa fuera una razón más por la que Josh estuviera aún furioso con él: había dejado de lado a Cam. Se había olvidado de que tenía un hijo que tuvo que tomar las riendas de su hermana y una hija que sufría depresión y fuertes ataques de ansiedad a todas horas.

—Cam, deja de hacer eso— suplicó su hermano—, por favor.

Ella le miró un momento, centrándose de lleno en sus ojos azules profundos, suplicantes. Aquella repentina muerte los había cambiado a todos. Josh se convirtió en el protector de la familia. Su padre se pasaba el día fuera y ella no tenía con quien estar. No odiaba a su hermano, simplemente buscaba alguien con quien estar furiosa y él era siempre el primero en encontrarse en casa. El pobre no tenía culpa de nada y, por el contrario, ella parecía empeñarse en hacerle la vida posible, como si el destino de Connor hubiera estado en sus manos y él hubiera decidido dejarlo caer.

—¿Dejar de hacer el qué, Josh?— inquirió ella, tremendamente irritada. 

—Deja de actuar como si nada te importara.

—Posiblemente nada me importe— acotó la muchacha.

—Mientes. Podrás actuar de esta manera pero solo yo sé cómo eres, y desde luego que no eres así— continuó él, mirándola fijamente sin pestañear.

—No tienes ni idea. No tienes ni puta idea, Josh—. La chica apartó la mirada y dio un sorbo al zumo de naranja—. Deja de comportarte como si supieras todo lo que nos ocurre a todos, porque eres jodidamente irritante— respondió ella.

—Olvídalo— dijo él, dándose por vencido y vació sus pulmones de aire—. ¿Ese de ahí encima es tu trabajo de Dirección Financiera?— preguntó al tiempo que cogía el trabajo que su hermana se había pasado haciendo durante más de un mes—. Vaya, lo has hecho de la crisis bancaria. Yo he cogido las restricciones de crédito de las compañías internacionales— leyó el resumen por lo bajo y alzó la mirada a la par que arqueaba la ceja ligeramente adusto—. Vaya, tú también.

—Interesante— siseó ella sin poder evitar el sarcasmo y le arrebató el trabajo a su hermano. 

Josh estaba estudiando cuarto curso de ADE y ella tercero de Economía. Lo peor que le había pasado a la joven Cam desde que había entrado en la Universidad era, precisamente, coincidir con su hermano en aquella asignatura. En la Universidad se coincidía con personas de todas las edades, de carreras diferentes con alguna similitud e incluso de otros cursos. La prueba era, sin ir más lejos, Dirección Financiera, en la que Cam no solo coincidía con su hermano, sino también con Harry Styles and friends. Aquella era la principal razón por la que no había ido ningún día a aquella asignatura.

—Deja de estar siempre de mal humor, por el amor de Dios.

—Tú me pones de mal humor. Y son solo las ocho y veinte de la mañana— contestó—. Y odio estar de mala leche desde tan pronto— añadió en un susurro.

—Eso no es ninguna novedad— masculló él, rindiéndose por completo.

Subió a su dormitorio de nuevo. Repasó el maquillaje oscuro de sus ojos para contrariar a su hermano más de lo habitual y guardó su MacBook en la funda —antes de haberse asegurado de que estaba cargado—. Cogió su bolso del sofá de piel de su cuarto y las llaves del coche de su escritorio. Bajó al piso de abajo —sin comprobar si Josh seguía en casa—, dirigió una última mirada al espejo del pasillo, agitó la cabeza varias veces y cerró de un portazo.

Salió al garaje y entró en su Audi deportivo, regalo por su dieciocho cumpleaños.

Una vez en el campus, vislumbró un sitio vacio y aparcó con una elegancia pasmosa en batería. Cerró los ojos y rezó al cielo —a pesar de no creer en ningún tipo de Dios, más que en sí misma— para que el día no fuera tan duro como ella misma imaginaba que sería. Odiaba aquel lugar. Lo odiaba con todas sus fuerzas. Soltó una barbarie y salió del vehículo, cerrándolo con el mando de espaldas al coche. 

Echó a andar con el bolso al hombro, las gafas de sol en el rostro y el pelo rubio platino ondeando al viento. Todas las personas con las que se cruzaba la miraban: unos por su increíble inteligencia y otros por su incorregible rebeldía. Ella lo ignoraba todo con una sonrisa y saludaba con un simple y escueto «buenas».

Una sonrisa hipócrita y un dolor perenne. ¿Nadie notaba que estaba quebrada? Intentaba decir: «mírame a los ojos, ¿acaso ves felicidad?», pero la joven Cam perdía el habla presa de sus miedos. ¿Tan difícil era encontrar a alguien que fuera capaz de desarmarla por completo y llenarla de eso que la gente solía considerar «autoestima»? Y la gran pregunta era:

¿Cómo lograba escapar de sus propios pensamientos?


False Reality |Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora