Cuando era pequeña, me permitieron escoger una mascota, casi con un contrato de por medio, aceptando todas las responsabilidades tales de tener a alguien o algo a tu cuidado. En aquel entonces escogí un gato, uno pequeño y tímido que rescaté de las calles de Paris. En un comienzo se negaron, por el hecho de que era callejero, pero en vista de ser tan pequeño, aceptaron que pudiera criarlo. Era muy afectuoso, hasta podría decir mimado, en vista de que se la pasaba recostado en mi habitación cuando no estaba, o en mis piernas desde que llegaba a casa. Pero llegó el fatídico día en que comprobé que hay gatos y gatos, los más fieles que un cachorro, celosos en demasía, y los malditos traidores.
-¡Todos los gatos son iguales!
Pareció espantarse de mi repentina reacción debido al fugaz recuerdo de perder a lo que creía era un fiel amigo.
-No sé de qué hablas My Lady, yo no soy como los demás.
-¿En serio? Entonces dime por qué me has traicionado, justo cuando estoy en mi peor momento.
Unas pequeñas lágrimas de cocodrilo atestaron el sitio donde comienzan a surgir las pestañas, hasta desbordarse, por sobre la delicada parte del traje que cubría mi rostro, al bajar por mis mejillas y gotear, encontrándose con el sólido cemento de uno de los tantos edificios de Paris.
Sentí sus pasos cerca, con un toque de miedo y esa sensación de no saber que hacer. Su escencia, sus movimientos, la rigidez de sus brazos o el temblor de sus manos lo indicaban todo. Con el viento, llegaban a mi, los indicios de cuando tomar ventaja.
-No deberías caer tan fácil en las lágrimas de una dama. - Dije mientras, en un sólo movimiento, le torcía la muñeca por detrás de la espalda.
Pero Chat no tardó en responder, deslizando una de sus piernas, chocó en mis tobillos y caí. Rápidamente y con destreza, antes de tener la posibilidad de derribarme nuevamente, apoyé las manos en sus hombros y pasé por sobre su cabeza.
-Hay habilidades que poseo incluso sin ser Ladybug. - Parpadeé sutilmente, tenía una expresión boba, por tanto ocurrido en un periodo de tiempo tan corto.
No tardó en recuperarse, llegando al punto de utilizar lo que se podría llamar sin piedad, su bastón como espada. Demostraba una gran destreza que resultaba difícil de esquivar. No importaba si era desde un costado, arriba, abajo o en diagonal, sus ataques eran precisos, correctos y meticulosamente calculados para lastimarme ligeramente y no extremo, aunque si lograron herirme con una increíble fuerza que no creí que tenía.
-Deberíamos apostar. - Alcanzé a atrapar su barra entre los hilos del yoyo tejido a través de unos postes de la iluminación pública. Se hacía tarde, ya incluso se notaba como la luz del sol disminuía incluso sin ser su caída o ya llegado el atardecer.
-¿Por qué no dejamos esto para otro día?, ¿sabes?, tengo una vida que mantener detrás del antifaz.
-¡Eso quiero! - El peculiar brillo en sus ojos se hizo más intenso. - Si gano, sabré tu identidad.
-¿A caso te volviste loco?, ni siquiera nosotros debemos saber eso, ¡es absurdo!
-Si te resulta tan absurdo, entonces vénceme y no habrá preocupaciones en tu vida.
-De acuerdo, tú te lo buscaste.
Ya no había tiempo para juegos, siquiera inocentes bromas entre compañeros, era similar a una guerra, en la que era ganar todo, honor y gloria o simplemente perderlo, junto a la descencia de incluso haber participado en batalla. Parecía una cruzada, en la que prefería morir con honor, luchando pero siempre digna, a escapar como cobarde, temerosa e infantil.
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Un Trébol De Cuatro Hojas
FanfictionLas cosas seguían como siempre, a veces un villano, un ladrón o hasta un gatito en un árbol. Paris era tranquila como lo había sido hasta el momento. Pero en ocasiones el destino nos hace probar algo nuevo, a veces los triángulos amorosos se vuelven...