Capítulo 3

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Lo hecho, hecho está

Los rayos de sol pasaban por la ventana provocando que Stiles despertara. Al abrir los ojos, la luz que traspasaba por las cortinas claras lastimaron su visión. Tardó en acostumbrarse a la luz. Luego de unos minutos observó con atención el dormitorio dándose cuenta de que no estaba en su habitación y lo peor; no estaba solo.

—¿Qué mierd...?— El joven Stilisnki se levantó de golpe al ver quien se hallaba dormido a su lado, viendo que ambos estaban completamente desnudos.

Su pulso se disparó al cielo. No daba crédito a lo que estaba viendo. No quería ni imaginar lo que pasó entonces.
Un dolor punzante sobre su cadera hizo que emitiera un gemido de dolor y, por consecuente, despertara a su acompañante.

—Hey, hola chico de mil lunares. ¿Estás bien?—  preguntó Derek mientras se estiraba y se sentaba en su cama.
Stiles no contestó, estaba congelado en su lugar.
—¿Qué? Oh, ya, ya sé. Déjame decirte algo antes de que vengas con reclamos y clases de moralidad, Stiles— mencionó Derek, sonriendo burlonamente—, te mueves tan bien. Casi ni se notó que eras virgen.

La sangre del joven Stilinski hervía de coraje y vergüenza sobre sus mejillas.

Pese al dolor latente que sentía en su cadera y un poco mas abajo caminó por toda la habitación desnudo en busca de su ropa.
Cuando halló toda su vestimenta rápidamente se la comenzó a poner. Mientras se ponía su ropa notó que al rededor de su pelvis, en su entre pierna, pecho y, al parecer, en su cuello tenía chupetones de diversos tamaños.

—Hijo de...
—Muy hijo de puta y lo que tu quieras, pero anoche te hice gritar mi nombre, le puedes preguntar a los demás que duermen en las habitaciones aledañas— interrumpió Derek—. Ojalá se repita pronto, bombón— dijo suspirando. Era un claro esfuerzo por molestar a quien se echó al plato anoche, esfuerzo que estaba resultando.
—Bastardo— espetó Stiles con saña. Acto seguido, salió de la recámara azotando la puerta tras él y como pudo caminó rápido hacia el complejo habitacional para los de primer año.

Durante el camino Stiles llamó a su padre —puesto que iría a verlo ese fin de semana— para justificar el porqué no iría. Su padre comprendió que el joven Stilinski estaba atorado en tareas y aunque estuviera algo decepcionado por no verlo, aceptó y no lo cuestionó.
No le gustaba mentirle a quien ha estado con él desde siempre, pero tampoco quería decirle que al tipo que tanto odiaba se lo tiró. Sería algo que se guardaría con recelo y temor.

Subir las escaleras fue un triunfo, tomando en cuenta que cada paso que daba era un punzante dolor.
Al llegar al piso donde se estaba su habitación se encontró con uno de sus compañeros.

«Carajo» maldijo el chico de ojos pardos.

—¡Hey, Stiles! fuiste a la... espera, ¿qué te pasó en el cuello?— cuestionó Matt.
—¿E-esto? bah, no es nada— Se apresuró a decir. 
—Ja, claro. Con eso me queda claro que sí fuiste y que te divertiste a lo grande, pícaro— exclamó su compañero mientras le picaba un costado con su codo—. Bien, te veo luego, pillín.
—Si, hasta luego— Se despidió Stiles y continuó su trayecto.

Lo que no quería era que alguien de su clase lo viera. Pudiese ser que el rumor se regara como la ponzoña y tenga que justificar porqué tenía chupetones en el cuello.
El temor se comenzó a hacer más y más grande.

—¿Y si Derek les cuenta no sólo a su clase sino a todas las malditas facultades habidas y por haber lo que sucedió?, joder, mi vida estará arruinada— Se dijo así mismo al par que ingresaba a su habitación y se encerraba bajo llave.

Se tiró sobre su cama destendida y abrazó con fuerzas su almohada preferida.
¿Cómo ocurrió? ¿cómo cedió? ¿porqué cedió?, eran sólo alguna de las muchas preguntas que navegaban por su mente.
El día transcurrió rápido dando paso a la fría noche.
Se levantó y como pudo se dirigió al baño.
Debió darse una ducha desde hace rato pero prefirió quedarse arrumbado sobre la cama.

Poco a poco se fue quitando cada prenda que cubría los chupetones hechos por Derek.
Pequeños flashbacks se hacían presentes en su memoria.
Fragmentos de recuerdos de cómo Derek le quitaba la ropa y la arrojaba por algún lado de su habitación, cuál fue el primer chupeton que le hizo sobre su blanquecina piel, sus manos deslizándose con libertad sobre sus piernas, abriéndolas con ímpetu...
Dio un pequeño brinco en su lugar. No sabía cómo reaccionar ante esos vívidos recuerdos. Bueno, el pequeño Sti si que sabía como reaccionar, mas él en sí, no.

Una vez que quedó totalmente desnudo se metió a la ducha, giró la llave de la regadera de agua caliente y dejó que recorriera su cuerpo con libertad. Cuando estuvo totalmente empapado cerró la llave, acto seguido pasó sobre su cuerpo la barra de jabón. 

Una parte de él deseaba que con esa ducha se desvanecieran las marcas pero era obvio que para ello tendría que pasar días o posiblemente semanas.
Volvió a abrir la llave de la regadera para finalizar ese prolongado baño que tomó.

Salió con una toalla amarrada a la cadera. Al voltear en dirección al umbral de la habitación algo bajo al pie de la puerta llamó su atención. Al acercarse notó que era una especie de carta.
Con dificultad se agachó y la agarró, luego la leyó.

«Hola chico de mil lunares.

Quería saber si podrías darte una vuelta por mi habitación. Como a las 8 de la noche.
Hay ciertas cosas que debemos tratar sobre lo que sucedió anoche...

Espero verte pronto por aquí.

Derek.»

—¡Infeliz!— Gritó de coraje. Se desquitó con la carta arrugándola y aventándola al bote de basura.

Si Derek quería verlo sólo sería para burlarse de él, de que no podía caminar bien y por su supuesto odio.
No sabía qué hacer, cómo solucionar ese percance. 

De lo único que estaba seguro es que no iría a verlo.

Enemigo [AU Sterek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora