Una vez que se hubo sacado el peso de su mochila, Jean trato de prestar mucha atención. Primero, la señora Drake la llevo a la cocina. Frente a la pileta, había una mujer alta, de piel oscura, con una bata de casa estampada y un delantal de cocina blanco. Estaba pelando papas.
— Señora Thomas — dijo la señora Drake —. Le presento a Jean McNab. Trabajara con nosotros durante los próximos meses.
— Es un placer conocerte — contesto la mujer, mientras se limpiaba la mano en el delantal para tendérsela.
Jean se la estrecho con torpeza. Era la primera vez en la vida que cumplía con esa formalidad y no lo hacía del todo bien.
— Encantada — murmuro, avergonzada porque, a juzgar por la mirada de la señora Thomas, se dio cuenta de que ella también conocía los motivos de su presencia allí.
— La cena se sirve a las seis y media — anunció la señora Drake —. Una de tus tareas, antes de retirarte, será preparar todas las bandejas de los pacientes que deseen comer en su habitación.
— ¿Eso implica que algunos pacientes lo hacen en el comedor?
— Si, si tienen deseos de hacerlo.
— ¿Qué otras tareas tendré que cumplir? — Apretó los dientes. Sospechaba que, para pagar el derecho de piso, la obligarían a hacer el trabajo sucio.
— Serán muy divertidas — contesto la directora, mientras se encaminaba hacia una puerta que daba a un inmenso lavadero —. Por esta tarde quiero que dobles sabanas y toallas. El chico que esta a cargo de esa sección hoy no se presentó.
Bueno. Doblar ropa de cama no era ninguna tragedia; era mil veces mejor que vaciar orinales.
Después de la cocina, la recorrida siguió por el comedor, las salas de lavado de ropa, de depósito de medicamento, la enfermería, y las tres salas de estar. Jean estaba cada vez mas confundida. ¿Dónde estarían las ancianas y sus sillas de ruedas? ¿Y los frascos de inhalaciones, los monitores cardiacos y los equipos de rehabilitación?
— ¿Dónde están los pacientes? — pregunto Jean cuando comenzaron a subir escaleras.
— Algunos, descansando en sus habitaciones — respondió la mujer —; otros han salido.
— ¿Salido?
— Si. — Se detuvo en el descanso. — Esto no es una cárcel, ¿sabes? Las personas que pueden hacerlo, salen de compras, van a la biblioteca o cruzan al bar de enfrente a tomar un café.
— Lo siento — murmuro Jean —. Lo cierto es que no sabía que los hogares de ancianos eran tan... tan... flexibles.
— ¿Hogar de ancianos? — La señora Drake parecía confundida. — Esto no es un hogar de ancianos.
— ¿Entonces qué es? — Jean ya empezaba a hartarse de sentirse como una idiota. — Es un hogar para enfermos terminales. La gente viene aquí a morir.
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Qué les ha parecido? Espero que les este gustando.
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No me olvides
Teen FictionEsta historia es de la escritora Cheryl Lanham. Espero que la disfruten, así como lo hice yo.