Previously on Paranoidd...
[...]La ciudad entera estaba fingiendo. Esto debía de ser lo que los entendidos en literatura llamaban distopía, que había adquirido su identidad en cuanto la paranoia dejó de saberse individual.
—Doctor Merlo. Ábrame. Allí. Junto al coche. ¿Puede verlo?
—No.
Nos quedamos callados en ambiente tenso y evidente.
—Señor Merlo, ¿sabe usted algo de ovejas rosas?
—No sé de qué me estás hablando.
El doctor Merlo decía la verdad. Y yo estaba loca. Era una onanista demencial y enferma recreándose en su paranoia una y otra vez.
Había estado atenta todas estas horas, pero en la calle no volvió a suceder un error como el de la niña. Quizá eso fue lo que terminó de confundirme.
Si creéis que Kornelius no volvió a llamar para dar la brasa, es porque no le conocéis.
—¿Cómo? ¿Cómo? —interrumpí—. ¿Puedes repetirlo? ¿Qué has dicho antes de OP?
—Te decía que mi compañero de camilla está operado de un glúteo. OPerado. ¿Entiendes? Es para partirse de risa.
—¿El resto de ciudadanos de Áspid puede veros?
—No he venido aquí a darte esa información —respondió la oveja con brusquedad—, sino a darte otra. Fuimos nosotros quien matamos a Winona. Ese es el objeto esencial que le quitamos. La factura de los nueve millones a partir de la cual ella perdió lo que más le importaba en el mundo: el poder. Ninguna mano suya firmaría jamás una sentencia así, así que decidió que su mano izquierda no era suya. Así de sencillo. Esa mano no le pertenecía, por lo que su cerebro desarrolló el síndrome de la Mano Extraña.
Romina está en peligro. Romina está en peligro. Romina está en peligro.
Llegué a la conclusión de que yo podía ver a Oveja Rosa por el Zyprexa, argumento sostenido por el hecho de que empecé a verla justo el día en que tomé mi primera pastilla. Desde hoy, vas a dejar de tomar el Zyprexa. Entonces Oveja Rosa desaparecerá y tú y Romina os pondréis a salvo. [...]
QUE
Aquella fue la noche pionera en rechazar el Zyprexa.
Allí, tras las paredes manchadas de mi habitación, descubrí que había un mundo subterráneo que solo los desvelados, los insomnistas y los bohemios tenían privilegio de ver. El noctambulismo se presentó ante mí como una señora desvergonzada.
No podía dormirme. El bufido del viento nocturno. El rumor de los coches acercándose y yéndose a toda prisa. El sonido metálico de un toldo al cerrarse. El cristal rodando por el suelo. Las risas intermitentes de los chavales en un banco. El calor relevado de su puesto. Las ventanas abiertas hacia los cuartos oscuros. La gente pidiendo a gritos que bajen la voz, gandules, perroflautas, borrachos. Después la calle quedándose en silencio... Después la calle volviendo a las andadas. Al final me dormí por la pura uniformidad del sonido.
Me desperté en la madrugada y miré la hora con un ojo. Las cuatro y media. Intenté dormir de nuevo, pero un mosquito estaba haciendo Fórmula 1 en mi oreja. Miré hacia el techo y me di cuenta de que me asustaba tanto el paso del tiempo como el no paso. El tiempo es algo que avanza sin que te des cuenta, igual que la ciencia. Solo eres consciente del progreso científico cuando se te atranca el retrete y se te queda la caca ahí mirando. ¿A dónde van todas las cacas?
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Paranoidd ©
Mystery / ThrillerDISPONIBLE TAMBIÉN EN PAPEL Aless va al psiquiatra cada semana para intentar combatir sus conflictos mentales, enfrentando la desconfianza que le produce la medicación cada vez que llega a casa. Aless no estudia, no trabaja, no tiene familia...