Aquélla chaqueta que se mimetizaba con su entorno, no servía para mucho pero servía para todo.
Tenía grandes bolsillos que servían para guardar diversos artilugios.
Tenía una cobertura bastante gruesa que nos protegía de todo.Junto a ella se encontraba la hierba, el aromo y la muralla. Todo era arte ante mis ojos, una belleza indescriptible pero incomparable a la belleza de aquella chica.
Ella se encontraba a mi lado, la cual cuyos majestuosos ojos oscuros que cada vez que me miraban un ruido blanco se reflejaba en mi mente.
Aquélla mirada, el ruido blanco y esa sensación de calidez mutua nos hacía perder la noción del tiempo.
El tiempo no volaba, tan solo se detenía y se iba a pasos agigantados, pasos que eran inalcanzables, pasos de un pollito junto a un idiota.