Capítulo 2

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Cuando tuve el libro en mis manos salí de la maltrecha nave.

Todos los supervivientes se encontraban en el pequeño claro en el que habíamos aterrizado.

Me acerqué a la cabellera rubia de Clarke, que se encontraba inclinada sobre un mapa, a su lado estaba Wells, el hijo del Canciller. Clarke estaba indicando algo.

—Hola —saludé para que notaran mi presencia.

—Sam, me alegro de que te encuentres bien —Clarke me abrazó, mostrando que sus palabras eran ciertas.

—¿Cual es el problema? —pregunté ante el gesto preocupado que ambos tenían antes de que yo hiciera acto de presencia.

—Se suponía que aterrizaríamos aquí, en el Monte Weather, donde tendríamos provisiones —la rubia lo señaló en el mapa—. Pero hemos aterrizado aquí —deslizó su dedo por la superficie de papel.

—Entonces habrá que ir a buscarlas —ellos asintieron.

—Yo voy—-escuché una voz a mis espaldas.

Como acto reflejo mis brazos se tensaron alrededor del libro que tenía protegido contra mi pecho.

—Yo me quedo, intentaré que nadie haga cosas estúpidas —avisé, Clarke asintió.

—¿Entonces somos 3? —preguntó Wells.

—No, tú te quedas a ayudar a Sam —le ordenó Clarke.

—No podéis ir solo dos, estamos en un lugar desconocido, podría pasar algo —comenté.

—Somos cuatro —me contradijo Finn cogiendo a dos chicos que había a un lado.

—Cinco —me giré para ver quien era la propietaria de la voz, allí se encontraba la chica que había pisado tierra por primera vez.

—No, Octavia, tú no vas a ningún sitio —apareció por detrás el chico que la había abrazado. Espera, ¿Ha dicho Octavia?

—¿Octavia? —pregunté para asegurarme.

—¡Sam! —pasé por el medio del grupo que se había formado y me acerqué a abrazarla.

—Al fin nos vemos —dije con una sonrisa.

—¿Os conocíais? —preguntó el que supongo era su novio.

—Eramos vecinas de celda —explicó la morena y ambas nos encogimos de hombros a la vez, por pura casualidad—. Ahora vamonos de excursión —habló feliz mientras se separaba de mí y empezaba a andar.

—Octavia, acabo de recuperarte, no vas a separte de mí tan rápido —le negó el chico.

—Bellamy, tú no puedes mandarme —siguió andando.

Una pequeña sonrisa nació en mis labios, me hizo gracia que pasara completamente de él.

Al final los cinco se fueron, y Bellamy, Wells y yo volvimos a donde estaban montando un refugio los demás.

—Iré a investigar —avisé a Wells, el otro chico ya se había ido. Me introduje en el bosque para explorar este lugar que no había pisado ningun ser humano en mucho tiempo.

Me detuve al escuchar una rama partirse, y con todos los músculos en tensión me agaché para buscar algo que me permitiera defenderme. Encontré una rama recta un poco afilada.

Al final resultó ser un pequeño animal de color tierra, que me recordaba vagamente a aquel que había leído en el libro, un conejo. Pero tenía algunas variaciones, como los dientes, que eran mucho más largos. Estaba tan hambrienta que acabé ensartandolo en la rama, gracias a esto pude ver las diferencias con el dibujo que había trazado mi madre en el libro.

Una idea pasó por mi cabeza, pasé las páginas del libro hasta encontrar el dibujo que buscaba.
Sonreí, ¿Porqué no?

Cuando ya tenía todo lo que necesitaba regresé al claro, donde le pedí un objeto cortante a Wells. Él me miró confundido, pero acabó dándomelo tras mucho insistir. Me subí a un árbol para que nadie me molestara y empecé a trabajar en mi proyecto de supervivencia.

Estaba terminando de afilar una de las flechas cuando Bellamy pasó por debajo de mi árbol. Lo cierto es que desde que le había visto por primera vez en la nave ya había llamado mi atención.

Seguí afilando algunas ramas que harían la función de flecha, y posteriormente me dispuse a fabricar el arco con una rama curvada que había encontrado en el bosque, que yo me encargué de curvar más, y la goma que me ajustaba la chaqueta a la cintura.

Cuando ya había terminado regresé al suelo y empecé a preparar al animal para comérmelo, cuando estaba terminando de limpiarlo alguien se sentó a mi lado.

—¿Debería sorprenderme que no llevemos ni un día aquí y ya hayas cazado? —me giré a mirar a Wells con una sonrisa.

—Si me ayudas a hacer fuego te doy un trozo —le ofrecí, él asintió sonriendo.

Al levantarme para buscar algo que hiciera la función de leña, descubrí que algunos chicos nos miraban sorprendidos. No le dí importancia y seguí mi camino, no sin antes colgarme al animal del cinturón. Confiaba en Wells, pero en el resto no.

Cuando conseguimos encenderlo la gente se reunió a nuestro al rededor.

—¿Que pasa aquí? —se escuchó una voz por encima de las demás. El propietario de dicha voz, que resultó ser Bellamy, se hizo paso hasta llegar al interior del circulo en el que nos encontrábamos—. ¿Quién lo ha encontrado? —en su voz identifiqué sorpresa, a la vez que algo parecido a la envidia.

—Yo —dije levantando la mano en la que tenía el trozo de "conejo" que estaba asando al fuego.

—¿Como lo has hecho?

—Un mago nunca revela sus secretos —comenté graciosa, aunque tampoco era ningún secreto, pues tenía el arco y las flechas a un costado, y el libro en mi regazo.

Vi como su ceño se fruncía y solté una carcajada.

—Oh, vamos, tampoco es tan difícil —señalé con la cabeza mis armas. Alguien iba a tocar el arco, por lo que cogí una de las flechas y le apunté a la garganta con la punta afilada—. Ni se te ocurra volver a intentar tocar mis cosas —le amenacé entre dientes. Vi como su nuez se movía al tragar saliva, luego alejó la mano—. Bien, ahora si no os importa estamos comiendo —dije volviendo a coger el palillo donde tenía el trozo de roedor y dándole un mordisco. La gente a nuestro alrededor empezó a disolverse. No pude evitar soltar un sonido de gusto cuando el jugo de la carne se expandió por mis papilas gustativas, nunca en mis casi dieciocho años había probado algo tan delicioso.

—Oh dios, esto está buenísimo —aseguré dándole otro mordisco. Wells solo pudo soltar un sonido de aceptación ante mis palabras.

Sin duda alguna, estaba encantada de haber llegado a la tierra.

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