Capítulo 1

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"La muerte no es más que un sueño y un olvido."

Esta cita la leí hace ya mucho tiempo en un libro de historia antiguo. La dijo un tal Gandhi, pero nadie lo sabe o reconoce su nombre en estos días. Vivió demasiado tiempo atrás como para que ahora la gente se preocupara por esas cosas. La cita no es especialmente inspiradora, ni motivadora, ni siquiera bonita, pero la situación requiere que me acuerde de ella en estos momentos.

Observé inmóvil el cuerpo sin vida de Roy a mis pies. Se le había hundido ligeramente el pómulo y sus ojos había perdido el brillo que irradiaban hace apenas unos minutos. Roy no volvería a sonreír, ni a llorar, ni a reír, ni a gritar, ni a soñar...

Entonces me pregunto: ¿Qué tiene la vida de especial siendo tan frágil? ¿Qué sentido tiene enviarnos aquí para morir de esta manera? ¿Acaso tiene algún propósito lanzarnos desde el espacio para morir a los pocos minutos? ¿Así de fácil era caer en el olvido?

Mientras miraba fijamente el cadáver de Roy, me di cuenta que empezaron a crecer los gritos en la nave. Había un gran tumulto en la entrada y todo el mundo se arremolinaba alrededor de un mismo punto.

Dejé el cuerpo de Roy y guardé mi libro encima de mi asiento. Me aproximé al grupo, y aunque poseía una altura estándar, me fue casi imposible reconocer de dónde y por qué surgía el alboroto. Escuché a Clarke gritar algo sobre que no podíamos salir por el aire exterior. ¡Y tiene razón!

¿¡Acaso estamos locos?! ¡La presión del aire exterior podría hacer explotar nuestras cabezas! Y ni siquiera sabemos si es respirable. ¿Acaso nadie en el Arca leía libros como yo? No intenté expresar mi opinión porque nadie escucharía mi voz por encima de las otras. Yo solo rezaba porque alguien hiciese caso a Clarke, pero la suerte no parecía estar de mi lado.

Los ingenuos parecían volcarse únicamente para abrir las compuertas. No dejaba de pensar que este era el fin. Entonces escuché una voz extrañamente familiar por encima de los comentarios. La nave se quedó en silencio y yo ardía de curiosidad por saber por qué me sonaba tan conocida esa voz.

La gente se echó para atrás creando un círculo y yo fui empujada hacia atrás. No veía absolutamente nada. Me harté de la situación y de mi estatura y decidí abrirme camino entre la gente. Al estar dentro del círculo descubrí que no era para tanto lo que se observaba. Había un chico y una chica abrazándose. Por el abrazo debía ser pareja. Irradiaban mucho amor.

La chica se encontraba de espaldas a mí y no pude observarle la cara. El chico sin embargo era bastante más alto que ella y su rostro sobresalía por el hombro de ella. Entoncés él abrió los ojos, y por un momento pensé que su mirada iba dirigida a mí. El chico era realmente guapo, de piel morena, pelo negro, ojos castaños y fuertes brazos que envolvían a la chica con suma protección. Espera, ¿cómo me ha dado tiempo a describirle en apenas un milisegundo?

Ese fue el tiempo exacto que el chico me observó de pies a cabeza. Después el chico se separó de la chica y dijo algo de que ella debía de ser la primera en dar el primer paso al mundo que llevaba inhabitado casi 100 años. ¿¡Iba a hacer lo que creo que iba a hacer!?

La respuesta vino unos segundos después cuando bajó una palanca y la compuerta se abrió. Sentí que yo misma aguantaba la respiración, aunque no sé si por los nervios o porque aún creía que era peligroso.

El aire me golpeó la cara y la luz me cegó por un momento los ojos. Cuando los abrí sólo vi verde. El verde de las copas de los árboles. El verde de la hierba. ¡Y qué olor a fresco!

La chica bajó lentamente de la nave. Y gritó.

—¡Hemos vuelto, cabrones!

Y como pistoletazo de salida, todos salieron a empujones de la nave a explorar el nuevo mundo.

Fui golpeada varias veces y empujada hasta que me quedé sola en la nave. El chico de antes fue el último en salir antes que yo y fue a reunirse con la chica. ¿Quién se creía que era?

Fue entonces cuando me acordé de mi única pertenencia: mi libro. Fui a buscarlo a mi asiento. ¡Pero no estaba ahí! Me empezó a entrar ansiedad. Estaba aterrada. No puedo vivir sin ese libro. Es muy importante para mí.

Hasta que vi que se encontraba justo debajo de mi asiento. Una oleada de alivio me recorrió el cuerpo y sonreí.

Era el día de mi decimosexto cumpleaños. Yo estaba feliz porque a mi padre le habían dado el día libre y podíamos celebrarlo todos juntos. Mamá trajo una pequeña magdalena de chocolate con una pequeña vela prácticamente fundida. Me cantaron el "Cumpleaños Feliz" y yo soplé la velita.

—Siento que sea una tarta y una vela tan pequeñas cielo. No me dejaron coger nada másse disculpó mi madre.

—No pasa nada mamá. El mejor regalo es poder celebrarlo todos juntos.

—Hablando de regalos, ¡mamá y yo tenemos algo para ti! gritó mi padre y cogió algo escondido de debajo de mi cama. ¿¡Cómo no se me había ocurrido mirar antes ahí?!

Cogí el regalo y lo desenvolví. Era un libro algo desgastado por los bordes y bastante viejo. No tenía una portada llamativa, pero el título me llamó la atención: "Vida de un superviviente".

—Pero papá, ¡este libro es de la biblioteca! ¡Te pueden flotar por robar!

¡No seas melodramática, Sam! Nadie es flotado por robar un libro. Ni siquiera yo como guardia. Además o nadie se da cuenta o a nadie le interesa. Simplemente disfrútalo.

—Me he molestado en añadir algunas notas y bocetos entre páginas. Me ha ayudado Jake Griffin, el padre de Clarke, con alguna información. Son algunas curiosidades sobre la Tierra antes de la radiación. Creo que te gustará. Es un libro muy curioso y entretenidoañad mi madre.

Pasé páginas hasta ver la última, en la cual estaban las firmas de mis padres con una frase: Te queremos, princesa. Papá y Mamá.

—Yo también os quiero.

Les abracé y dejé que una lagrimilla rebelde se resbalara por mi mejilla. Entonces el dichoso walkie-talkie de mi padre estropeó el momento.

¡Miller! Se te requiere en la pasillo 32. ¡Ya! gritó una voz histérica por el aparato.

Mi padre cogió el walkie-talkie y respondió.

—Señor, con el debido respeto debo decir que hoy es mi día libre. Hoy es el cumpleaños de mi hija y teníamos pensado...

¡Me da exactamente igual lo que tenían pensado! ¡Esto es una emergencia! Un crío ha abierto una de las compuertas de escape y ha provocado una fuga. ¡Debe venir aquí ahora mismo si no quiere que le reportemos a usted y a su familia!

Mi padre suspiró resignado.

—Ah... Sí, señor.

Y cerró comunicación. Mi padre me pidió perdón por no poder estar más tiempo conmigo. Y yo le resté importancia. Se puso su traje de guardia y se fue por la puerta.

Al cerrar vi su sonrisa. La única que me ha emitido seguridad y confianza en toda mi vida. Me dedicó una última mirada y se fue.

Aquella fue la última vez que vi a mi padre. La fuga de oxígeno y la presión del aire debido a la divertida excursión que decidió hacer Finn Collins acabó con la vida de Jonathan Miller. De ahí que tuviese tanto miedo a que abriesen la compuerta. Y también la razón por la que odio tanto a Finn Collins y no estaré tranquila hasta que lo vea muerto.

SURVIVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora