Capítulo 1: Cambios.

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Me subo al avión y coloco la maleta de mano en el compartimento superior. Me aposento, dejando el sitio de al lado libre. ¿Cómo será mi compañero? Espero paciente a que el avión se llene, escogiendo la playlist adecuada. Siempre me ha gustado llegar al avión de las primeras, para no agobiarme con la cantidad de gente que llega muy justa de tiempo para el despegue. Cuando subo la mirada, me encuentro un chico que está dejando su maleta, con dificultad. Veo que otros dos chicos van a hablar con él, por lo que supongo que los tres son amigos desde hace tiempo.

—¡Reece, que se va a caer! —Grita un chico moreno, haciendo que el de la maleta se asuste.

—Pero no grites, Blake, por dios. —Le regaña el chico de la maleta, que ya tiene nombre.

—A ver, déjame a mí. —Interviene un chico rubio, que consigue encajar la maleta en el espacio. —Ya está, rubio tonto. —Dice sonriendo al primer chico que vi, llevándose una colleja de su parte.

Suelto una pequeña carcajada por lo bajo, dirigiendo mi mirada a la ventana. Los dos chicos tienen asignados dos de los asientos del centro del avión, por lo que los tres amigos estarán cerca durante todo el vuelo. Noto una presencia al lado mío y miro hacia allí, sabiendo que es el chico rubio de la maleta. Me mira de vuelta y me sonríe.

—¡Hola! Me llamo Reece y hoy seré tu compañero en este viaje. —Dice con voz de vendedor, haciendo que ambos riamos.

—Yo soy Charlotte, encantada.

El chico me sonríe tiernamente y yo le devuevo otra pequeña sonrisa. Giro la cabeza a la ventanilla del avión, mirando cómo los operarios guardan las maletas en la bodega. El vuelo supuestamente dura algo más de diez horas, por lo que a las siete de la tarde, hora de Londres, ya habremos aterrizado. Cojo mi bolso y saco de éste uno de los libros que tenía previsto leer durante el vuelo, porque encuentro realmente peligroso y aterrorizante el dormir en un avión. Además, me muevo demasiado mientras duermo y no quiero que el chico de al lado se lleve una mala impresión de mí. Leo el título del libro que tengo entre manos y me río entre dientes. Es el libro favorito de mi mejor amiga, Lilly.

—¿Aún no has leído El Principito? —Pregunta Reece cuando las azafatas empiezan su habitual ritual de instrucciones para el vuelo. Yo asiento con la cabeza y ambos prestamos atención a las indicaciones.

—Varias veces, si te soy sincera. —Respondo cuando las azafatas terminan, y me abrocho el cinturón. — Pero mi mejor amiga me le ha metido en el bolso, porque sabe que no duermo en los vuelos. En cuanto nos podamos mover le cambio por otros que tengo en la bolsa de mano.

—¿En serio no duermes nada durante los vuelos? ¿Ni siquiera en este? —El chico me mira con los ojos abiertos como platos cuando niego. — ¡Guau! Pues déjame decirte que te voy a acompañar en tu lectura.

—No, tu duerme. Además, no aguantarías nada despierto. —Río, retándole con la mirada.

—Acepto tu reto, chica desconocida. Me voy a pasar todo el vuelo despierto. —Dice, llevándose las manos a los ojos y frotándoselos.

—No vas a aguantar nada. —Dice un chico moreno, echándose hacia delante en su asiento, dejándome ver su rostro.

—¿Te quedas tú también despierto a ver si lo consigo? —Reta el rubio a su amigo, que niega riendo.

—No, yo me voy a dormir. Pasadlo bien.

Justo cuando el moreno termina de hablar, los altavoces emiten las palabras de nuestro piloto y al saber que vamos a despegar cojo mi móvil y me pongo los auriculares. Es una costumbre ponerme música al inicio y final de los vuelos, porque es la parte que menos me gusta, aunque no las tengo miedo.

—¿Te puedo pedir algo? —Me giro a mirar a los ojos a mi compañero y asiento. — ¿Me prestarías uno de tus audífonos, por favor? Olvidé los míos en la maleta grande.

Asiento y se le paso. Escojo la lista de reproducción que tengo específicamente para los despegues, desciendo por ella y, aleatoriamente, pulso en mi canción favorita. Reece me observa con los ojos muy abiertos y me río. El motor del avión ruge y yo me agarro en el reposabrazos, apretando un poco con mis manos. Me concentro en la canción: el sonido del bajo, la batería, la voz del cantante, los coros, el estribillo, las armonías... Cierro los ojos por un momento. Esta es la primera vez que vuelo sola y no me están gustando los pensamientos que pasan por mi cabeza.

—¿Sabes qué? Este grupo es mi favorito. —Anuncia mi compañero, y le miro sorperndida.— Así me he quedado yo cuando me has puesto una de mis canciones favoritas del grupo, sí. —Ríe.

—Dios, Rango es mi favorita. ¡Pensé que casi nadie los conocía! —Digo, sonriente. Al fin alguien entiende y comparte mi amor por este grupo.

Y hablando de música nos pasamos los veinte primeros minutos del viaje. Cuando me giro hacia la ventanilla y veo que estamos ya sobrevolando las nubes, sonrío. Debería agradecerle que me sacara de mis pensamientos, porque eso sólo me llevaría a pasar un mal rato. Reece está marcando el ritmo de una de mis canciones en su pierna y está haciendo gestos raros. Me río y al segundo me mira, avergonzado.

—¿Por cuánto has estado observándome hacer eso? —Inquiere, sonrosado.

—Menos de medio minuto. Tranquilo, showman, no he visto mucho. —Respondo, haciéndonos reír a ambos.

Una vez la lucecita del indicador del cinturón se apaga, le doy mi móvil a Reece y me levanto a por mi maleta de mano. Una azafata me pregunta con demasiada educación si necesito algo de ayuda, y respondo cortesmente que no es necesario. En dos minutos, el intercambio de libros estaba hecho. Esas son las ventajas de haber facturado dos maletas llenas de ropa y haber dejado en la de mano sólo los libros, un pantalón y una sudadera. Miro a los dos asientos que están separados por el pasillo de nosotros. El moreno de antes lleva puestos sus auriculares y está descansando su cabeza en el hombro del rubio. El chico que ayudó a Reece con la maleta, que aún no sé su nombre, tiene el teléfono entre manos. Miro sus ojos azules, son preciosos. Me mira y sonríe, haciendo que se me suban los colores a las mejillas y le sonría tímidamente. Me siento en mi sitio y controlo que Reece sólo esté curioseando entre mis canciones. Una vez me aseguro de nuevo de que está todo bien, me sumo en mi lectura. Por casi una hora entera, paso página tras página, empapándome de la historia del libro, pero no voy ni por la mitad. Miro a Reece, que está concentrado el fondo de pantalla de mi móvil.

—¿Quién es ella?

—Es una larga historia...

—Entonces tranquila, sé que piensas que no soy de fiar. Lógico, nos conocemos desde hace dos escasas horas, pero tengo el presentimiento de que vamos a llevarnos bien. —Me corta, posando su mano encima de la mía, transmitiéndome confianza y tranquilidad.

—Gracias, Reece.

[**]

El viaje al lado de Reece pasó rápido. Durmió una media hora antes de que aterrizáramos, pero le di por válido todo lo que se quedó despierto sabiendo que su jet lag es horrible, y después de lo que han pasado en Los Ángeles, volver a la rutina horaria se hace cuesta arriba. De sus amigos no sé nada. Creo que se quedaron dormidos. Comprensible.

Ahora, estoy esperando en el aeropuerto a que las cintas traigan mis maletas. Los chicos están hablando, con cara de sueño, pero siguen riendo. Ojalá tuviera a mis amigas aquí conmigo.

—Char, ¿quieres que compartamos taxi? —Pregunta Reece, después de haberme buscado con la mirada por toda la sala.

—Oh, tranquilo, id vosotros con espacio, ya me cojo yo otro. —Sonrío cortada y voy a coger mi maleta.

—Tranquila, no molestas. —Responde el chico rubio de ojos azules.

Cojo la otra maleta que me falta y me lo pienso. Supongo que no estaría nada mal ir con ellos. Así compartimos gastos y puedo socializar un poco en el trayecto a casa con los amigos de Reece.

—Bueno, si no te gusta ya no podemos hacer nada, porque está ahí para los cuatro. —Ríe el moreno.

—¡Venga, vente! —Me pide Reece y yo sonrío y asiento.

No me va a pasar nada por ir con ellos. ¿O sí?

Viviendo con New Hope ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora