Capítulo 2: Esto no puede ser cierto.

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Al comunicarle al taxista la dirección a la que se dirigen, nos ponemos rumbo allí. Yo saco el papel en el que tengo apuntado el nombre de la calle y el número del piso al que voy.

—A ver, ¿adónde vas? —Pregunta Blake asomando su cabeza por encima de mi hombro para poder leer. — Allí es donde vamos nosotros.

Me sorprendo mucho con su comentario. ¿Qué mejor que tener de vecinos a los chicos que he conocido en el avión? Le sonrío y Reece grita un:

—¿Vamos a ser vecinos?

—Eso parece. —Río.

Los chicos me cuentan que el vecindario es tranquilo, que hay muchos ancianos que son muy amables con las personas nuevas en el edificio. Alquilaron el piso hace tres meses y están aprendiendo lentamente, muy lentamente a cocinar, porque hay una vecina que suele llevarles tuppers con comida, porque "son muy jóvenes para estar solos". En verdad, las familias de los chicos van un día a la semana a vigilar.

En el camino, los chicos se pasan cantando la mayor parte del viaje. Suenan realmente bien, como si hubieran ensayado todas las canciones de la radio. Al sonar If You Ever Wanna Be In Love sonrío y canto por lo bajo. Veo a Reece mirarme de reojo por el retrovisor y noto a los otros dos chicos observándome directamente. Paro al instante, escondiendo mi cara entre mi pelo cobrizo.

—¿Por qué paraste? —Pregunta el rubio de ojos azules.

—No canto bien, no me gusta que me escuchen. Además, al lado vuestro parezco un gato atropellado. —Confieso, haciendo que rían por mi última oración. — Es un simple hobbie.

—Pues no lo haces nada mal. —Me confiesa el chico, haciendo que Blake y Reece le den la razón.

Para cuando nos queremos dar cuenta, el viaje ha terminado. El taxista nos deja enfrente del edificio. Dividimos la cantidad a pagar entre cuatro, después de haber insistido en hacerlo, porque mi compañero de vuelo se negaba a que yo contribuyera en el gasto. Los tres chicos saludan efusivos al portero, que tiene cara de cansado, y nos dirigimos al ascensor. No es un edificio exhuberante como los que hay una calle más allá del nuestro, pero no está nada mal. Deberé agradecer a mí tío por ello en cuanto me organice en el piso. Una vez llegamos al quinto y último piso, que tiene los apartamentos más amplios, salimos del ascensor. Los chicos ya han hecho broma de mis dos maletas "del tamaño de un rascacielos". Son unos exagerados; es una maleta estándar, pero para mi estancia de un año, mínimo, es suficiente. Saco mi móvil, para comprobar el número del piso.

—Bueno, pues éste es el nuestro. —Me informa George, haciendo que yo le mire extrañada.

—Debe haber un error. —Digo, comprobando que tengo bien escrito el número. — Si me permitís, voy a hablar con mi tío.

Me alejo un poco de ellos, para que puedan hablar mientras yo le comento el panorama a mi tío. Los chicos se miran entre ellos extrañados.

¡Hola, Lottie! ¿Ya has llegado? —Saluda efusivo.

—¡Hola, tío! Sí, ya llegué, pero ha debido haber algúna equivocación. El número que me has mandado es del piso de unos chicos. —Digo, alarmada porque no haya saltado ya con su faceta de tío sobreprotector cuando he pronunciado la palabra "chicos".

No hay ninguna equivocación, cielo. Vas a compartir piso con ellos. —¿Qué?

—Bromeas, ¿verdad? —Pregunto sin esperanzas de disfrutar de un piso para mí sola en Londres. Por lo que había esperado toda mi niñez se ha ido al garete.

No. Vas a estar bien con ellos. Sé que al principio puede parecer chocante convivir con unos desconocidos, pero te van a tratar genial. Te lo prometo. Ya te lo explicaré todo mañana.

Viviendo con New Hope ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora