Capítulo 11: Reece

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 Miro al moreno en la puerta y suspiro aliviada.

—¡Qué susto! —Exclamo, haciendo que Blake haga una mueca extraña.

—¿Qué me he perdido?

—Luego te lo explico. ¿Sabes si G está despierto? —Pregunto, después de mirar el reloj y darme cuenta de que se nos estaba haciendo un poco tarde para desayunar.

—Creo que no. ¿Hiciste tú todo esto? —Se lame los labios, mirando toda la comida que hay en la mesa.

—Hicimos, yo ayudé. —Aclara Reece, sacando pecho. Blake le mira, extrañado y se va a la cocina a preparar su bebida, dejando una colleja en la nuca de mi mejor amigo. —¡Hey!

Reece va detrás de él, a devolvérsela. Yo niego, riendo, y voy a despertar al rubio. Abro la puerta de su habitación, encontrándome a George con su móvil en mano y los auriculares puestos. La pantalla sólo ilumina su cara, por lo que voy a tientas hasta la esquina de su cama. Desde ahí puedo oír su música y decido asustarle. Está muy concentrado en su móvil, por lo que ni me ha visto ni me ha oído al entrar. Mi mano atrapa su pie, por encima de la sábana, y él se sobresalta. El móvil se escapa de sus manos y se quita los audífonos. Sus ojos, muy abiertos, me miran y el gesto del rubio se relaja al saber que se trata de mí y no de un monstruo. Río y sus manos van directas a mis costados.

—¡No, George! —En menos de dos segundos, mis risas se intensifican y tengo al rubio encima de mí. — ¡Basta, por favor!

Lágrimas recorren mis mejillas mientras yo trato de zafarme de George. Me tiro al suelo y él es quien no puede parar de reír ahora.

—¿Estás bien? —Sin dejar de reír me tiende su mano para levantarme.

—Creo que sí, aunque me duele el culo. Ha sido el karma. —Río y cojo su mano. — ¡Qué manía con hacerme cosquillas!

Me cruzo de brazos una vez estoy de vuelta en mi sitio inicial. George ríe un poco. Se vuelve a tumbar, pero no deja de mirarme.

—Reece y yo hicimos el desayuno, te venía a avisar.

—Ayúdame a salir de la cama, necesito una grúa.

Me levanto y le intento ayudar a salir de la cama, cogiendo sus manos. Obviamente, está haciendo fuerza para el lado contrario al que la ejerzo yo. Le miro con una ceja levantada y él ríe. Después de unos minutos el rubio se cansa y le levanto de la cama. Me pongo rumbo a la cocina, cuando sus brazos rodean mi cuello y él deja que yo le lleve hasta allí.

—Eres un vago. —Río, cogiendo sus brazos y bajándolos un poco más de mi cuello para que no me estrangule.

Antes de llegar a la cocina, George quita sus brazos de mi cuello. Me parece raro, pero decido dejarlo pasar. Ya hablaría luego con Blake de todo este tema. Lo mejor ahora sería desayunar tranquila.

El desayuno transcurre normal, con las típicas risas que surgen cuando estamos los cuatro. Una vez terminamos de desayunar, llevo lo usado a la cocina y me dispongo a lavarlo. Una mano rodea mi cuello cuando comienzo a enjabonar los platos e instantáneamente me giro, casi chocándome con el rubio.

—Ya que no ayudé en nada antes, lo mejor es que lo haga ahora, ¿no? —Sonríe.

—No hace falta, George, no pasa nada. Llevo media vida haciéndolo sola, vete a descansar si quieres.

Pero el rubio no me hace caso. Comienza a secar los platos que voy poniendo en la encimera, y no puedo evitar sonreír. Es de ese tipo de personas que, si no ayudan a hacer algo, no se van a sentir bien con ellos mismos. Me giro un momento y pongo en el reproductor los dos álbumes de mi banda favorita. Sin escuchar algo de ellos por la mañana no soy persona. Sonrío y muevo las caderas mientras seco lo que él friega y el rubio no hace más que mirarme y reprimir sus risas.

Viviendo con New Hope ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora