2: Tate

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Título: Déjame ayudarte.

Pareja: Tate x Lectora.

Advertencia: No.

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La fugaz idea del suicidio ya había navegado por mi cabeza en anteriores ocasiones, pero jamás había sido lo suficientemente intensa como para adueñarse de mi, hasta ese momento. Fue entonces cuando decidí huir de una vida en donde mis padres tomaron la decisión de dejar de luchar por un amor que se estaba extinguiendo, donde mis amigos carecían y mis enemigos se multiplicaban, donde me juzgaban por vestir diferente, donde me ahogaba con mis propios pensamientos que no podían salir a la luz, donde el único chico que amaba y que le daba sentido a todo no descubrió el sentido de su propia existencia, así que decidió terminar con ella.

Esa era una vida en donde yo no quería ser más la protagonista.

Tenía los ojos inundados en lágrimas, pero eso no me impidió tomar un sacapuntas para después desprender sin cuidado la navaja, dejando rasgaduras en las puntas de mis dedos. Todo el cuerpo me temblaba por medio de pequeños espamos. No comprendía la razón de mi temor puesto que lo que haría a continuación ya lo había realizado un millón de veces antes para contrarrestar mi dolor. Quizás era porque nunca lo había hecho con una intención distinta a la que tenía en mente aquel día en el arañarme en el exterior me marchitaría por dentro.

Levante la manga de mi suéter hasta la altura del codo. Divise algunas marcas de cortes antiguos en la parte interior de mi muñeca, y me prepare para revivir viejas cicatrices. Titubee un poco antes de rasgar mi piel con la afilada navaja, pero la tome firmemente en mi mano y la incruste. Me hice un profundo corte a lo ancho del brazo. Pude ver como la sangre comenzaba a escabullirse entre las capas de piel, creando un hilo de líquido rojizo que se desbordada hasta el lavamanos del baño. Apenas y sentí un toque de dolor.

Repetí el proceso un par de veces más en ambas extremidades, y un punzante dolor se empezó a hacer presente a lo largo de las dos. La sangre fluía con rapidez, sin embargo aún no era suficiente. Quería que todo terminara lo antes posible y sabía como hacerlo. Debía cortarme verticalmente, así nadie podría coser la herida y mi fin llegaría con mayor rapidez.

Ubique la navaja justo donde una vena resaltaba, cerré los ojos con fuerza y me dispuse a cumplir mi cometido. Pero alguien me tomo por las muñecas y me obligo a detenerme.

— ¡Auch! —solté ante el dolor de la fuerza que sus manos aplicaban sobre mis heridas.

— Shhh... —me susurró al oído una grave y ronca voz—. No te quejes, que de todas formas tu ya te estabas provocando dolor.

Abrí los ojos dudosa, no muy segura de si eso sería una buena idea. Me encontré frente a frente con un extraño alto y rubio que me observaba con sus profundos y estremecedores ojos marrones. No tenía ni la menor idea de quién era. Me perdí en su mirada, sin saber que decir y, al parecer, él no tenía intenciones de entablar una conversación. El desconocido pestañeo rápido un par de veces y desvió su mirada, que después se poso en mis muñecas.

— Quítate el suéter y dámelo ahora— dijo con voz demandante.

— ¿Para qué lo necesitas?

— Para parar con el sangrado —se veía preocupado por mi.

— No —me safé de sus manos y di unos pasos hacia atrás—. Déjame y lárgate de aquí, ni siquiera se quién eres o como entraste a mi casa.

— Soy un paciente de tu papá.

— En ese caso, tengo más razones para pedirte que te vallas. Si eres su paciente no es por estar cuerdo.

— ¿Así que crees que estoy loco? Te recuerdo que tú eres la que intenta suicidarse —tenía una expresión burlona en el rostro, dando por alto la seriedad de la situación.

— No eres nadie para decidir que haré con mi vida, si quiero perderla es porque tengo mis razones —le replique molesta.

— Ninguna razón es buena para el suicidio. Si piensas que muriendo vas a dejar tus problemas y tristezas atrás, estás muy equivocada. Créeme, lo único que harás al suicidarte será condenarte a estar por siempre en este maldito mundo—su rostro se ensombreció.

Antes de que pudiera respoder, mi visión se desenfocó un poco y me tambalee sobre mis piernas. Obligada a sentarme en el suelo para recuperarme, la vista se restauró. Observe sobre el piso un charco rojo que aumentaba de tamaño conforme la sangre que corría por mis brazos se sumaba. El chico se arrodilló, acercandose a mi cara para que yo pudiera verlo con claridad. Tomó mis hombros e intento retirarme el suéter.

Me quejé.

— Suéltame, no qui...

— ¡Tan solo déjame ayudarte Violet! —gritó desesperado.

Sus ojos se cristalizaron y se cubrió la boca al darse cuenta de que me había llamado con un nombre que no me correspondía. Supe entonces que aquella Violet debía de ser alguien importante para él, o debió serlo. Pareciera como si él hubiera pasado por algo mucho peor a lo que yo estaba viviendo ahora.

Y a pesar de todo, no se suicido.

Inevitablemente sentí una enorme lástima hacia aquel rubio y asentí con la cabeza para que supiera que le permitía que me quitara el suéter. El desconocido se apresuró a hacerlo antes de perder la oportunidad.

Mientras él destrozaba la prenda, yo sentía la necesidad de preguntar quién era Violet, no obstante sabía que ese no era el lugar ni el momento para preguntar algo así.

Cuando terminó de hacer lo que parecían gasas, me agarró los brazos y con rápidos movimientos los lamió, depejándolos de cualquier rastro de sangre.

— ¡¿Qué acabas de hacer?!—estaba repugnada.

— Limpié las heridas —contestó como si la respuesta fuera demasiado obvia.

Acercó las "gasas" y las enrolló con cuidado alrededor de las zonas afectadas. A pesar de su delicadeza, no pude contener un gemido cuando la tela hizo contacto con mi piel dañada.

Cuando la tortura acabó, me recosté contra la pared y miré al techo del baño.

— ¿Cuál es tu nombre? —le pregunté al chico.

— Tate, Tate Langdon.

— Tate gra... —bajé la mirada para mirarlo, pero ya no estaba. Se había ido.

Sin embargo, al contemplar el charco de sangre que ya comenzaba a secarse, me percaté de que había marcas de dedos en el. Que desagradable sorpresa me llevé al ver el espejo, ubicado sobre el lavamanos, con cuatro palabras escritas en rojo: Búscame en el sótano.

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Tate is love, Tate is life, Tate is psychophat 😚

El otro día una amiga me hizo una pregunta que no pude responder, y ahora yo quiero hacértela a ti: ¿Aceptarías ir a vivir a la famosísima mansión de AHS Murder House? Sé muy sincera y toma en cuenta todos los pros (estar con el bebo de Tate) y contras (estar en peligro de ser asesinada o violada las 24 horas del día) que conllevaría vivir en ella.

— biingsu.

Evan Peters | One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora