Capítulo 8

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Daniella

—Entonces, ¿has encontrado trabajo ya? —pregunté a mi prima.

—Sí, empiezo esta tarde en la cafetería que hay a dos cuadras de aquí —me informó mientras pegaba un mordisco a una manzana—. ¿No la has visto? Se llama Jenna's.

—Supongo que sí —me encogí de hombros —. ¿Cuándo empiezas?

—Esta tarde, a las seis —sonrió recogiendo sus cosas—. Creo que debería ir yendo ya, no quiero llegar tarde el primer día.

—Vale, yo seguiré colocando cajas. Haré yo la cena —me ofrecí.

—Hecho.

Salió del piso que compartíamos, un estudio a apenas diez minutos de Harvard, mientras yo apagaba la tele, constantemente encendida en casa de Leo y Angélica. Aparté un par de restos de comida y algunos objetos de la mesa de la cocina, donde puse mis cuadernos, dispuesta a escribir el relato erótico que nos había mandado escribir el profesor de Historia de Literatura. Tomé papel y boli azul, me senté en una silla alta, preparada para inventarme algo. Sin embargo, no se me ocurría nada, todas las ideas me parecían insulsas y comunes. Me propuse ver porno para inspirarme, pero realmente creía que sería más interesante centrarme en otro tema. En la historia alrededor del sexo.

Pasee por el minúsculo estudio que habíamos alquilado, buscando algo novedoso sobre lo que escribir. Finalmente me permití recordar un extraño sueño que había tenido semanas antes. Había intentado olvidarlo, pero permanecía en mi memoria, haciéndome sentir sucia y vulgar. Decidí inspirarme en aquel sueño para mi trabajo, así que me senté y comencé a trabajar.

"Me hallo en mi cama, esperando que vuelva mi amado, sin ropa ninguna y perfumada con Chanel n°5 para él. Noto unos pasos descalzos sobre la madera del piso, así que me hago la dormida, con una sonrisa en la boca, pintada de rojo carmín. Un cuerpo desnudo se desliza junto al mío, unas manos aprietan mi cintura, que sin embargo son más finas de lo que recordaba. Se amoldan a mi figura, recorriendo mis caderas, piernas, torso, aprietan mi trasero y achuchan mis pechos de gran tamaño. Lentamente introduce un dedo en mi boca, dejando que lo lama y, la verdad, es que ya no tengo duda de que mi visitante es una chica. Una vez que el dedo es suficientemente humedecido lo dirige a mi centro álgido, donde juguetea unos momentos, acariciándolo de principio a fin y haciendo que escalofríos lo recorran. Suavemente voltea mi cuerpo para que quede bocabajo  y tenga un acceso más rápido a mi chorreante vagina. Su lengua limpia los jugos que se derraman, haciéndome delirar de la emoción cuando succiona mi botón del placer. Sus manos me agarran de los pechos, girándome de nuevo y poniéndose a su altura para chuparlos cual bebé, mete uno de mis pezones en su boca mientras con una mano estimula mi clítoris y con la otra mi seno derecho. Su boca se encuentra finalmente con la mía, devorándola con locura y pasión, como si no hubiera un mañana. Y finalmente se aleja de , oigo sus pasos saliendo de mi dormitorio y siento como me adormezco, cayendo en un magnífico sueño."
Dejé el lápiz en la mesa, suspirando de placer por haber logrado terminar de escribir el relato. Lo metí en un dossier con mis datos, listo para entregar y comencé a preparar la cena, una ensalada y un par de filetes de ternera, algo muy light e ideal para nosotras dos. Me aseguré de que hubiera café suficiente para la mañana siguiente, puesto que realmente me ayudaba a despertar y Megan me había adicionado a él. Cené sola, ya que mi prima trabajaba hasta la una y media y yo debía levantarme temprano. Terminé y me fui a dormir, sabedora de que tardaría horas en hacerlo.

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Keyla

Me miré alegre en el espejo, realmente estaba radiante. Tenía el pelo recogido en un moño bajo y con un aire revuelto, que me daba un aspecto juvenil que me encantaba. El vestido que había elegido era un diseño exclusivo en color azul oscuro, de manga larga y dos aperturas: una en el cuello (comenzaba en un hombro y terminaba en la unión de mis pechos) y otra que recorría desde la cintura hasta el final del vestido. Unas filas de falsos diamantes recorrían los bordes de ambas líneas y realzaban mi figura curvilínea. Conjuntaba con unos altos tacones negros, un bolso con cadena de oro y una tiara de gemas preciosas heredadas de mi abuela. Aunque si me conociera ahora se levantaría de su tumba para quitármelas. El millón de dólares que recibí con las joyas no podría llevárselo, puesto que me lo gasté en prostitutas de lujo y un fin de semana en un casino de Las Vegas. Sacudí esos pensamientos y me acabé de maquillar. Eyeliner, pintalabios y rímel y ya estaba lista.

Justo cuando terminaba de hacerlo sonó la puerta. Había que admitir que Ginevra también estaba preciosa. Llevaba un vestido sin mangas rosa bebé y le tenía guardada una sorpresa. La saludé con un corto beso en los labios y la guíe al interior de la mansión, concretamente a mi cuarto. Allí la tumbé sobre la cama, levantando su ropa hasta la cintura.

—Ginevra, te voy a dar una última oportunidad —anuncié—. A cambio quiero que hagas algo: debes ir a la fiesta sin ropa interior y con estas bolas chinas.

Saqué de un cajón el divertido juguete y un lubricante, que extendí por su ano y vagina, introduciendo después el metálico estimulador. Deposité un segundo beso tras su oreja y la ayudé a levantarse.

—Bien hecho, preciosa.

Harvard ~Mommy Kink~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora