La psiquiatra

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Ya en el hospital se dedicó a disfrutar de la morfina. Su cabeza volaba. Las imágenes eran difusas. Podía ver con claridad a la enfermera y dos o tres médicos, cayó en pesadillas.

Fue consciente de la realidad poco a poco, sintió su brazo dolorido por el suero perturbando sus movimientos, escuchaba pasos en la habitación, abrió los ojos, desconociendo el blanco cuarto. Recordó donde estaba.

Frente a ella había una enfermera de espaldas, acomodando algo sobre una bandeja de metal. La mujer serenamente colgó un espejo, Camile gritó en cuanto lo vió: en lugar de la enfermera había una cara casi calaverica, siendo sólo huesos y piel, ojeras negras, piel pálida, ojos carbonicos y una sonrisa socarrona la observaba fijamente.

La enfermera se giró y nada de lo que había visto en el reflejo estaba ahí. La mujer cachetona y amable le preguntó qué le pasaba, que por qué había chillado y su ritmo cardíaco había aumentado de tal manera. Se acercó a ella retirándole el suero lentamente.

Camile no contestó, dejó que el tiempo pasara. Pidio temerosa si podían bajar el espejo, que odiaba su imagen y no quería verse. La enfermera, lo retiró y escuchó que al salir pidió una consulta de psiquiatría.

Camile rió hasta que tocaron despacio la puerta, como si alguien pudiera calmar sus tormentos. Lentamente se paró. Tomó el pequeño espejo que llevaba consigo en bolsillo trasero habitualmente y que ahora se encontraba en una cómoda con el resto de sus pertenencias. También sacó un lápiz que estaba en su cartera y un pequeño papel. Garabateo unas palabras y lo guardo entre los maquillajes. No costaba nada intentar.

Dejó pasar a la mujer y cerró dando un portazo. Olivia estaba en su cuarta década de vida, era psiquiatra y psicóloga especializada en trastornos alimenticios, todo eso decía el pequeño cartel que colgaba de su bata.

Camile se acostó nuevamente y la mujer se acomodó en una silla a su lado. Encontró sus maquillajes y su papel junto a su cama, sin prestar atención a Olivia comenzó a tapar todas las cicatrices y ojeras dejando su piel pulcra.

-¿Lo haces todos los días?- la impasible doctora la miraba con curiosidad
- ¿Qué?
- Maquillarte, taparte, dibujarte una sonrisa.
- Cuando no estoy en casa si
- ¿Y en casa?
-En casa soy yo, no tengo que ocultar nada porque a nadie le importa
-Estoy segura que...-Camile cortó la frase negando con la cabeza.
- A nadie - siguió con su tarea cubriendo tres cicatrices en su frente. Quedaron en silencio por unos minutos. Olivia la observaba curiosa. Aquella chica estaba sola. Las personas que la habían llevado a tratarse se habían ido a los minutos, sin embargo envidiaba su seguridad y decisión.
- ¿No te duele? - Camile la miró extrañada, la doctora señaló su costado.
-Terriblemente, pero ya sufrí por eso, extenderlo es alargar el dolor.
- ¿Te sentís incómoda con las cicatrices?
- Un poco, no es nada insoportable tampoco.
- ¿Cómo las conseguiste?
- En las pesadillas.

Olivia insistió un rato más pero entendió que no iba a lograr recaudar más información. Camile observó su espejo hasta que la doctora se fue. Antes de irse pidió un abrazo, tomando el papel, dejo que cayera en el bolsillo izquierdo de la bata de la doctora.

La mujer salió y puso instantáneamente sus manos en los bolsillos, descubriendo el papel:

"Las sombras me quieren muerta."

Camile: Crónica de una adolescente asustada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora