Capítulo 11 {EDITADO: 20-11}

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Capítulo 11

29 de marzo del 2002

11:00

Solo soy yo, el público y mi violín. Noto que la gente no me mira a mí sino a mis dedos, bastante habilidosos con el arco, todo hay que decirlo. Mientras toco, el disco duro de mi mente hace que recuerde la partitura de esta grandísima canción de Metallica. Cuando acabo me aplauden y una señora se seca los ojos con un pañuelo de trapo.

—¿Has podido o no? —Me pregunta Anne— La cuestión es intentarlo.

—Son los dedos —los muevo y flexiono—, todavía los tengo muy agarrotados.

—No te canses, hijo, tocas muy bien —dice la señora.

—Gracias.

—Me recuerdas a mi nieto, toca la tuba... ¿o es la trompeta? No, es la tuba.

Ojalá yo tocase la tuba, sólo se necesitan los dedos para tocar teclas y no para coger un arco.

—Es rarísimo hacer todo flexionando solo la segunda falange.

—Para agarrar las cosas bien dicen que se necesita la tercera falange, pero no es necesaria del todo.

—¿Era «Enter Sandman» de Metallica? —Me pregunta Gèrard.

—Iba a tocar «La Marsellesa» pero me vino a la mente esta. ¿Qué tal van las cosas con Glenn? —Le pregunto.

—Le va a ir bien porque tiene muchísima fuerza en los brazos. Parece una persona flojita pero madre de Dios, el otro día casi me arranca el brazo, ese tío es Hulk.

—Suele pasar.

—De piernas tú también vas bien, deberías apuntarte a un gimnasio para reforzarlas, y modera lo de tomar café.

—Eso, que tomas pastillas para los nervios —me dice Anna.

13:00

He invitado a comer a mi amigo Zeljko. Subo al rellano del segundo cuando llega un fornido hombre del servicio de correos.

—¿WalîdAtta?

—Sí.

Dilo más alto, que en Japón no se han enterado. Cojo la Green Card, se la tiendo, apunta un par de cosas y me da una carta. Me da la tarjeta y me dice «adiós», mientras la mole baja las escaleras. Cierro con el cerrojo.

—¿Es lo del nombre?

—Creo que si...

La abro con ímpetu y leo por encima el informe. Se acepta el cambio de nombre... bien. La lista de diarios para mandar la nota es enorme.

—¡Sí!

—¿Si? —Me pregunta Farah.

—Estoy a un paso de ser Atta-Wallace. ¡Oh Dios...! Esto es muy fuerte.

La puerta suena otra vez, pero por la forma de llamar sé que es mi madre. Abro y ella me da un beso en la cara.

—Que guapo estas hoy, hijo.

—Uno no puede cambiar de cara, mamma.

Zeljko es un tipo corriente de pelo negro y de altura media.

—¡Wal, hermano! —Me tiende la mano y se la estrecho—. Pensé que no le vería más. ¿Quieres algo?

—Queríamos que nos cuentes cosas de Serbia. ¿Se vive bien?

—Antes no, ahora mejor y si eres músico todavía mejor. No se gana mucho dinero. Si no hubiera sido pequeño no me hubiera ido pero un niño pequeño no puede ver ciertas cosas.

[1] Memorias de un superviviente ©2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora