¿Acaso el mar es verde?

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- Por Claire -

Pude ver como mi amiga se dirigía con paso veloz a nuestra casa, pero no pude prestarle mucha atención ya que tenía al chico más maravilloso sentado a mi lado en un carrito de la rueda gigante. Noah. Tenía unos preciosos ojos verdes, pero no verde musgo, era un verde tipo esmeralda, con un brillo que me penetraban. Era imposible no fijarse en él, no sólo por sus ojos, pero todo él resaltaba de alguna manera. No lo había llegado a conocer mucho, pero su encanto se notaba desde que me dijo “hola”.

La subida fue algo incomoda ya que me quede mirándolo fijamente, pero por suerte el no se cohibió y siguió sonriendo, y hablando como si nada. Me sorprendió como los temas salían fácilmente, fue una conversación fluida y muy interesante a decir verdad. Terminó rápidamente el juego, puesto que sólo duraba tres minutos, así que cuando nos tocó el turno de bajarnos, el me tomo la mano y me ayudo a bajar. “Este, te gustaría - dijo tocándose el cabello y sonriendo - mañana ir a cenar, con tu amiga, yo llevo a un amigo” Dijo en voz baja y con bastantes esperanzas. Inmediatamente pensé en la cara de Hannah cuando le propusiera la oferta de mi amigo, no podía rechazarlo, así que respondí “si, llamame” y le escribí con una lapicera el número en su mano, y le firmé;

Clarieeee <3 xxx,

El sonrió y cerró su mano, casi como si tuviera miedo de perder lo que le acababa de escribir, y se dirigió con un paso firme y decidido hacia el otro lado de la costa, debía ir a casa.

Yo me dirigí a la mía. ¡No podía esperar a contarle a mi amiga lo que acababa de pasar!, fui medio trotando medio caminando, pero al fin llegue más cansada de lo que esperaba, para encontrarme con una Hannah, con masomenos unos tres gatos alrededor, comiendo nutella. Me miró con cara rara, pero siguió comiendo. “¿HANNAH, DE DONDE SALIERON ESOS BICHOS?” le grite, lo que ella respondió encogiendo los hombros y en voz muy baja “no los podía dejar en casa, así que los traje”, dijo mientras acariciaba el lomo del más gordo, uno blanco con negro, lo recordaba, se llama Patch, a su alrededor también estaban uno naranja, que reconocí al instante como Peeta y uno un mucho más feo que los otros dos que recordé que su nombre era Ozzo.

No pude evitar reírme, mi amiga siempre había tenido un gran amor por los gatos y no sé cómo no me había venido ver esta situación. Aún así, los gatos no necesitan tantos cuidados o atención por lo que no iba a tener que estar preocupándome si les pasaba algo.

Decididamente me senté al lado de mi amiga y con la cara más seria que pude poner, debido a todo el entusiasmo que fluía por mi cuerpo le anuncié: “Tenemos citas para esta noche.” La única respuesta inmediata que recibí de ella fue una leve sonrisa con los ojos bien abiertos, y el sonido de su cuchara llena de Nutella cayéndose al piso. Pude ver cómo hasta los gatos habían quedado como ella, aunque rápidamente se dirigieron a explorar la cuchara caída. “¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién?” fueron las preguntas que pude deducir de la boca de mi amiga. “Hoy, una cena, con Noah y me pidió que vinieras ya que él va a llevar a un amigo suyo” le dije, ya sin poder contener mi alegría y solté un grito que obviamente no fue muy agradable para nuestros compañeros los gatos.

En ese momento Hannah tomó a Peeta en sus brazos y acariciándolo suavemente respondió: “no sé qué me voy a poner” a lo que yo respondí con un abrazo y una inevitable risa. Revisamos una y otra vez nuestras maletas buscando ropa adecuada para usar.

(foto del hermoso Noah a la derecha)

El verano de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora