Capítulo 5: En Trance.

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Me cierro mi chaqueta y tomo la maleta antes de bajar las escaleras hacia la cocina.

Hoy es un día oscuro, la lluvia cae a cantares y parece que no va a detenerse en todo el día.

Si de algo estoy segura es que mi mente me está jugando un juego sucio. Cada vez siento que estoy cayendo en un poso oscuro de locura en el cual no hay salida.

Pero podría jurar que anoche unos ojos azules me estaban observando desde la oscuridad. Y para empeorar la situación.

La voz dijo algo que causo que la sangre en mis venas se helara.

se más de lo que crees

Prefiero ignorar esta voz creada por mi subconsciente. Pero su voz suave como la miel se repite una y otra vez en mi cabeza.

Bajo el último escalón y giro en la esquina para ir a la cocina. Me paro en seco.

Steven está sentado en una silla al lado del mesón de la cocina. En su mano hay una taza azul de la cual sale humo. Esta tan concentrado en los papeles delante de él que ni siquiera ha notado mi presencia.

No dejo de mirarlo mientras me sirvo una taza del humeante café y tomo un sorbo. El líquido caliente me despierta como una bebida energética. Amo el café.

Dejo escapar un suspiro y Steven levanta la mirada, por fin, reconociendo mi presencia.  Lo miro sin decir un palabra mientras me acabo mi café, el tampoco dice nada, solo me observa. Como si fuera un rompecabezas que quisiera resolver.

Termino y lavo la tasa. Dejo la tasa con cuidado y empiezo a caminar para salir de la cocina.

–Que tengas un buen día –escucho a mi espalda y me pongo rígida.

Intento relajarme pero mis músculos no quieren cooperar. Miro la puerta de salida y siento sus ojos perforándome. Pero me mantengo callada.

Sin decir una palabra para responderle, me mantengo firme y salgo de la casa, cerrando la puerta con un golpe suave detrás de mí.

No podría tener un buen día ni aunque lo intentara. Y esta es una de las pocas veces que me ha dicho algo desde que llegue. Tal vez por fin quiere romper la barrera que hay entre nosotros, aun así yo no quiero que eso suceda.

Dejo la maleta en el asiento a mi lado y meto la llave en la ignición. Suelto un suspiro y arranco el auto.

Que habrá pensado cuando no le dije absolutamente nada. tal vez quiera hablar sobre la muerte de mi madre pero no me siento lista para hablar sobre eso. Es algo todavía muy reciente.

Trato de mantener una velocidad constante pues la calle esta mojada y los accidentes en la lluvia son muy frecuentes. Y lo último que quiero es tener un accidente.

Mantengo mis ojos en la calle y parqueo cerca de la entrada al llegar al instituto para no mojarme mucho al bajarme.

Tomo mi mochila y me lanzo fuera del auto en una carrera por evitar lo máximo que pueda la fuerte llovizna.

Empujo una de las puertas  entro en los iluminados pasillos por lo visto no soy la única empapada. Hay chicos buscando ropa de sobra que han guardado en su casilleros. Debe ser algo que sucede muy seguido si ya están preparados para esto. Yo por mi parte voy a tener que quedarme así y esperar que no me dé una neumonía.

Veo a Emma intentando arreglar su cabello que ahora se ha pegado a su rostro y su ropa que se pega a su cuerpo haciéndola parecer una gato mojado. Un furioso gato mojado.

Trato de esconder la pequeña sonrisa que se ha formado en mis labios. Y lo logro justo antes de que sus ojos se posen sobre mi y me fulmine con la mirada.

Ruedo los ojos y me dirijo hacia el baño de mujeres. Empujo la puerta y casi golpeo a una morena alta.  

–lo lamento –le digo.

–Tranquila –me dice y luego sale del baño.

Bueno, es la segunda persona amable con que me encuentro. Escucho un chillido detrás de mí y me giro para ver a Hana frente al espejo intentando domar su cabello marrón.

Es cuando caigo en cuenta que todavía llevo la capucha de mi chaqueta y doy un suspiro de alivio cuando me doy cuenta que cubrió la mayor parte de mi cabello.

Hana me mira y gruñe.

–Te detesto –le sonrió débilmente– como es que tu cabello si se salva y mi cabello incontrolable recibe una gran cantidad de agua.

Ella vuelve a gruñir. Y esta vez me rio.

Con cosas como estas todo parece normal aunque sea por un momento. Me siento normal.

Sí, claro

Y el momento de normalidad se fue.

–Déjame ayudarte –tomo el cepillo de sus mano y empiezo a desenredarlo. Cuando he terminado, ella toma su cabello y lo acomoda en una cola alta con un suspiro resignado.

–Parece que hubieras salido de un lavado de autos –ella me ve como si fuera la primera vez– tu ropa está chorreando.

Ella abre su maleta y saca una blusa de mangas largas negra.

–toma, por lo menos quítate esa blusa. Vas a enfermarte.

no lo creo

No necesito tu opinión.

Me reprendo, tengo que dejar de hablar con la voz imaginaria.

no soy imaginaria

–Gracias –le sonrió a Hana y entro en un cubículo para cambiarme.

La blusa me queda un poco holgada pero prefiero esto ha quedarme con mi blusa empapada.

Salgo justo cuando la campana suena diciéndonos que llego la hora iniciar clases.

– ¿Qué clase tienes ahora? –me pregunta cuando salimos al pasillo.

–Literatura –gimo.

–No te quejes, yo tengo trigonometría –ella hace una cara de desesperación y horror. No lo puedo evitar, me rio.

Esta chica me hace bien.

Con eso dicho toma otro pasillo y entra en un salón marcado con el numero 37. La miro alejarse y sigo con mi camino.

Pero por segunda vez, choco con alguien. Solo que esta vez esa mirada fría no está llena de odio.

Sus ojos azules me miran mientras me toma de los brazos para mantenerme estable. Se agacha a recoger los libros que llevaba e inmediatamente lo estoy ayudando.

–Lo lamento –le digo esperando encontrarme con su mirada pero sus ojos me evitan– tengo que fijarme por donde camino.

¡Estoy aquí!”

Grita la voz en mi cabeza. Y el dolor viene. Hago una mueca.

–No, es mi culpa –su voz suave y dura a la vez me envuelve como el terciopelo– Yo venía pensando en otra cosa, no prestaba atención.

Justo cuando nos levantamos, el me mira. Y entro en algo parecido a un trance.

–Soy Will por cierto –el me tiende una mano pero estoy embelesada con su mirada así que tardó en darle la mía.

–Samantha –Respondo con voz entrecortada.

Todo pensamiento coherente ha dejado mi cerebro.

–Tengo que ir a clase –dice mirando el pasillo. No digo nada, me quedo ahí parada. Él me sonríe y luego veo como se aleja por el pasillo.

Cuando se va, sacudo la cabeza y salgo de mi trance. Es mi segundo día en la escuela y ya tengo una tardanza en clase de literatura.

Lágrimas de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora