Wolfram y Greta

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Había una vez...en un lugar muy, muy, muy lejano.....fangirls.

Y un día decidieron hacer una colección de drabbles acerca de los cuentos clásicos habidos y por haber adaptados a este mundillo tan precioso para ellas de las novelas de Kyo Kara Maou. Así que aquí comienza nuestra historia, una aventura en la que por el momento Petula y yo seremos las encargadas de guiarlos a través de situaciones crack y mucho sin sentido.

¡Amantes de la comedia sean bienvenidos a unirse a nuestras aventuras!

(Todas las sugerencias de cuentos son bienvenidas, no hay reembolsos ni libro de quejas. Gracias, vuelvan pronto~).

Wolfram y Greta.

(Basado en: Hanzel y Grettel, un cuento de los hermanos Grimm)

Autora: Petula Petunia.

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En el bosque de Gretchen vivían los famosos uniconejos de los que hablaba tanto Anissina. Greta, claro está, no perdió el tiempo en desear poder ver a esas criaturas curiosas con sus propios ojos. Así que una mañana en que encontró a su rubio padre libre de su tropa, le rogó como solo podía haber aprendido de un Bielefeld, para ir a dicho lugar.

Yuuri y sus deberes de rey tuvieron que excusarle de ir en aquella incursión, lamentándose sonoramente de perderse la aventura de ver con sus propios ojos conejos con un cuerno (aunque secretamente, el monarca decidió que no era tan emocionante como si le hubieran dicho para ver caballos con un cuerno en la cabeza). De todos modos, el rostro fieramente oficinista de Gwendal y la mirada perturbadoramente obsesiva de Günter lo abstuvieron de seguir insistiendo a sabiendas que de todos modos la tonelada de documentos para firmar continuaría ahí si se iba de franco ese día.

—Como Heika no puede ir. — Dijo Gwendal con el seño fruncido, lo cual no llamó la atención por ser habitual. — Conrad irá con ustedes.

— Exacto, Conrad debe ir con ustedes. — añadió con una extraña necesidad Gunter.

— ¿Qué quieren suponer con eso? — Wolfram se cruzó de brazos desconfiado de la repentina fama que los otros dos hacían de su hermano mayor.

— No es nada, Wolf, solo que si están ustedes dos, como no iré yo, me sentiré más tranquilo. — sonrió Yuuri haciendo la paz. Por fortuna esa sonrisa era suficiente para calmar a un demonio furibundo.

Y es así como los tres aventureros habían terminado en esos hermosos parajes de los bosques de Gretchen al mediodía. Los árboles altos e inacabables que parecían besar el cielo azul, los pájaros cantando perdidos entre los ramajes, el viento fresco susurrando travieso entre las hojas... un espectáculo encantador para el veterano de Ruttenberg, que se encontró deseando permanecer ahí los siguientes minutos.

— Papá Wolf. — llamó entonces Greta. — Tengo hambre...

El joven mazoku asintió sosteniendo la mano de su hija. — Ya va siendo la hora de almorzar. — sonrió con esa sonrisa que le explicaba a Conrad que tenía una idea en la cabeza. — ¿Qué te parece si buscamos unas bayas y fresas? Es temporada ya y las de esta zona son especialmente famosas por los dulces que hacen con ellas.

Pero antes que Greta pudiera responder con un eléctrico sí que solo podría dar un niño al que le ofrecen indiscriminadas cantidades de azúcar, Conrad intervino decidido. — No se preocupen. —sonrió con las manos en la cintura. — No estamos a más de diez minutos del pueblo de Gretchen, puedo ir y comprar tartas y jugo, así que "no se muevan de acá" mientras regreso ¿vale?

Habia una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora