Parte II - This Is Only The Begining

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Y soñaba que su madre le venía a despertar en su cumpleaños, para decirle que la quería, que se levantase, que llegaría tarde. Soñaba que discutían. Soñaba con las vacaciones a la casa de la playa de todos los años. Soñaba con sus abuelos, con sus tíos, con su familia. Soñaba con sus amigos. Soñaba con sus antiguos amores. Soñaba con todo aquello que no había apreciado bien y ahora ya no estaba. Ni estaría. Porque el mundo se estaba cayendo a pedazos. Llevaba dormida varias horas por el agotamiento emocional, o por que quería pensar que todo era una pesadilla. Hasta que...

Una ventana rota. 

Una persiana desplomándose.

Pasos.

Cristales rotos crujiendo.

Se despertó al darse cuenta de lo que estaba pasando. Alguien (o algo) se acababa de colar en su casa. Estaba completamente indefensa y los pasos iban puerta por puerta. NO tenía absolutamente nada con lo que defenderse, por lo que se fue a una esquina a sentarse y a temblar mientras se abrazaba esperando su final. Los pasos eran muy pesados, debían de pertenecer a un hombre, y bastante grande. El terror se iba haciendo con el control de su cuerpo, se quedó bloqueada en esa posición, el miedo le impedía moverse. Tenía la frente empapada de sudor y el corazón en los límites de su boca. Las lágrimas empezaban a caer solas a medida que iba sintiendo los pasos más cerca, pudo oír un ruido metálico: un cuchillo. Estaba muerta. La iba a matar. ¿Este era realmente su final?

Los pasos se detuvieron en su puerta, como escuchando dentro. Se le cortó la respiración. 

Entonces la puerta se fue abriendo lentamente, como con cuidado de despertar a alguien que estaba durmiendo y una luz la iluminó, una linterna. El pánico se adueñó de ella y se agarró aún más fuerte las rodillas, esperando por unos segundos casi interminables el machetazo que acabase con su vida, tan solo de 16 años.

Se fue acercando más, sin pronunciar palabra, Dalia estaba al borde del ataque al corazón.

Estaba en frente suya. ¿Su final?

El destino, para bien o para mal, decidió que no fuese así todavía.

El hombre se agachó delante de ella y le acarició la cabeza. Su voz sonó dulce y agradable, pero masculina, y con un leve acento alemán.

—Hey, ¿estás bien? Te va a dar un ataque. Tranquila, no te voy a hacer nada. Soy el único superviviente que he encontrado por esta zona, no me apetece acabar con la vida de la única persona viva por esta zona. 

Dalia levantó poco a poco la cabeza, temblando, y en vez de encontrarse con lo que esperaba (un hombre mucho mayor que ella, lleno de cicatrices y con barba como en las pelis que le gustaban a su padre) se encontró con un joven, no mucho mayor que ella, de rostro agradable y piel blanca, y lo que más le impactó: sus enormes ojos azules adornados con pestañas rubias, casi blancas, que parecían ser mucho más largas de cerca. A juego con ellas tenía un pelo muy rubio, rozando lo blanco, y una barbita de un día por debajo de la boca. NO era tan grande como esperaba, pero sí era ancho de espaldas y estaba muy bien físicamente: sus fuertes bíceps y marcados pectorales se encontraban tapados por una camiseta gris ceñida lisa, y sus piernas tapadas por unos vaqueros corrientes y unas botas militares. Llevaba una mochila bastante grande en la que destacaba un par de machetes enormes y un saco de dormir. Le dio confianza sólo por su aspecto.

—S-sí -se atrevió a tartamudear-.

Sonrió con calidez.

—¡Menos mal, hablas! Pensaba que te habías mordido la lengua o algo, estás temblando muchísimo.

Proyecto X: El principio del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora