Capítulo 2: Estrategia

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Disclaimer: Inuyasha y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. No recibo beneficios con esta historia.

Capítulo 2: Estrategia.

El lugar se encontraba atestado de gente, las mesas estaban repletas de jóvenes que charlaban y reían sin dar respiro alguno. La música de fondo resonaba de forma estridente e impedía la comunicación. Sin embargo, a pesar de tornársele algo excesivo y escandaloso, el muchacho no demostró el menor acto de negación ante aquello.
Su amigo se rascó la cabeza con molestia y se volvió a verlo.

-Y bien? Ya podemos irnos o vas a seguir coqueteando con todas las mujeres de aquí?-

-Calma Inuyasha, por qué no intentas relajarte un poco?- Alegó dándole un trago a su vaso. –Parece que a ti también te hace falta un poco de compañía.-

-Por favor, no me hagas reír...-

Miroku apoyó el vaso sobre la superficie y reflexionó acerca de aquello echando un vistazo a su alrededor. De hecho le parecía una idea maravillosa.

-¿Y por qué no? Hay bellas señoritas por aquí, tal vez encuentres alguna de tu interés.-

-Olvídalo, solo vinimos porque me arrastraste hasta este lugar. ¿Recuerdas?- Pero antes de que su interlocutor pudiera objetar algo, su conversación se vio interrumpida.

-Alguno de ustedes tiene hora? Mi móvil murió y no quiero perder el último tren.-

Inuyasha se volvió a ver a la dueña de aquella voz con antipatía. Era una mujer delgada y pálida, tenía el cabello largo y oscuro y una mirada particular en los ojos. A pesar de responderle sin cordialidad alguna, hubo algo en ella que lo exaltó; y su amigo pudo notarlo de inmediato.

-Disculpe.- Intervino Miroku antes de que el otro lo echase todo a perder.- No cree que es muy tarde para andar sola a estas horas? Por qué no deja que la acompañemos hasta la estación?-

El peliplata le asestó una mirada tajante y ella soltó una risita aceptando la propuesta. "Qué clase de mujer accede tan fácilmente?" se preguntó para sus adentros mientras que se encaminaba hacia afuera de mala gana. Pero no objetó nada, cualquier excusa le pareció buena con tal de alejarse de aquel horrible lugar.
Durante el trayecto, el joven castaño soltaba algún que otro chiste y ambos se echaban a reír. Ella parecía una muchacha extrovertida y bastante habladora, algo escandalosa para su gusto.

Lo cierto era que al tratarse de un día en común de la semana, no había tanta gente transitando en las calles a esas horas de la noche. La mayoría de las familias yacía en sus hogares y los últimos trabajadores regresaban a sus casas hechos trizas.

-Bueno, hemos llegado; fue un gusto haberla acompañado señorita...-

-Kikyo.- Concretó la misma. -Se los agradezco, en verdad. Organicemos alguna reunión en otro momento.-

-Por supuesto!- Arremetió casi aguardando la respuesta.

Finalmente, y tras ser casi empujado por su amigo, Inuyasha le entregó su número en un papel y ambos se despidieron de la joven. La noche comenzaba a tornarse algo larga y tediosa para él, quien avanzaba observando como los parques se cubrían de niebla y los autos de una ligera capa de rocío.

-¿Por qué eres tan testarudo? Esa muchacha no dejaba de echarte el ojo y tú solo la ignorabas!-

-Te he dicho mil veces que no me interesa, y mucho menos esa clase de mujeres.-

La última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora