Copos de nieve.

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Ningún copo de nieve es igual a otro.

Me quede mirando sus ojos por un momento y comparando su cuerpo con el contorno que nos rodeaba; definitivamente todo su cuerpo resaltaba en la blancura que se posaba en el suelo prácticamente congelado. 

Todos los copos de nieve que caían cerca de él se pegaban a su pelaje azabache.

 Contemplaba como mi propio aliento se trasformaba en una tenue capa blanquecina cada vez que exhalaba aire. Siempre he pensado que los copos de nieve son lagrimas de ángeles congeladas por la humedad del aire en esta temporada, que las constantes lluvias en otoño era porque era el tiempo en el que mas muertes ocurrían.

Y si caía granito era porque estaban molestos, ¿Los ángeles pueden sentir odio? Me pregunto si ahora estaban llorando por lo que había ocurrido.

Era terminal.

Lo que él poseía estaba a punto de matarlo, aunque eso no le importaba. De hecho, era la única persona que había conocido a lo largo de mi vida que tomaba esa noticia de forma tal calmada; como si ya se la esperaba y no pudiera sorprenderlo.

Yo había sido la enfermera encargada de él y tenia que admitir que no me gustaba cuando me entregaban este tipo de pacientes, me sentía triste e incomoda; la mayoría no hablaba solo se quedaban en silencio mirando a la nada. Pero, él era diferente buscaba cualquier tipo de conversación, me agradaba hasta el punto que yo hacia todo lo que me pidiese, incluso rompía las reglas del hospital llevándolo en medio de la noche hacia el patio trasero para que viera como la nieve caía.

Aunque, no me quejaba, de hecho lo disfrutaba; yo solo conocía el oscuro y tétrico ambiente del hospital. 

Una noche me dijo algo; dijo que ya era su ultima noche después de dos semanas de ver como las nieve caía. Eso me golpeo de manera inesperada; me había encariñado con él de tal manera que podía decir que le apreciaba mucho... tal vez no de una manera paciente enfermera sino una de amor o admiración; pues como ya había dicho antes él era una persona que no había visto antes en toda mi carrera.

Tras dedicarme una sonrisa apoyo sus manos en los apoya brazos de la silla de ruedas y se levanto de manera lenta, solo me quede observando como avanzaba hasta quedar en medio de todos los arboles, donde la nieve parecía caer mas suave y mas blanca. Sabia que no podría hacer nada para evitar lo que pasaría a continuación, solo observar.

Poco a poco sus ojera fueron decayendo al igual que el resto de su cuerpo, poco a poco hasta quedar arrodillado en el frió y húmedo suelo. Y en menos de un minuto su cuerpo se desplomo hacia el frente, inerte, extendido sobre aquella capa de nieve. Mientras pasaban los minutos diminutas piscas de nieve se posaban sobre su cuerpo, haciendo que sobre saltase mas su azabache pelaje.

Tenia una sonrisa en su rostro y sus ojos estaban abiertos pero ahora no había brillo en ellos. Siempre pensé que eran hermosos aun cuando para el resto fueran macabros, para mi eran encantadores. Como todo su cuerpo y personalidad.

Y así comenzaron a caer las lagrimas, salían de mis ojos y pasaban por mis labios entre abiertos para luego terminar en mi mentón y caer al suelo. Eran amargas, como la realidad que estaba surcando mi mente en estos momentos. También es gracioso ya que a medida que pasaban los años me daba cuenta de que cuando eran perfectos ellos no te amaban, y si te amaban... Bueno, ocurría esto, desaparecían o vivían al otro lado del mundo.

No podía con esto. 

Camine con paso lento hasta su lado y me tire a un costado, inmediatamente el frió empezó a congelar mi piel descubierta. Su mano había quedado extendida boca arriba así que apoye con un poco de fuerza mi cabeza sobre ella, cada vez sentía mas frió y me costaba respirar mas, utilice mi mano para pasar los dedos sobre sus parpados haciendo que estos se cerraran.

Parecía tan tranquilo, era agradable verlo así una vez mas.

Shadamy'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora