Rechazado

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Narra Gabriel

No había recibido contestación de parte de Marinette, y ahora estaba sospechando de que Plagg le contó todo. Ahora me veía obligado a tomar medidas extremas en contra del chico, ya que podría poner en peligro mi plan. Pero si él le contó algo a Marinette, el principal sospechoso seria yo. Tuve que descartar esa idea, aunque tuviera que batallar más para influenciar a la chica.

Quise esperar un poco más algún mensaje de la azabache, sino me veía obligado a ir a buscarla.

¥¥¥

Mi paciencia se acabó, y decidí ir a su casa.
Cuando llegué vi salir a Marinette de su casa. Que suerte tengo.

—Marinette—dije captando su atención. Ella en cuanto me vio empezó a caminar rápido—Hola—dije alcanzondola y caminando a un lado.
—¿Qué quiere?—me pregunto fastidiada.
—No me respondiste, y quería saber que habías decidido—dije de la forma más dulce que me permitía.
—¿Qué no es obvio?—pregunto sin interes—. No—dijo de forma brusca—. Ahora si me permite, tengo cosas que hacer. No quiero volver a verlo — dijo doblando en una esquina.

Ya no la seguí, pues no tenía caso.
Si me tenía que acercar a Marinette sería de otra manera, y en otro momento.

¥¥¥

Me encontraba en mi estudio, planeando como acercarme a la ojiazul.

<<Gabriel, no puedes fracasar. Nadie te gana, nadie esta sobre ti. Tu eres y serás el único. Es solo una chica. Solo espera unos meses. Solo unos meses>>.

6 meses después.

Narra Marinette

Ya habían pasado meses desde que había rechazado a Gabriel. Y ahora salía con Plagg, sinceramente encontramos muchas cosas en común entre nosotros, y decidimos darnos una oportunidad.

Esta noche tenía una pasarela con mis propios diseños, para inaugurar mi nueva tienda aqui en París.

¡Toc, toc!

Tocaron a la puerta de mi habitación.

—Voy en un momento—me puse una bata, ya que recién me había bañado y estaba desnuda.

Cuando abrí la puerta vi a Plagg con un ramo de rosas blancas.

—¡Hola amor!—dije besando uno de sus cachetes.
—Hola princesa. Dejaron esto en la entrada justo cuando iba llegando—dijo poniendo las flores en mi escritorio.
—¿Quién las manda?—pregunte curiosa.
—No lo se. Y por lo que veo, no trae ninguna tarjeta—dijo inspeccionando entre las rosas.
—Bueno, olvidemos eso—dije sonriendo y acercandome a él.

Juntamos nuestros labios, y comenzamos a besarnos mientras yo tomaba entre mis manos su cabello. Él con sus manos recorría mi espalda y cintura.

Nos separamos para mirarnos a los ojos y juntar nuestras frentes.

—Te amo—dijo sonriendo.
—Yo igual—correspondi.
—Será mejor que me vaya, tengo que preparame y tú también. Solo pasaba a preguntar si necesitabas algo—dijo mientras se dirigía a la puerta.
—Por ahora nada necesito, gracias—dije sonriendo.
—Ok. Nos vemos luego amor—salió de la habitación y desapareció de mi vista.

Observé las flores, y volví a revisar en busca de una nota, una tarjeta, o algo que dijiera quien lo enviaba. Tenía el presentimiento de que pronto lo sabría, así que decidí olvidarlo y volver al labor de prepararme.

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Estaba lista. Mi vestido largo color rojo con adornos negros; zapatos altos negros; poco maquillaje; y mi cabello agarrado en un chongo que me daba un toque de elegancia.

Bajé a la planta baja, pues pronto llegaría a recogernos la limusina.


—Hija ya llegó Plagg—dijo mi mamá desde afuera.

Rápido salí de la casa, y vi a Plagg muy elegante.

Subimos los cuatro a la limusina, y nos llevó hasta la nueva tienda que pronto sería inaugurada.

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La pasarela tuvo exito, pero me sentí muy incómoda al ver a Gabriel sentado en primera fila. Símplemente no lo quería cerca de mi, tenía miedo, pero no sabía de que.

Cuando terminó todo el evento, me despedí de los invitados, y uno de los últimos fue Gabriel.

—Felicidades Marinette—dijo tomándome de las manos. Yo me safe rápido de su agarre.
—Gracias—dije cortante.
—Espero poder arreglar nuestras diferencias—dijo sonriendo.
—Aja—dije desinteresada.
—¿Te han gustado las rosas?—dijo sonriendo.
—¿Usted las envío?—pregunté sorprendida.
—Claro. Quiero arreglar contigo todos los malentendidos—dijo de una forma sincera.

Dudé un momento en que contestarle. No sabía si creerle o no. Y yo nada perdía en darle una oportunidad, siempre y cuando fuera más astuta que él.

—Que le parece mañana en la tarde en el Hotel Le grand París—propuse.
—Me parece bien—dijo sonriendo.

Nos despedimos y se fué, no sin antes darme un collar con una mariposa roja.

Con el corazón no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora