Hospedaje

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Narra Marinette

Sinceramente no quería llegar a mi casa. Eso me traería recuerdos de Plagg. Y él... Ya no iba a estar jamás a mi lado. Aunque era difícil que Adrien saliera de mis pensamientos, yo en verdad amaba a Plagg. De hecho, creo que al rubio ya lo empezaba a ver como un amigo perdido. No como a un novio perdido.

—Señor Agreste—dije con un poco de dificultad.
—¿Qué pasa linda?—atendió mi llamado de forma suave y con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
—No quisiera ir a mi casa—respondí.

En cuanto dije eso, él se quedó callado, como si estuviera pensando. Me miró y luego sonrió.

—¿Te parece si te llevo a mi mansión?—dijo de una forma muy caballerosa y dulce. Yo sólo acenti con la cabeza.

¥¥¥

En cuestión de minutos, estuvimos en frente de la gran mansión, que era caracterizada por la elegancia de su estructura y de su residente.

Se abrieron las puertas del auto. Primero bajo Gabriel y en cuanto lo hizo, se posicionó a un lado de la puerta y me tendió su mano. Yo correspondi.

—Quiero que la señorita Dupain se sienta como en su casa. Así que tengan a su disposición todo lo que desee—le dijo Gabriel a su asistente. Ella sólo asintió con un movimiento de cabeza.

En cuanto entramos, Gabriel tomo mis hombros y me miró a los ojos.

—Te llevarán a una habitación. Sientete como en tu casa. En unos momentos estoy contigo—informó para luego dar la vuelta y adentrarse en otra habitación que supuse era su estudio.
—Acompañame señorita—ordenó con formalidad la asistente.

La seguí por toda la mansión hasta llegar a una habitación, con puertas gigantes color blanco. El interior también era muy espacioso, el cual era amueblado con una cama bien tendida; sillones color cafe; una televisión de plasma gigantesca; y todo lo demás con que era amueblada una habitación.
Las paredes eran color blanco y un gran candil colgaba del techo, lo que le daba un aspecto elegante al lugar. Una gran ventana daba la maravillosa vista de la ciudad del amor.

—¿Le gusta?—dijo una voz masculina tras de mi. Yo me sobresalte, pues estaba tan concentrada admirando cada detalle del lugar, que no me había percatado de una nueva presencia—. Siento haberla asustado—se disculpó.
—No hay problema—voltee para quedar frente a frente con la persona con la que estaba hablando.
—Espero que esta habitación sea de su agrado—dijo muy cortes y observando el lugar.
—Estoy muy agradecida de que me haya permitido hospedarme por un tiempo aquí—dije sonriendo tristemente y recordando lo sucedido.

No tarde en empezar a llorar. Mis piernas empezaron a temblar y era obvio qe pronto dejarían de sostenerme.

Narra Gabriel

Noté que estaba apunto de caer, asi que tome a la chica de la cintura y pasé uno de sus brazos alrededor de mi cuello.

La llevé hasta la cama, y la senté.

—¿Te sientes bien?—mi intención era sonar preocupado, no estar preocupado. Pero no lo pude evitar. Ella sólo movio la cabeza afirmando—. Será mejor que descanses linda—la ayudé a acomodarse en la cama, y nisiquiera sabía por que lo estaba haciendo. Me sentía confundido respecto a mis pensamientos acerca de la azabache—. Vendré más tarde cuando estes un poco más tranquila—acto seguido salí de la habitación dejando sola a la chica para que reposara.

¥¥¥

No podía dejar de pensar en el daño que le había causado a la chica. No me importaba que se perdiera una vida, pero no podía verla triste. Me arrepentí de arrebatarle algo que amaba.

Tampoco me podía explicar las extrañas sensaciones que sentía al estar cerca de Marinette o cuando pensaba en ella.

Tenía algunas sospechas de lo que me estaba sucediendo, pero no estaba muy seguro.

Hoy lo iba a confirmar.

Hoy sería el día.

Seguiría o pararía.

Ahora la cuestión era, ¿Ella sentirá lo mismo por mi?

No sabía en lo que me iba a meter, pero no me importaba. Había hecho cosas peores, como lo de la mañana.

¡Toc! ¡Toc!

Fui sacado de mis pensamientos por el ruido de la puerta de mi oficina al ser tocada.

—Adelante—dije serio.
—La señorita Marinette acaba de despertar—dijo mi asistente con la típica seriedad que le exigía.
—¿Y?—comente con desinterés.
—Pense que quería saberlo—respondió asustada la dama.
—Retirate por favor—dije de forma autoritaria.
Ella sin más que decir me obedeció.

Al estar sólo en mi lugar de trabajo, me puse a analizar los diseños incompletos que por alguna extraña razón no me satisfacian para ser hechos en físico. Sentía que les faltaban algo, pero no sabía que.

¡Toc! ¡Toc!

De nuevo ese molesto sonido interrumpiendo.

—¿Qué quieres Nathalie?—solté de forma grotesca.
—Lo siento, no quería molestarlo—dijo una voz angelical femenina detras de la puerta.

Me levante de golpe de mi asiento, me dirigí a la puerta con rapidez y la abrí.

Pude divisar a una chica de cabello azulado alejarse del lugar, y dirigiéndose a otra sección de la mansión.

—Espere señorita—dije alcanzandola—. Le pido disculpas, no era mi intención. Pensé que era mi asistente molestando con cosas insignificantes—dije viéndola.
—No se preocupe. Yo soy la que debería disculparme, al fin y al cabo yo soy la que lo interrumpió—dijo de forma seria.

En ese momento una idea que detestaba pasó por mi mente.

—Necesito ayuda con unos diseños, ¿me ayudaría a revisarlos?—dije de forma amable. Su cara puso sorpresa y guardo silencio, como si estuviera pensándolo.
—¡Claro!—dijo entusiasmada.

La conduje hasta el lugar del cual se había retirado en momentos anteriores. Caminé detras de ella, viendo el movimiento de sus finas caderas al caminar. Su andar era elegante, como si de una reina se tratase. Todo me encantaba, y me parecía muy atractivo.

Pasamos al cuarto y cerré la puerta detrás mío.

—Sientese—dije apuntando a la pequeña sala del lugar—. ¿Quiere algo de tomar?—pregunté.
—No gracias, tal vez más tarde—sonrió.

Tomé los bocetos y los llevé hasta ella.

Le expliqué lo que pasaba, y ella daba unas ideas tan geniales, que ni siquiera a mí se me ocurririan.

Así pasamos la tarde, entre bocetos e ideas intercambiadas. Podía sentir el olor de su perfume cada que me acercaba, en ese momento había confirmado lo que sentía.

Me había enamorado de mi rival.

Con el corazón no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora