Uno, dos, tres

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Narra autora

La joven pareja se dirigía al edificio donde desempeñaban sus tareas laborales. Iban en la parte de atras de una camioneta color oro.

Al llegar, el teléfono celular de Plagg empezó a sonar indicando que estaba recibiendo una llamada.

—¿Si?—preguntó el moreno. No hubo respuesta—. ¿Quién es?—volvió a preguntar, pero ni un ruido o señal de que alguien en verdad estuviera del otro lado de la línea telefónica.
—¿Quién era?—preguntó Marinette con curiosidad.
—No contestaron—dijo al mismo tiempo que guardaba su celular.

Olvidaron lo sucedido y se adentraron en el lugar. Al ser vistos por los empleados, éstos los saludaban y les daban los buenos días.

Llegaron a la oficina de la azabache, y en cuanto entraron, Plagg acorralo a Marinette contra la pared y la empezó a besar desesperadamente.

—¿Acaso no has tenido con lo de ayer?—preguntó la chica entre risitas.
—Jamás es suficiente contigo preciosa—contestó Plagg de forma seductora.

Siguieron con lo que estaban haciendo, recorriendo con sus manos cada parte de su cuerpo, y haciendo disfrutar al otro.

Uno, dos, tres.

Tres disparos

Tres impactos

Pero... ¿En quién?

Narra Gabriel

Me levanté de buen humor sabiendo que parte de mi plan se llevaría acabo hoy.

Eliminar a quienes estorban.

Llevé a cabo mi rutina matutina, y me fui directamente a mi edificio. Ahora sólo debía esperar una llamada.

Narra Marinette

Se escucharon disparos. Tenía miedo. Noté que Plagg había dejado de mover sus labios y caía lentamente al suelo. Note un líquido color carmesí salir de su boca. Al instante lo recoste en el suelo apoyando su cabeza en mis piernas.

—¡Tikki!—grité lo más fuerte que se me permitía—¡Llama a una ambulancia! ¡Rápido!—grité desesperada y con lágrimas en los ojos.

Tomé una de las manos de mi amado. Noté que iba cerrando los ojos poco a poco.

—Plagg. Por favor. Te necesito. Abre los ojos y no me dejes— rogaba entre el llanto y la tristeza.

Lo moví, pero no respondía. Lloré expresando todo el dolor que sentía. No sabía si ya había muerto o sólo estaba inconsciente.

Se abrió la puerta bruscamente, dando paso a los paramédicos.

Tomaron su pulso.

Me miraron.

Movieron la cabeza de un lado a otro.

Sabía lo que significaba.

Otro ser amado era arrebatado de mis brazos.

¿Acaso era cuestión de suerte y yo tenía una muy mala?

No aguanté, y acoste mi cabeza sobre el pecho de Plagg. Apenas ayer podía escuchar como palpitaba su corazón, y ahora, nada. Empecé a llorar sin importar quien me estuviera viendo.
Primero Adrien. Luego Plagg. Y ahora quien. ¿Mis amigos? ¿Mi família?
La vida hasta ahora ha sido muy injusta conmigo. Dudo que sea diferente en un futuro.

Tikki insistió en que me levantara, ya que debían llevar el cuerpo a la morgue. No tardaron en llegar el montón de policías y reporteros.

Los oficiales me hicieron preguntas, y yo las respondí; con la esperanza de encontrar al culpable. Alguien debía pagar.

Narra Gabriel

Al parecer todo había salido como se planeó, y uno menos estaba en mi camino.

Ahora. Lo que sigue.

Confundir a la presa. Tomarla en su momento de debilidad, donde es más vulnerable.

¥¥¥

Mi transporte privado se estaciono frente al edifico, donde momentos antes había sido asesinado un hombre. Los policías y guardaespaldas, me hacían paso entre la multitud.

El camino hasta la entrada de la gran construcción fue difícil, ya que todos se empujaban para estar en primera fila y ser los primeros en enterarse de los detalles de los hechos.

Subí hasta el último piso.

Cuando se abrieron las puertas del elevador, puede divisar a cierta chica afuera de su oficina.
Se veía fatal. Su cabello desordenado, su ropa llena de sangre, su maquillaje regado por el llanto, y sus ojos. Oh por dios. Esos ojos azulados brillantes ahora estaban apagados. Sin vida. Todo esos aspectos sólo me confirmaban que podrí tener éxito con lo que venía.

—¿Linda?—dije con suavidad.

Ella al escuchar el timbre de mi voz volteó a verme. Abrí mis brazos y ella corrió a abrazarme. Como supuse. Ella necesita a alguien que la consuele. A alguien que ya lo ha hecho antes y que le ayudó a levantarse.

—Se fue—dijo con un hilo de voz apenas audible.
—Tranquila. Aquí estoy—comencé acariciando su cabello hundiendo mis dedos en éste—. Será mejor que lleve a la señorita Dupain a su casa—informé a los policias, ellos sólo asintieron con un movimiento de cabeza—. Vamos linda—dije delicadamente, mientras nos dirigiamos al elevador. Ella aún me abrazaba. Sus cálidos brazos rodeaban una parte de mi cuerpo. Aún bajo la ropa, podía sentir el calor que emanaba su cuerpo. Era una sensación que desde hace tiempo no vivía.

¿Desde cuándo?

Desde su partida...





Con el corazón no se juegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora