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  — Hey, chico, hey, ¿estas bien? — Una voz desconocida lo llamaba a lo lejos haciendo poco a poco cada vez mas presente —  Oye... ¡Despierta! —  Y despertó.

Una cabellera roja fue lo primero que distinguió su vista, sin embargo, no era la que el comúnmente veía.  Con la mirada borrosa y su cabeza dando vueltas, no tuvo mas remedio que tocar su rostro para saber si era real.

—¿Qué haces? — Su tono de voz sonaba divertido — Hey, ya. Levántate llevas aquí bastante tiempo — Musitó tomándolo del brazo — Rayos, ¿a quien se le ocurre traer a un niño a fiestas?

  —  ¡Oye! No soy un niño, puede que incluso sea mayor que tú —  Su lengua se trababa al hablar de forma graciosa.

— Sí, sí, mientras estés borracho serás como un niño, ¿de acuerdo?

  — No me parece —  Decía mientras se tambaleada como un muñequito.

— Ya, en serio, es preocupante, ¿quien te dejó beber?

  — El hombre mas perfecto del mundo —  Y sonrió como si fuera un niño a quien se le entrega un dulce.

— Pues, no sé qué concepto de hombre perfecto tengas en mente, pero no creo que alguien perfecto sea capaz de dejarte solo en este estado.

 Y no supo que mas decir, porque era cierto aunque se hiciera el sordo y ciego, aunque no lo quisiera aceptar era cierto. 

  — ¿Me llevas abajo? — Cambió rápidamente de tema.

— Claro, cariño, solo déjame arreglarte un poco.

Y de forma amable aquel desconocido le lavó la cara, fue tan considerado al punto de limpiar su jersey  y pantalón, era como su hada madrina de la noche de fiesta, llegando al punto de parecer casi maternal por la forma tan graciosa en la que hablaba.

  —...Y desde ahora procura no beber tanto —  Daba los últimos arreglos a sus botas, las cuales se habían manchado también del fluido inmencionable —  ah y si vas a beber que sea con personas conocidas o de entera confianza, ¿entendido?

  — Sí —  Respondió con una cálida sonrisa, sintiéndose feliz de encontrara  alguien tan excepcional en tal lugar.

Y ayudándolo a reincorporarse, el desconocido pelirrojo lo llevó por el aun muy ocupado pasillo del segundo piso, pasando a través de gente, llegando a las escaleras y tomándose el tiempo para ayudarlo a bajar, llegando a la enorme sala donde había dejado al otro pelirrojo. 

Kuroko le pidió que lo dejara sentado en el sillón, diciéndole que su amigo pronto llegaría, aunque en realidad no tenía idea de en donde estaba y el contrario no muy convencido accedió. Dándole las gracias vio como tranquilamente se alejaba hacia algún lugar de la enorme casa.

Y pacientemente esperó mientras miraba a su alrededor y notaba como poco a poco los efectos del alcohol se disipaban. Miró las paredes, apenas un poco, para notar como todavía su vista fallaba. Recorrió con la mirada a todo aquel a quien veía pasar sin tener mucho éxito en distinguir las caras de los mas lejanos; y por ultimo, su vista viajó hasta el pequeño espacio donde las parejas bailaban abiertamente, distinguió como todas iban a la par de la música pegando sus cuerpos con frenesí a sus parejas. 

Definitivamente esa era una escena que hubiera pasado desapercibida por él, si no fuera por la brillante cabellera roja que veía revolotear al frente. 

Por primera vez maldijo su habilidad por reconocer al chico en donde fuera que estuviera. 

Sintió sus ojos inundarse y su corazón romperse al notar la situación en la que se encontraba. Sus brazos rodeaban una pequeña cintura, mientras su rostro se pegaba al contrario y sus cuerpos parecían hundirse en aquella danza. Cubrió su boca con su mano para parar los sollozos, pero sus ojos seguían pegados a la pareja sin poder moverse.

EN TU CAMINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora