Cuando Kuroko llegó a casa, lo primero que quería hacer era cenar, después ver un rato la televisión, tomar un baño y por último, colgarse de la lampara del techo con esa soga que guardaba en el armario de la cocina.
Quería morir y que Dios lo aceptara en su gloria o en cualquier caso irse al infierno. Aunque ningún infierno sería peor que el que estaba viviendo en ese momento.
"¿Por qué?... ¿Por qué a mí?" Preguntaba una y otra vez en su mente sin hallar respuesta.
Todo había sido perfecto durante un par de horas cuando llegó al trabajo, creyó que esta sería una gran oportunidad para conectarse un poco más con su lado artístico, él sería uno de los principales contribuyentes al proyecto y por tal motivo se sentía en su mayoría feliz y emocionado. Pero toda felicidad murió en un instante, siendo remplazada por total sorpresa y melancolía.
La vida siempre une a las personas, pero parecía que su vida siempre lo llevaba hacia las personas menos indicadas.
Trató de parecer inmutable durante el discurso, como si la persona al frente no le afectara en absoluto. Durante unos minutos pensó en las razones por las que se había ido y todo lo que había logrado, esos años llenos de satisfacción. Había cambiado una vida amarga en un solo lugar por dulces viajes alrededor del mundo. Eso no se podía comparar. El recordar le hizo calmar un poco el pesar en su interior.
Cuando el discurso terminó, todo mundo se acercó a Akashi para conocerlo y estrechar su mano. El pelirrojo sonreía a quien se le acercara y apretaba firmemente las manos de los trabajadores, como el presidente que era. Por un momento Kuroko quiso reír, si tan solo supieran qué tan cínico estaba siendo el hombre.
Habían pasado años, pero aun recordaba esa característica de Akashi. El saber fingir sería tal vez su mayor virtud. Kuroko lo recordaba desde las veces en las que veía al señor Akashi regañando al pequeño Seijuro, cuando el niño tenía que mantener una expresión estoica frente a su padre; o cuando iban en secundaria y Akashi se ganaba los corazones de los alumnos y profesores con su maravillosa sonrisa. Siempre fue bueno en aparentar, tanto que llegó un momento en el que Kuroko creyó plenamente en su sinceridad y ya no supo distinguir entre cual era su verdadero rostro. De joven siempre creyó que la sonrisa que el hombre le brindaba era la más sincera que existía, pero eso solo era un engaño que Kuroko quería creer como cierto.
Kuroko no tenía ni la más mínima intensión de acercarse, así que en cuanto vio a Momoi cerca y distraída, la tomó del hombro y le preguntó si estaba lista para ir a comer. La chica reaccionó solo cuando escuchó la palabra comida y emocionados ambos se dirigieron a la salida del auditorio junto con algunos compañeros que también se morían de hambre. Minutos antes habían anunciado que podían pasar a los comedores del edificio así que todos juntos iban en bola, como un pequeño rebaño de ovejas buscando pasto.
El corazón de Kuroko se tranquilizó un poco cuando, después de haber ordenado y sentarse en una de las mesas, Momoi le dijo que el presidente no supervisaría personalmente el proyecto, sí, era su proyecto, pero tenía a otras personas para encargarse de él.
Claro, por qué no lo pensó. Al ser Akashi el presidente de la empresa, tenía otras actividades más importantes, no estaría completamente al tanto de proyecto y tal vez ni cuenta se daría de que él estaba trabajando ahí. Soltó un suspiro de alivio en ese instante.
Pero estaba equivocado en bajar la guardia tan pronto. Cuando por fin terminaron de comer, volvieron al lugar donde previamente se les había dicho sería su lugar de trabajo. Momoi fue separada de él y Kuroko no se sintió tan mal, no hasta que vio una cabellera roja brillante y a través del lente de la cámara que previamente había estado sosteniendo (mientras observaba todo el equipo de trabajo) sintió como el color de su rostro pasó de un pálido a un blanco.
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EN TU CAMINO
FanfictionLo que él no sabía era que primero debía de amarse a si mismo antes de entregarle su corazón a otra persona.