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A la mañana siguiente Kuroko despertó algo tarde. Agradeció con el alma que gran parte de las cosas que tenía aun permanecieran en casa de Kagami. Solía ir y venir de ésta a su departamento así que para no hacer tan difícil el trasladar sus cosas decidió dejar varios objetos y pertenencias. Además de que aún no se desprendía por completo de su hada madrina, le parecía más fácil así.

Se levantó como rayo cuando vio la hora y rápidamente entró en la ducha. En menos de diez minutos ya estaba bajando las escaleras mientras se acomodaba la corbata. No era un hombre de trajes pero le gustaba probar varios estilos.

Tomó el desayuno a lado de un adormilado Kise. Kagami había salido desde temprano por asuntos de trabajo. La mañana se la pasó entre conversaciones armoniosas y deliciosa comida americana. Se despidió del rubio justo a tiempo para que el tráfico no lo atrapara.

El trayecto al trabajo no fue tan duro como imaginó. Y cuando menos se dio cuenta ya estaba estacionando su auto en el estacionamiento de la empresa. Bajó de éste y mientras cerraba la puerta se encontró con un par de colegas de otras secciones, estos venían extrañamente más felices que de costumbre, cosa que desconcertó un tanto a Kuroko. Se saludaron a lo lejos, ninguno tenía tiempo de platicar así que cada uno siguió con lo suyo. Kuroko cerrando y asegurando su coche y los otros dos retomando su camino hacia el ascensor.

Cinco minutos después Kuroko se hallaba esperando el mismo. Miró su reloj, aun le quedaban unos diez minutos, cosa que le hizo suspirar de alivio, no le agradaría llegar tarde en su primer día de trabajo, no deseaba tener al jefe encima suyo durante toda una semana, no de nuevo.

Tomó solo el ascensor, cosa extraña debido a que era hora de entrada y se suponía que en un día común toda la gente se arremolinaba para poder subirse a la máquina de metal. Pero ese día todo se hallaba en una extraña calma.

Raro, pensó.

No le dio mucha importancia, sin embargo. Presionó el botón que indicaba su piso y sin más se dejó llevar hasta éste. Durante la subida varias personas subían y bajaban de piso en piso. Y Kuroko pudo haberlas ignorado, de verdad pudo, pero las grandes sonrisas y expresiones alegres que la mayoría de empleados llevaban ese día no hicieron más que poner alerta todos sus sentidos.

¿Había sucedido algo durante su ausencia?

Bajó en la ya conocida planta sólo para sentir como casi se le desencajaba la mandíbula. Definitivamente había sucedido algo, algo grande. No era normal ver a los típicos muertos vivientes de los cubículos ubicados en primera instancia tan felices. Todo mundo se veía renovado, rebosante de alegría y eso asustó a Kuroko más de lo que debería.

¿Acaso el viejo jefe había muerto? No comprendía como todo mundo irradiaba tanta luz.

Una chica se acercó interrumpiendo su línea de pensamiento. Él la reconocía, era la pequeña secretaria del jefe Johnson. Esta se unió a su caminata mientras hablaba.

—Que bueno que te encuentro. Hay junta dentro de unos minutos en la sala de conferencia para decidir a los que serán designados al nuevo proyecto de Désirée Inc.

Kuroko detuvo sus pasos.

—¿De qué me estás hablando? — La miró extrañado. Ésta suspiró.

— Dime que escuchaste los mensajes de voz — El alto negó — ¿revisaste tu email, tan siquiera? — Volvió a repetir la acción — ¡Maldición!

—¿Qué ocurre? — Al parecer la chica era la única en el edificio que no tenía una radiante sonrisa.

— Me pones en un problema, idiota.

EN TU CAMINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora