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Tres años después.

Luego de haberse tomado unas bien merecidas vacaciones después de su ultimo proyecto, Kuroko no podía sentirse mas relajado y feliz. 

Llegó a su departamento, el cual había adquirido hace casi un año y algo y aventó su maleta en el suelo mientras se sentaba en el sofá. El viaje de regreso había sido algo agotador pero no era nada comparado con los días de descanso que tuvo. Todo fue perfecto de inicio a fin, comenzando por el hecho de que el jefe le había aumentado unas cuantas semanas solo porque el ultimo proyecto en París había resultado más que llamativo y exitoso. 

Oh sí, luego de su desafortunado comienzo en la empresa, tuvo muchos tropezones, regaños y casi despedidas. Llegó a llorar de desesperación cuando algún proyecto no resultaba como él lo esperaba o, mejor dicho, como los altos mandos lo querían, pero ante todo y por sobre todas las cosas logró superarse y, aunque había tenido sus momentos malos, los buenos superaban todo. Después de un tiempo y gracias a su arduo esfuerzo, logró hacerse notar entre la gran cantidad de fotógrafos que la empresa tenía, no fue fácil, sin embargo. La competitividad era una cosa seria y de todos los días, siempre había un despido y un aumento y él mismo a pesar de ir de subida, siempre estuvo en peligro de salir de ahí con un cheque de despedida. 

No obstante, pese a las criticas y todo lo malo que pudo haber vivido, cuando creyó que ya nada podía ser peor, llegó a él un jugoso trabajo que marcaría el inicio de su buena racha. Y ahí estaba, sentado en su caro sofá de cuero blanco, observando hacia las ventanas con vista hacia toda la ciudad. Oh sí, había logrado hacerse de una buena vida. 

Recibió una llamada de Kagami, éste como siempre quejándose de en donde rayos estaba. Kuroko contestó mas que contento y aun con el cansancio en sus hombros quedó con el pelirrojo para ir a tomar algo. 

En todo ese cambio abrupto y depresivo que había tenido cuando llegó a América, Kagami siempre había estado ahí para él, siempre apoyándolo, siempre a su lado, tanto en las buenas como en las malas. Al principio le costó adaptarse, pero Kagami (con ayuda de Kise) siempre buscaba la forma de hacerlo sentir mas cómodo aun si el lugar en el que se encontraban no era su verdadero hogar. También ocurrieron una serie de eventos catastróficos que Kuroko deseaba mejor no recordar. Como aquella vez que el pelirrojo lo convenció de ir a un bar gay para probar suerte y este casi termina violado y Kuroko con varias ofertas de trabajo de dudosa procedencia.  

Pese a todo, las experiencias que tuvo, tanto buenas como malas, habían ayudado a reconstruir poco a poco su muy destrozado corazón. Ahora era un hombre exitoso, seguro de si mismo y sobre todo más fuerte de lo que fue un par de años antes. Cabe destacar que una parte desconocida fue abierta en su interior, una parte que en un principio le aterró, pero con el paso del tiempo se fue adaptando. Esa parte de él era curiosa y decidida, tanto que a veces no podía con ella. El deseo de descubrir se abría camino en su corazón cada vez más y más.

Se levantó del sillón de un tirón y sin perder más tiempo se adentró en su habitación donde tomó ropa y se dirigió al baño para tomar una rápida ducha.

Cuando salió de éste, ya vestido y peinado, se acercó al teléfono notando como la luz de la contestadora tintineaba. No se había dado cuenta antes pero tenía, tal vez, varios mensajes de voz. No obstante, fue reticente y decidió ignorarlos porque, vamos, era su último día de vacaciones antes de volver al trabajo y quería pasarlo bien, sin pensar en nada más. Cuando llegara a casa tendría tiempo para escucharlos.

Salió del departamento con un abrigo en su mano y las llaves de su auto en el bolsillo. Llegar al lugar de la cita no era problema, se habían reunido ahí varias veces y no quedaba demasiado lejos.

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