Prólogo.

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Él la tomó del brazo antes de perderla nuevamente de vista.

─Oye, oye... A ti te estaba buscando ─murmuró mientras posaba una mano en la cintura de ella, olvidándose de la gente que los rodeaba en aquella fiesta tan típica de adolescentes donde celebraban el final de clases para algunos y el final del colegio secundario para otros, como él, por ejemplo. ¿Y ella? Aún le faltaban dos años para terminar el colegio. Ella simplemente estaba allí porque su única, pero no mejor, amiga la había obligado a ir; ella sabía que no debía estar allí, en un lugar que debía evitar para evitar problemas, para evitar a los chicos como él.

La fiesta se realizaba en la casa de alguno de los chicos del último curso y todo el colegio estaba invitado. Hasta había ido gente que ni siquiera pertenecía al instituto pero sí a la ciudad, lo que explicaba la gran cantidad de personas en aquel lugar. Cervezas, bebidas blancas, energizantes, marihuana... Todo se podía encontrar allí y se mezclaba con todo. No había reglas. La música a todo volumen que tanto molestaba a los vecinos, no afectaba en nada a los jóvenes que disfrutaban de aquella locura.

Pero, a pesar de todos los gritos, la música, el alcohol ingerido, y la locura de esa noche, él solamente se concentró en esos ojos celestes que lo habían atrapado un par de horas antes.

─¿A mí? ─Inquirió ella con una ceja enarcada, recibiendo un asentimiento por parte de él. ─¿Y por qué?

Pero esta vez no obtuvo respuesta, aunque mucho no la necesitaba; ella ya sabía la razón. Apenas había entrado a la estancia, la mirada de él se había centrado solamente en ella, y cuando él intentó acercársele, simplemente se dio la vuelta y se perdió entre la gente, fingiendo no haberlo visto venir. Eso había pasado alrededor de medianoche, y en ese momento eran casi las dos de la madrugada y él caminaba entre las personas, tomando la mano de ella para que lo siguiera. Cuando por fin encontró un cuarto vacío, entró y esperó a que la chica hiciera lo mismo para cerrar la puerta del baño con llave, impidiendo que ella escapase o alguien entrara.

Por fin a solas y en un lugar con luz, el chico pudo observar mejor a quien tenía enfrente mientras acariciaba delicadamente la mejilla de ella.

─Eres muy hermosa, morocha*... ─Susurró con sinceridad.

Él se acercó a la chica lentamente con la clara intensión de besarla. Ella sabía que debería mantenerse lejos de él, mantenerse lejos de chicos como él que sólo causaban problemas y rompían el corazón de las chicas. El típico chico malo que viste de negro, lleno de tatuajes y tiene una motocicleta; los conocía muy bien.

Y es por eso que, cuando el rostro del chico llegó a cierta distancia del suyo, la morocha giró la cabeza hacia un lado, haciendo que los labios de él chocaran suavemente con su mejilla. Ella sonrió de lado, mirándolo con diversión cuando él se apartó sólo unos centímetros, un poco confundido con lo sucedido pero divertido a la vez.

─Eres difícil, ¿eh..? ─Dijo él. ─Y... ¿No piensas decirme tu nombre? ─Preguntó él al pasar unos segundos y ver que la chica no tenía pensado hablar.

La morocha rió casi en silencio. Una pequeña risa encantadora que dejó a la vista sus blancos dientes y la hacía más hermosa, cosa que él notó y no pudo evitar sonreír por aquello. Sonrisa que reveló un hoyuelo en cada mejilla del chico.

─Prefiero que no lo sepas... No quiero problemas. Mejor dime el tuyo ─respondió casi en un susurro.

Él sonrió de lado antes de hablar.

─Soy James.

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* Morocha: persona de tez blanca con cabello oscuro.

James. | PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora