Capítulo II.

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Los labios de James no se alejaron del cuello de Sophie a pesar de que la morocha le pedía que esperara para así poder abrir la puerta de su departamento. Luego de varios intentos, finalmente logró su objetivo y ambos estuvieron dentro en pocos segundos, segundos en los que, él, sin perder tiempo, se ocupó de hacer desaparecer algunas prendas como su camiseta blanca y la blusa de ella. Una risa casi silenciosa salió de la chica al ver la prisa y desesperación por parte de su novio, quien ahora la alzaba entre sus brazos, haciendo que sus piernas rodearan la cintura de él.

─Calma, James ─murmuró ella aún riendo mientras dejaba algunos besos en el rostro del muchacho, dejando que éste la llevara a la habitación, donde luego la recostaría sobre la cama, sin él apartarse en ningún momento.

─Llevas casi toda la semana sin darme un momento así, no pidas calma, cariño ─murmuró él en respuesta mientras su boca viajaba por el torso semidesnudo de Sophie, causando que la respiración de ella cambiara el ritmo poco a poco.

Las manos femeninas recorrieron los musculosos brazos desnudos de ropa pero no de tatuajes, terminando en la ancha espalda que cubría el pequeño cuerpo de ella. Mientras, las manos de él se encargaron de desabrochar su jean y deslizarlo hacia abajo hasta que terminó en el piso, acompañado luego por un pantalón negro perteneciente al chico.

—Eres hermosa —le susurró él mirándola desde arriba, tomándose todo el tiempo necesario para recorrer su cuerpo con la mirada, lentamente. Dos simples palabras que en Sophie produjeron un rubor en sus mejillas, aunque tal vez fue la intensidad en la mirada masculina al decir aquellas palabras lo que causó aquel rubor.

Ella se cubrió el rostro con las manos ante la vergüenza, pero él enseguida corrió sus manos y las sostuvo a cada lado de la cabeza de Sophie, para así poder besar sus labios mientras reía por la vergüenza de su novia.

─Llevamos meses haciéndolo, deja la vergüenza ─murmuró con un tono burlón y sin apartarse.

─Cállate, me pones nerviosa ─susurró ella, haciendo un pequeño puchero luego.

Él se siguió riendo sin alejarse de ella, repartiendo besos por todo su rostro hasta que finalmente llegó a su cuello y dejó de reír para concentrarse en disfrutar cada segundo con ella, cada segundo de tranquilidad que tenía en su vida. Desde que estaba con Sophie podía tener algunos momentos de tranquilidad, cosa que antes no sucedía muy a menudo. Los labios de James bajaron hacia los pechos de Sophie mientras sus dedos desabrochaban el sujetador, liberando así los pequeños pechos de ella con sus pezones ya duros por la excitación. Él dejó besos sobre ellos, con alguna que otra mordida y chupetón, para bajar a su vientre, haciendo lo mismo hasta llegar a la tela de su braga rosada, la cual bajó lentamente con sus dedos. Sophie gemía bajo por los besos y caricias de su novio, ya que intentaba controlarse al darle vergüenza hacer mucho ruido. Jamás le había gustado el hacer tanto ruido al tener relaciones sexuales, y no entendía cómo había chicas que gritaban sin pudor alguno haciendo que los vecinos se enteraran de lo que estaban haciendo... O les estaban haciendo. Se olvidó de las chicas ruidosas cuando sintió algo frío pasar por su centro... Y la lengua de James. Oh, sí, ese bendito piercing que te hacía tocar el cielo. La lengua de su novio se movió unas cuantas veces sobre su delicada piel, haciendo rozar el metal en su lengua a propósito, sabiendo sus efectos sobre ella. Gemidos y jadeos imposibles de contener por parte de ella era lo único que se escuchaba en la habitación, hasta que él se levantó, provocando una pequeña queja en la chica.

James se levantó para tomar el paquetito plateado del bolsillo de su pantalón y luego, observándola con lujuria, quitarse el bóxer negro que ocultaba su erección. La mirada de ella bajó por unos segundos pero al instante subió la mirada a su pecho, a sus tatuajes, ya que tenía demasiada vergüenza como para mirarle a los ojos o allí abajo mientras él se colocaba el condón. Él sonrió levemente cuando las mejillas de su novia se tornaron rosadas.

James. | PAUSADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora