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Viernes

Cuando llegamos al andén, pasa lo mismo de siempre. Nos sentamos, nos miramos, mi estómago revolotea, mis piernas tiemblan y nos sonreímos.

Antes de que lleguemos a su parada, me envalentono y le tiendo la mano con un papel.

Esboza una ligera sonrisa y lo coge sin dudar.

Creo que tengo la piel de gallina.


A la salida vuelve a sonreírme tan perfectamente, que hace que casi me maree.


El Chico MisteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora