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Al principio, me quedo en shock.

Creo que incluso se me abre ligeramente la mandíbula en gesto de sorpresa.

Rober, con un gesto triste se da la vuelta para coger nuestro tren, que ya está entrando en la estación.


En esas décimas de segundo, decido que me da igual todo.

Le agarro de una muñeca y le miro.

Le miro directamente a los ojos, de forma suave y feliz. Él ha compartido algo conmigo.

No sé cómo ni de qué manera encuentro el valor para hacerlo, pero lo hago.


El Chico MisteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora