Cuando creyó que ya estaba muerta, abrió los ojos lentamente. Para su sorpresa, no hubo pasillo ni luz... siquiera el Neverno, aquel terrible y ruidoso lugar donde pensó que su alma descasaria por toda una eternidad. En cambio, estaba en una habitación enorme de colores caobas que la saludaba con un terrible e intrigante silencio.
«¿Dónde estoy?», se preguntó. Miró sus manos y después, su ropa. No sabía por qué tenía aquel vestido hermoso de color rojo y negro que hacía juego con su cabello oscuro y piel pálida.
Observó a sus costados tratando de encontrarle la razón a aquello, pero solo pudo ver el reflejo de sus ojos azules en un espejo que yacía frente a ella. ¿Cómo había terminado ahí si se había sumergido en lo más profundo de Atyx? Amy juró que estaba soñando, mas cuando vio por el espejo a una mujer correr al baño, dejó de pensar en su muerte por un minuto.
—¿Quién está ahí? —Habló fuerte y claro.
Se escucharon cosas caerse y pasos en el baño como respuesta. Amy aguantó la respiración pensando que el gran Zathan aparecería de pronto para designarle su tortura eterna; sin embargo, lo que estaba en el baño no salía.
Amy volvió a preguntar lo mismo, pero tuvieron que pasar tres segundos para que una joven mujer saliera del lugar en silencio.
Aquello la hizo gritar.
Gritó no solo porque se había asustado, sino porque esa y las otras tres niñas que aparecieron de pronto, eran las cosas más enfermas que hubiera visto antes. Eran cuatro monstruos idénticos sin rostro, de cabello corto y que llevaban tutus negros que las hacían ver espeluznantes. No tenían boca ni ojos, pero Amy supo que se habían alarmado al ver sus reacciones petrificadas como mimos en un show de comedia barata.
—¿Qué... qué son ustedes? —Tartamudeó sin pensar que no podían contestar.
La que había salido primero le hizo algunos gestos que Amy entendió después de que ella tuvo que repetírselos dos veces por la impresión. Según el mensaje, la mujer quería que la siguiera para comer.
—No tengo hambre —soltó a la defensiva.
La sin cara puso uno de sus dedos en donde deberían de estar sus labios. La callaba y volvía a repetir sus señales.
—¡Ya entendí, ya entendí! Iré a comer.
Las cuatro chicas aplaudieron al escucharla y, reverenciándola, esperaron afuera del cuarto.
Amy miró su reflejo una vez más sin saber qué pasaba. Estaba muerta de miedo, en un lugar que no conocía y sin recordar qué había pasado tras las sirenas picotearla. «¿En Atyx existen este tipo de criaturas?», se preguntó antes de intentar calmarse. Fueran lo que fueran, Amy no quería hacerlas enojar.
Se paró de donde estaba y abrió la puerta, solo para encontrarse a las niñas que la esperaban. Amy caminó entonces junto a ellas por un largo pasillo que solo mostraba pinturas abstractas por todo el lugar. La del vestido pensó, por un segundo, que aquellas cosas la llevaban al Neverno a crucificarla, pero cuando estas comenzaron a bailar y revolotearse de un momento a otro, Amy perdió la cabeza. Las miró como si se hubieran vuelto locas o les estuviera fallando algún circuito.
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Condena
FantasyAmy Lee vive en el grandioso reino de Eveness, un lugar donde la magia blanca abunda en todos sus rincones: desde los animales hasta las plantas; no obstante, Amy no tiene poderes. Es una no maga en toda la extensión de la palabra. Una rara anomalía...