Cedric Diggory

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*¡Hola!¡Hola! ¡Hola! Capítulo final.*

Las cosas habían cambiado mucho en muy poco tiempo, pero eran muy parecidas al principio.

Hacia mucho que no pasaba tiempo con Seamus, Ron, Fred o George, ni tampoco con Andrew y sus amigos.

De hecho, Andrew había cogido cariño a mis amigas y últimamente pasaba todo el día con Marjorie, Monique y Annie, especialmente con esta última.

No soy estúpida, y sé que están saliendo, pero no me parece bien. No me molesta no estar con Andrew, me molesta que el me dejase de hablar sin ninguna explicación y luego al día siguiente estuviese besando a otra.

También estoy molesta con Annie, así que prefiero pasar las horas sola en la biblioteca.

El joven rubio de la biblioteca, también pasaba bastante tiempo allí, pensativo. De vez en cuando hablábamos, pero no mucho y nunca directamente.

Este era la mayor socialización que tenia esos días.

Estoy acostumbrada a estar sola, siempre lo he estado, no es nada nuevo para mi. Pero he de reconocer que es difícil volver al principio, después de integrarse al cambio.

Odio hacer esto; lo de hablar de los sentimientos. No sé hacerlo, a mi nadie me enseñó. Por eso, cada vez que empezaba a dar vueltas sobre Andrew, George, Annie o cualquier cosa me iba a la biblioteca y leía.

Desde qué era pequeña, siempre he pensado que los libros es el único lugar donde uno puede estar a salvo de la realidad. Sin más preocupaciones que las del personaje, y visitar lugares nuevos con tan sólo pasar unas páginas. Simplemente es mágico.

Y así pasaron los días, hasta la noche de la última prueba.

-Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Llegamos al campo de Quidditch. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.

Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas.

Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:

-¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! -Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro-. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! -Más aplausos-. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!

A partir de ese momento, no puedo contar con exactitud lo que pasó. Al principio todo era emoción, alegría, tensión... y al final, todo eso se convirtió en un revuelo de alumnos apelotonados en la puerta al laberinto.

Yo intentaba avanzar, pero los alumnos nerviosos me empujaban.

Tampoco llegaba a mirar por arriba, a pesar de que soy mucho más alta de lo normal. Tan sólo podía oír los gritos y chillidos de pánico de los alumnos, que se convertían en un susurro sordo al mezclarse con la multitud:

ARYA MONTGOMERY (Harry Potter) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora