WEASLEY

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CAPÍTULO 2

Sentí un escalofrío al notar el agua hirviendo en contacto con mi piel.
Respiré despacio, sintiéndome limpia, y me cerré los ojos para intentar descansar. Si por las noches no dormía lo necesario, debía descansar de alguna forma.
No habían pasado más de quince minutos cuando alguien llamó a la puerta.

Annie.

Volvió a sonar de nuevo, esta vez con mayor insistencia.

— ¿Arya?

Si no respondes se marchará.

— ¡Arya te oigo chapotear! ¡Date prisa, seria una total falta de educación llegar tarde!

Annie tendía a comportarse como una madre muchas veces, en lugar de como una amiga. Supongo que formaba parte de su encanto.

Aquella tarde usé un hechizo para adecentar mi uniforme para la cena, pues Madame Maxime me había llamado la atención el día anterior. Cepillé mi cabello rojizo hacia atrás, dejando ver mis ojos grisáceos de búho.
Mientras me vestía pude analizar mi cuerpo frente al espejo.
Demasiado alta, dictaminé, y con catorce años me podría haber crecido ya el pecho.

Cuando me di por vencida con mi aspecto busqué a Annie, que conversaba con las demás chicas, y andamos colina arriba hacia el castillo.
Delante, a uno metros, los chicos de Drumstrang caminaban enérgicamente en la misma dirección.

— Vamos, a ver si podemos sentarnos cerca de Krum — canturreo Matilde a Annie, y las dos salieron corriendo entre risotadas.

Cuando entré en el Gran comedor vi un grupo de alumnos vestidos de azul en la mesa de unos alumnos de Hogwarts con corbatas a azul. Ravenclaw, los inteligentes. Lo había leído en historia de Hogwarts. Vi pocos sitios vacíos y todos parecían estar reservados para algún amigo.
Algo aturdida busqué con la mirada desesperadamente un sitio para sentarme y dejar de estar en el punto de mira.

— Hola, ¿os importa que me siente aquí?

— Eh.. eh... eh... - el chico, de pelo anaranjado y nariz pecosa, me miraba fijamente con sus ojos grises, sin decir palabra alguna.

Aguanté la mirada unos segundos, analizando la situación. Y cuando iba a dar media vuelta, un joven alto y guapo, de cabello pelirrojo intervino.

— Discúlpale, nació así. Lo que quiere decir, es que sí que puedes sentarte...mmm...

— Arya.

— Bien Arya, siéntate. Por cierto, yo soy George, George Weasley.

No pude evitar soltar una sonrisita.

Hubo un silencio sepulcral. El director de Hogwartas se había puesto en pie.

— Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes —dijo Dumbledore, dirigiéndonos una sonrisa a los estudiantes extranjeros — para mi es un placer daros la bienvenida a Hogwarts. Deseo que vuestra estancia aquí os resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.

Fleur Delacour que se aferraba a la bufanda con que se envolvía la cabeza, profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva. Nada sorprendente.

— Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones para las pruebas que los campeones tendrán que afrontar — dijo Dumbledore mientras un hombre desaliñado colocaba con cuidado el cofre en la mesa, ante él —, y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro.

Ante esta última palabra, en el Gran Comedor se hizo un silencio tan absoluto que nadie parecía respirar.

— Como todos sabéis, en el Torneo compiten tres campeones — continuó Dumbledore con tranquilidad —uno por cada colegio participante. Se puntuará la perfección con que lleven a cabo cada una de las pruebas y el campeón que después de la tercera tarea haya obtenido la puntuación más alta se alzará con la Copa de los tres magos. Los campeones serán elegidos por un juez imparcial: el cáliz de fuego.

Dumbledore sacó la varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo una mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado.

Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.

— Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz -explicó Dumbledore — Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir.

»Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación — prosiguió Dumbledore —, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años.

Hubo un cúmulo de quejas, gritos, suspiros y algún comentario despectivo por parte de los alumnos de Hogwarts, claramente sorprendidos por la noticia.

El chico pelirrojo que se había presentado anteriormente como George dio un brinco en su asiento y agarró mi hombro.

— ¡Lo llevan claro! — le dijo a su gemelo, con una sonrisa traviesa y ligeramente perversa en su rostro.

ARYA MONTGOMERY (Harry Potter) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora