×3×

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— Podrías haberme agradecida mañana.... Toma — le entrega su abrigo — Que imbécil eres, sales como si fuera el maldito verano — murmura volteandose.
— Gracias! — exclama el pequeño con una sonrisa en sus labios, y por primera vez, no le había desagrado.

Al llegar a su hogar, creyó que moriría de hipotermia.
— Oni-chan! — las gemelas se le abalanzaron, dejando sus melenas en su rostro
— Puaj! Tengo cabello en mi boca Kaori! Kana! — exclama Tobio entre risas, escuchando como las pequeñas se divertían
— Estás congelado Tobio-ni! Vamos adentro, mamá prendió la calefacción — murmura Kaori, una pequeña de ojos verdes y cabellos oscuros le arrastró hacia dentro, la igual que Kana. Las dos se parecían mucho, pero al pasar el tiempo las fue diferenciando.
— Tobio-chan llegó! — exclama Kana
— Y está congelado! Tiene frío mamá! — le sigue Kaori, haciendo que mamá saliera
— Y tu abrigo? — pregunta esta haciendolo entrar
— Ehm... — no podía decir que se lo había pasado a un chico, no le iba a creer — se me quedó en el gimnasio y cuando lo quise sacar, ya se encontraba cerrado — murmura arrojando sus zapatos en la entrada, sintiendo el calor hogareño emanar de las paredes de el hogar
— Ah... — la mayor suspira, tocando su frente — será mejor que te comiences a cuidar Tobio, el invierno es crudo y te puedes enfermar rápido y sabes, que tu salud es débil — murmura con ese tono preocupado de toda mamá
— Lo siento... — responde en un estornudo — Lo siento de nuevo — suelta una risa, haciendo lo mismo en su madre.

A la mañana siguiente, se sentía morir. Su cuerpo dolía, cada movimiento realizado le hacía lamentar haber tenido compasión que aquel enano. Su voz no salía ni por mucho que se esforzara y su garganta ardía como el infierno. “Éste es mi lecho de muerte, moriré en cualquier momento”.

El día entero se lo pasó en cama y no fue a la escuela, de todos modos no iría con aquel temporal de afuera. Aparte de recibir las reprendidas de su madre, el día había sido: Dormir, despertado por mamá para tomar los medicamentos, dormir y dormir. Las 20.00 marcaban y mi día iba a seguir siendo el mismo, pero mamá hizo que me levantara
— Hay alguien en la entrada que te busca, la haré entrar — murmura ella, mientras Tobio no sabia quién lo vendría a ver a estas horas de la tarde. Caminó sigilosamente hasta la entrada, no pudiendo creer lo que tenía frente a sus ojos.

El pelinaranja, abrigado hasta las orejas, traía su abrigo. Y sonriendo al pelinegro, le saludó.
“Que mierda?”.

No sabes nada, absolutamente nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora