Capitulo 1 - Algunos Indicios

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- Ahora entiendo todo! - Grite-.

- Vos no entendes nada, nenita sinvergüenza. Metete en tus asuntos y anda a jugar con tus amiguitos - Me dijo el sin duda, muy enojado-.

- Con razón! Ahora todo esta claro... ustedes nos estaban pr ------

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Los arboles movían sus hojas al ritmo del viento; las montañas, que de lejos parecían deformaciones en el suelo llano surgidas de la nada y aparentaban tener manchas de múltiples colores provenientes de la naturaleza; el lago, transparente y teñido por un color verde agua. Una vista espectacular desde aquella casa, mi casa. Era de dos pisos y tenía un enorme parque que daba a un risco, yo me encontraba a pocos pasos de él, algo peligroso debo admitir, sentada sobre una reposera algo desgastada, gozando de la panorámica de Wedery, el pequeño pueblo rodeado por la cordillera.

-Lindo paisaje, ¿verdad?-  Él apareció detrás de mí. Asustada, me volví de golpe, pero me tranquilice profundamente al ver quien era.

-¡Papá! Casi muero del susto.- Solté- Pero si, realmente es maravilloso. – Él se sentó a mi lado, en otra silla de exterior.

Mi padre, de mediana edad, con una  postura que daba a entender que cuando era joven fue un hombre con un buen físico; Su ojos, iguales a los míos, marrones café, que debajo tenían marcas oscuras de noches sin dormir u horas extra en el trabajo, que  últimamente, eran las más frecuentes; Su cabello negro, con reflejos castaños y su rostro con rasgos muy masculinos. Ese era mi padre. Un trabajador nato que cada día me enseñaba una nueva lección de vida.

Nos quedamos disfrutando de la vista unos minutos, en completo silencio.

-¿Quieres algo para tomar?- pregunté.

-No gracias, Camil-  me respondió sin quitar los ojos de las montañas.

Después de esto, me fui trotando a casa, que se encontraba a unos setenta metros de allí y entre por la puerta trasera. Mientras me tomaba un exprimido de naranja natural que habia hecho hace unas horas, escuche las noticias por la pequeña y antigua radio de mi casa:

- “…así es Ralph, si bien los administradores lo niegan, hay sospechas de algún que otro problema en la economía de nuestro país. –Dijo uno de los periodistas…

- ¡Buuueno! Ya son las 12 pm, es hora de decir adios…”

Los locutores se despidieron y con un sonido similar al de un aplauso, termino el programa. Lo que odio de esas noticias es que solo las dan cinco veces a la semana y no hablaban por mas de diez minutos, entonces te quedabas con la cabeza llena de dudas y preguntas sin responder. Así es como aprendí a no darle importancia, los Pacíficos nunca se metían con nosotros ni nosotros con ellos.

En ese momento apareció mi padre, igual de silencioso que antes y corto mis pensamientos.

-Camil, en unos diez minutos salimos para el colegio, ¿sí? Guarda tus cosas y cámbiate, recorda ponerte los bolcegos grandes, por que como vamos caminando tal vez te duelen los pies como la otra vez. Yo mientas te espero afuera.- Mientras salía por la puerta delantera, me hizo un gesto con la mano indicándome que me apure.

-¡Si Papá!- respondí. Imitando a un soldado, pero utilizando un tono infantil.

 Fui corriendo a mi habitación y me cambie la ropa. Me puse unas calzas negras que marcaban mi figura y una remera larga color marrón con inscripciones en blanco, agarre la mochila y meti las sogas y los ganchos de metal.

Después de cerrar la puerta, alcance a papa ya con rumbo hacia la escuela.

Pacifico OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora